Andrea Daniela: «El entorno moldea mi lenguaje y mis fotografías», por Oriette D’Angelo ~

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Andrea Daniela (Los Teques, Venezuela, 1994). Estudia Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Vivió en Mérida durante un año y trabajó en la librería “La Rama Dorada”. Confiesa que gracias a esa ciudad pudo conectarse con el arte y la fotografía. Más adelante regresó a Caracas para estudiar Fotografía Digital en la Escuela de Roberto Mata. Actualmente trabaja como fotógrafa en la agencia de publicidad Aerolínea Creativa y comparte su trabajo fotográfico en diversas plataformas digitales.

Conocí a Andrea gracias a sus fotografías en su perfil de Instagram. Su trabajo abarca, en la mayoría de sus publicaciones, la estética del entorno y de lo corporal. Reproduce gestos a simple vistas comunes y los convierte en historias visuales. Admite que su trabajo es “personal” y, hasta ahora, se vale de los elementos que encuentra a su paso para crear imágenes que nos conectan con su entorno más inmediato. Sus fotografías nos muestran la belleza de todo aquello que parece simple pero que bajo el lente de una cámara queda congelado y se presenta al universo como algo maravilloso. 

Todas las fotografías aquí seleccionadas son de su autoría.

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¿Cuándo nació tu interés por la fotografía? ¿Recuerdas la primera foto que tomaste en un plano no profesional?

AD: Cuando tenía 15 años tuve mi primera cámara digital, rosada, pequeña y muy básica. Recuerdo que le tomaba fotos a todo y me encantaba enfocar primer plano. Fue ahí que empezó mi interés por la imagen. Sin embargo, eran solo fotos bonitas, no tenían esa fuerza, carácter o algo qué transmitir. Luego, cuando me regalaron mi primer celular Android, descubrí la fotografía móvil y puedo decir que en ese momento mis fotos dieron un giro. La inmediatez del dispositivo me permitió experimentar todo lo que yo quería decir visualmente. Instagram fue el espacio donde poco a poco fui creando mi lenguaje.

Mi primera foto no profesional la recuerdo claramente porque fue una hoja seca junto al ojo de mi amiga Alejandra, que ha sido cómplice de mis fotos. La hoja era marrón, seca y arrugada, y hacía un contraste hermoso con el color claro del ojo. Tenía 15 años cuando la tomé. Esa foto sigue siendo una de mis favoritas.

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Actualmente, tu trabajo se centra en dos cosas: el cuerpo y el entorno. ¿Qué buscas reflejar?

AD: El cuerpo me ha interesado siempre. Me incita a representarlo de la manera que mis ojos lo ven, de una manera minuciosa. Trabajar con y sobre él hace que siempre descubra algo nuevo porque el cuerpo es mucho más interesante cuando tu mirada se vuelve curiosa y quiere saber cómo reacciona, cómo se ve ante la cámara o cómo puede reaccionar ante una mirada ansiosa.

La naturaleza me lleva a representar y reflejar las emociones que ésta despierta en mí. Hay una perspectiva sugerida en diferentes planos o tomas y es, particularmente, mi estado de ánimo.

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¿Qué sucede con los niños en tus fotos? ¿Estas fotos forman parte de alguna serie fotográfica en la que estás trabajando?

AD: Sí, es una serie que está en proceso continuo. Me gusta esa ingenuidad que tienen los niños y me dejo guiar por lo que ellos me dan en el momento en que tengo la cámara en mano. La infancia no siempre es vista de la misma manera y al mirar a los niños me siento impresionada por sus expresiones y por la profundidad de un gesto o una mirada que te invita a imaginarte algo. Cada niño tiene un ritmo muy particular y de ellos siempre salen líneas que conforman la imagen. Simplemente uso la fuerza de ese momento para que la foto pueda convertirse en una historia.

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¿Planificas tus tomas o surgen, en su mayoría, de la improvisación?

AD: Son pocas las veces que planifico las fotos porque me gusta documentar exactamente lo que estoy viendo en un momento determinado. Pero a veces es necesario detenerse y observar lo que tienes ante tus ojos para pensar en una posible toma.

Lo que busco transmitir va a depender del momento y lugar en el que esté. El entorno siempre moldea mi expresión y representación de la realidad. Estoy conectada con la cotidianidad, con las emociones,  con la fuerza que puede tener nuestro día a día si miramos solo un poco más allá de lo que estamos acostumbrados a observar, ya sea un lugar, un objeto o una persona que luego se volverá permanente en mis fotos, y eso implica que formará parte de mi vida así solo haya pasado de manera fugaz.

Soy sensible a todo lo que me rodea, a veces más de lo que quisiera. Me dejo llevar mucho por mi humor diario.

¿Y el acercamiento? ¿Asombro por el detalle?

