Álvaro Macías Rondán (Jerez de la Frontera, España, 1992). Ha trabajado como redactor en las secciones de Cultura de El Mundo, EuropaPress, eldiario.es y 20minutos, así como colaboraciones en ROOM, CTXT, notodo.com, OcultaLit, Break y Canino. En 2016 publicó su poemario Los inocentes o las ruinas (Ediciones en Huida), del que ha salido la segunda edición corregida y ampliada. También ha participado en la antología Algo se ha movido. 25 jóvenes poetas andaluces (Esdrújula Ediciones, 2018). Fue miembro del extinto Colectivo Vitalismo, con el que realizó diversos recitales y performances. Publicó su segundo poemario, Como sobrevive lo débil, en 2020, nuevamente con Ediciones en Huida. Ese mismo año participó en el proyecto Inversos durante la cuarentena por el Covid-19. Ha aparecido en las revistas Casapaís y un camino de tierra en medio de la tierra.
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Los naufragios
El paisaje empieza en el porqué.
Rosa Chacel
Busca tu palabra que es ahora jeroglífico.
Busca el llanto de un padre, el ácido
olor a cereal de los orines.
Busca del tiempo un terremoto y vuelve
o sal a la vanguardia del pasado,
buscando de la libertad una salida,
de la delicadeza una madera corrupta,
del corazón que llames tuyo,
su mandíbula.
Y parte la quijada de ese extraño.
Extrae de su exhalo algo irrompible
y empuña ese escudo como lo que ahora eres:
el rey de esta intemperie que dominas,
la lluvia de este gris callejón con tu apellido,
el mes con el día al que te asomas.
Hay elección y aún no lo entiendes:
aquel que naufraga tiene también en su mano
alcanzar la orilla y escribir su nombre.
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Destino de sal
Otra vez aquí, en el destino,
en este cruce de uñas, en este secarral de lágrimas,
donde los castillos han dado paso a la intemperie,
los olivos a perfectas astillas,
el plural a un átomo horrible.
Donde tomarte de la mano es ahora un folio sucio orilla de la fiebre.
El destino está abierto como la tripa de los bueyes
o el pescuezo de un burro
y aquí me alimento de musgo y de pieles muertas
-patrimonio inhóspito del llanto-.
Me adelantan los días que no vivo contigo.
Me cae el sudor a chorros, su sal de simulacros.
Los anillos son triángulos de victorias perdidas.
La luna se hace hueco entre mis piernas
como un chamán dormido
que no ha deshecho el equipaje ni destensado mis fallos.
Error. Culpa. Jadeo vacío.
El pasado es el carbono en lejanos planetas.
El futuro, una coherencia gritando libertad por debajo de los manicomios.
Otros sí que saben de qué hablo cuando digo tu nombre
porque hablo el idioma de los que el amor ha doblegado.
Le importo a los perros.
Otra vez aquí, en el destino, aquí siempre.
No soportaré de nuevo el lastre inútil del mal olvido
porque he sido aquel que conoció el poder oculto del cieno,
de la broza, de la marihuana, del kumquat y de los besos:
agotamos el amor como una serpiente,
de un solo bocado.
De nuevo aquí, donde la noche me forja.
Donde la noche me forja
y extraño la hermosa pringue de las jacarandas,
la profana amistad de las peluquerías,
y me doblego a la avaricia final de la nicotina y el espanto.
Cerca está lo imposible.
Lejano lo demás.
Debiste, sin duda,
morderle a mi vida el corazón
si te gustaba lo amargo de su asunto,
si ya mordiste otro duro invertebrado
ser que nunca fuimos.
Debes ahora, sin duda,
marcharte, alejarte, irte,
dejarme aquí, de nuevo aquí, en el destino
con sangre de lobo y una cruz de gitanos
sobre el alma.
Con toda esta tristísima cohorte de lirios.
Y tal vez no grite. Tal vez ya nunca más grite.
Pero lloraré.
Y esa será mi venganza.
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Leonard Cohen
But let’s leave these lovers wondering
why they cannot have each other,
and let’s sing another song, boys,
this one has grown old and bitter…
Es más litúrgica la cama que no espera,
es más elocuente el semen como bestia,
está más desnuda tu mirada que no miro
porque en ese campo ya hundí todas mis bocas
y todo mi tuétano se volvió un mal demonio
pues en cada recuerdo habita un espejismo,
una ilusión de que el barco ya no es pecio
sino un fulgor triunfal entre los diques
del astillero del futuro que no llega,
y entro en mi cama como se entra en las escuelas
a aprender a olvidarte como se olvidan los hijos
del vientre y del juguete que se oxida,
como se olvida el mar del marinero,
como se rompe una ventana con un libro
de poemas que cayeron en veranos,
de historias tan salvajes que ahora vuelan,
donde nunca hicieron nido los fantasmas
porque creamos en lo oscuro un territorio
que sólo pueden habitar los que no fuimos,
y cierro los ojos con actitudes lejanísimas
al sentir un frío tenaz como una lluvia
golpeando el alféizar, llamándome a filas,
a volver a escribirte que no te echo de menos,
que si acaso escribir tiene razón para los locos
no soy menos cuerdo por decirte una mentira,
por tratar de comprender a los ahorcados,
por querer vender quincalla de nostalgia
al dios misericordioso de algún mito,
y sueño que no sueño que te tengo
aún entre mis brazos como en un mal almanaque,
que me sé cada taxi que pasa por tu puerta,
cada verbo que usas con extraños,
cada lunar cobijado entre tus senos,
porque amar tiene un cielo reservado
para aquellos que han sabido pecar.
Y supimos.
Pero no ignores que yo también puedo abandonarte,
que la derrota es un tren que no negocia,
que desconoces de mí lo que yo mismo desconozco,
que negarnos será sólo cuestión de perder el infinito.
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