Cuatro poemas de Enza García Arreaza (Venezuela, 1987) ~

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Enza García Arreaza (Venezuela, 1987). Es autora de tres libros de cuentos: Cállate poco a poco (2008), El bosque de los abedules (2010, 2016), Plegarias para un zorro (2012), y de un libro de poemas, El animal intacto (2015). En 2016 fue una de las escritoras invitadas en el programa Ochenteros de la Feria internacional del libro de Guadalajara. En 2017 participó como residente en el Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa, así como en el programa City of Asylum-Pittsburgh.

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1

Querido Carl Gustav:

Mi primer coqueteo con el parricidio aconteció una tarde calurosa cuando papá interrumpió un episodio de Sailor Moon transmitido en Televen para ordenarme que le planchara una camisa.

Y,  ¿mamá dónde estaba? Oye, no sé, ceo que ya  por esa época asistía a terapia con un psiquiatra que le sugería respirar en una bolsa.

También fue en aquel entonces cuando manifesté curiosidad por el idioma alemán y supliqué inscribirme en algún curso.

Pero ambos ignoraron el llamado, es que en la tarde hay mucho tráfico, es que en realidad no nos importa que quieras ser brillante.  Papá y mamá no tenían más que un tiempo esférico y nublado para odiarse y tener un sexo con asco como si Pérez Jiménez estuviera sentado en una esquina de la alcoba donde alguien siempre tenía una crisis de nervios y ganas de rezarle a San Miguel Arcángel.

Ahora la gente se queja de padres helicópteros. Mientras tanto yo sigo buscándole salvación a unos fósiles. 

 

2

Leí que alguien escribe
con «valentía sobrecogedora».

Wow.

Yo solo escribo con pesar
hace tres días que no voy al baño

cuando se acaba la gabapentina
los 300 miligramos de paciencia digna
de Unbreakable Kimmy Schmidt
no queda otra que ser yo misma
que gozo una bola triste riéndome
de mi tía chavista que bota piedra
porque tengo un novio de ojos azules.

No queda otra
que regar mi planta venenosa
y soñar que un pollo en brasa me persigue
para ofrecernos
un dios de precarias connotaciones republicanas.

 

3

Cuando era niña
temía una invasión alienígena
aullaba en secreto cada vez que pensaba
en la nave nodriza
y además quería cogerme
a Fox Mulder.
Quizás por eso al mismo tiempo
temía que llegaran los hombrecitos verdes cabezones
o mis abuelos muertos a sancionarme
con fuego eterno
porque había descubierto
mi centro de gravedad entre labios mayores:
Qué infeliz era, Dios mío,
gordita y libidinosa
hija de pobres y taciturna
además creía que era muy bruta
y que jamás obtendría un empleo en el FBI.   

   

4

En nuestros delirios romántico-paranoides
James y yo nos preguntamos
si su agente de la NSA
también se hará la paja con mis fotos
si pensarán que soy otra narco muñeca
llenándole la cabeza de musarañas
a un principito inocente del midwest.

Después lloro
y James cierra los ojos
le hablo del hombre sin cabeza
que me sonríe cuando no tengo
más opción que respirar.

Tú crees que es amor
Pero solo es un viaje de medianoche
así dijo Brodsky
lo único que puedo citar de memoria.

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Poemas del libro inédito Hay una epidemia de rusos muertos.

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