AD: Antes de hacer una foto, especialmente cuando trabajo el cuerpo humano, observo minuciosamente cada detalle, especialmente esos que, a veces, parecen insignificantes. No es lo mismo mostrar un cuerpo entero que tener una imagen cerrada de una cicatriz, por ejemplo, eso hace que te imagines quién es la persona o por qué existe esa marca. Esos mismos detalles son los que causan asombro y estimulan la imaginación del espectador, incluyéndome.

Acercarte a un objeto te permite autoanalizarte desde otro cuerpo: las muñecas, los tobillos, las rodillas, las venas, los lunares, los vellos y toda la composición del cuerpo hacen que nos diferenciemos uno del otro, pero casi siempre esos mínimos detalles pasan desapercibidos. La unión de todos estos forman una unidad: el cuerpo, pero al verlos de manera separada adquieren un carácter particular y dominante.

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¿Cuál es tu relación con la ciudad de Mérida?

AD: Mérida fue el punto de partida para que mis fotos hablaran por sí solas. Ahí conocí a personas maravillosas que hoy en día son grandes amigos que apoyan –a distancia– mi trabajo.  La fuerza de esa ciudad me condujo a expresar mis emociones. Todos los lugares que visité eran mágicos. Esas montañas me atraparon a tal punto de no querer volver a Caracas.

Viajé a Mérida por vacaciones, pero terminé quedándome casi un año. La primera semana que llegué hice un taller de Teatro con Gabriel Torres, mi profesor de Teatro Físico, y fue una experiencia increíble. Los entrenamientos eran fuertes pero las prácticas hacían que te conectaras contigo mismo al punto de dejar que tu cuerpo fuese tu guía. El cuerpo es el maestro y nosotros los alumnos.

Luego comencé a estudiar teatro en la UNEARTE y a trabajar en La Rama Dorada. Ambas cosas fueron un refugio para mí. Viví un tiempo con mi tío Luis Delima y él también fue un maestro y apoyo incondicional. Gracias a él conocí el mundo del arte y el teatro. Mérida, sin duda, era y es el lugar que me brinda más tranquilidad.

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¿Y con Caracas?

AD: Con Caracas nunca me sentí identificada. Caracas me genera ansiedad y nervios. Creo que tengo un amor-odio con la ciudad. Me gusta el movimiento artístico y la cantidad de lugares que hay para visitar, pero todo el ajetreo hace que me ponga de mal humor. Sin embargo, suelo ser muy paciente, entonces poco a poco he hecho más suave el hecho de estar en Caracas.

Tienes 20 años y perteneces a una generación que creció con una cámara fotográfica atada a los dispositivos celulares. Esto quiere decir que la fotografía se ha vuelto, con el paso de los años, algo popular. ¿Cuál es tu postura con respeto a esta popularización de la fotografía gracias a los dispositivos celulares?

AD: Con la llegada de la fotografía móvil las personas se han visto más entusiasmadas por mostrar el mundo desde una visión más individual, más particular y más intuitiva. Yo comencé a crear mi lenguaje con la fotografía móvil y, aunque ahora no lo hago de manera constante, es una herramienta que me permite reforzar lo que ya sé. Los dispositivos siempre están con nosotros y nos regalan la inmediatez que una cámara profesional no tiene. Sin embargo, considero que a veces hay un mal uso de esta herramienta. El hecho de tomar fotos y mostrarlas es una red social no te hace ser fotógrafo. La imagen tiene que ser estudiada y tratada de una manera detallada.

Con esto no quiero decir que no existan fotógrafos móviles. De hecho hay muchos usuarios que han repotenciado la imagen con la fotografía móvil. Así como hay otros que sobrevaloran la cámara cuando en realidad, en mi opinión, importa más el buen ojo que se tenga.

Por supuesto que la calidad de una cámara profesional será mayor a la de un móvil porque éste tiene muchas limitaciones, pero si se logra que una foto tenga la suficiente fuerza para llegar a las personas por medio de las diferentes redes, entonces ya hay un gran camino recorrido. Lo que transmita la foto va a depender del ojo fotográfico que tenga cada persona.

¿Qué tipo de cámaras utilizas? ¿Qué técnicas te llaman la atención?

AD: Uso una cámara digital réflex y la uso siempre en manual porque esto te permite decidir cómo va a salir la foto.

No suelo usar muchas técnicas, me identifico más con los estilos. Me gusta el documentalismo, el paisajismo y los retratos. También me identifico con la fotografía conceptual.

El Internet ha facilitado muchísimas cosas en el plano de la enseñanza de la fotografía. Aplicaciones, tutoriales, páginas y videos son herramientas cada vez más comunes a la hora de estudiar fotografía de manera autodidacta. ¿Qué tan importante es estudiar fotografía en un taller presencial o en una escuela especializada en una época donde la enseñanza pareciera no tener ningún tipo de barreras gracias al Internet?

AD: Estudiar de manera presencial permite una retroalimentación muy amplia que, quizá, haciendo un taller a distancia no puedas obtener. Pero trato con mucha distancia el tema porque jamás he hecho estudios virtualmente. Me gusta la interacción que hay entre profesores y alumnos. Hay detalles que pueden perderse si no se tiene una voz y una figura en frente que te guíen.

Susan Sontag escribió que “las fotografías alteran y amplían nuestras nociones de lo que merece la pena mirar y de lo que tenemos derecho a observar.” ¿Estás de acuerdo con ella? ¿Qué es lo que “merece la pena mirar” en tus fotografías? ¿Tenemos derecho a observarlo todo?

AD: Para observar tenemos que ver y mirar al mismo tiempo; fijamos la vista en algo, percibimos ese algo y, por último, comenzamos a examinar minuciosamente ese objeto, pero todo este proceso (que a veces es de forma natural) no es completado la mayoría de las veces. No siempre tenemos el privilegio de observar todo, para eso hace falta tiempo, confianza, valoración, empatía y conexión con lo que tenemos en frente.

No sé realmente qué es lo que “merece la pena mirar” en mis fotografías. Puedo escribirte mil cosas que considero importantes en cada una de mis tomas, pero en realidad queda de parte de cada persona decidir qué ver en mis fotos. Yo sólo decido la primera parte de lo que quiero mostrar.

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¿Todo puede ser fotografiado?

AD: Sí, totalmente. Hay belleza y asombro en todos lados. Se puede fotografiar cualquier cosa, lo importante es utilizar tu propio lenguaje, dándole sentido y valor a eso que queremos mostrar.

Desde tu punto de vista, ¿sientes que hay alguna conexión entre la fotografía y la literatura?

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AD: Roland Barthes en su libro “La cámara lúcida” habla del momento punctum del pinchazo, donde aquello que está en la fotografía es capaz de salir y darte un pinchazo. Eso mismo pasa con la literatura: nunca sabes cuándo vas a ser sorprendido por las palabras o por una imagen. Ambas van de la mano, siempre hay un trazo continuo.  Entre ellas hay un camino cómplice que nos permite indagar, buscar y luego esperar con ansias algún sobresalto. La palabra nos permite la construcción de un paisaje, de un objeto o de un momento. La fotografía, por su parte, nos lleva a querer habitar esa escena que es mostrada como un lenguaje visual.

Es necesario, para ambas cosas, tiempo, imaginación, amor y paciencia. Entre la creación de un poema o de una imagen puede haber una ruptura, un asombro, un diálogo interno, un apego, desapego o revelación. Todo es un puente que, unido a la realidad, a lo cotidiano, nos permite ir de la imagen a la palabra y viceversa.

¿Qué peso tienen las redes sociales en tu trabajo más allá de la autopromoción?

AD: Las redes sociales son el medio de difusión de mi trabajo. Sin ellas, quizá, hubiese sido más difícil que mis fotos llegaran a tantas personas. Además, gracias a ellas he conocido a gente que admiro muchísimo.

Hace poco tuve la oportunidad de estar en un rodaje como foto-fija y me contactaron gracias a las fotos que yo publico en mis redes. No imagino mi trabajo sin ellas.

Más allá de la autopromoción, existe una retroalimentación en cada plataforma. Así como yo comparto y publico información, al mismo tiempo hay otras personas haciendo lo mismo. Todo lo que comparto es porque considero que puede ser fructífero para los demás.

A su vez, creo que estamos tan saturados de información que a veces no la internalizamos como debería ser. Estamos en una época donde constantemente somos bombardeados de publicaciones y hay que saber qué nos aporta y qué debemos desechar. Hay que ser críticos en las redes sociales.

¿Cómo ves tu trabajo en un par de años? ¿Te gustaría exponer tu trabajo? ¿Crees que cambie tu manera de apreciar el entorno?

AD: No sé el rumbo que pueda tomar mi trabajo en unos años, pero sí sé que me gustaría ver mis fotos en una galería reconocida y en otros países. Desde hace unos meses he pensado en una exposición fotográfica pero considero que aún no es el momento.

Mi manera de apreciar el entorno va a depender de la situación en que me encuentre. No es lo mismo hacer fotos en una ciudad donde el temor nos invade y pensamos unas cuantas veces antes de sacar la cámara, a estar por las calles de Europa, o estar en África donde la pobreza abunda, por ejemplo. Hay lugares que me hacen ser más sensible y otros que me vuelven fría. El entorno moldea mi lenguaje, mis ideas y, por tanto, mis fotografías.

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