Cinco poemas de Cecilia Silveira (Uruguay, 1964)

Cecilia Silveira (Montevideo, Uruguay, 1964). Vive desde el año 2000 en Córdoba, España. Ha publicado los libros de poesía Lo indecible en Ediciones en Huida, 2015; Ir, también en Ediciones en Huida, 2018 y Las decisiones en Editorial Cántico en 2021. Pronto será publicado el libro Eso que se asienta, al que pertenecen dos de los poemas que se adjuntan. Sigue escribiendo poemas.

~

I

 

hay un ceremonial que se asienta

en mi garganta

sube del esternón hacia la tráquea

tal vez su origen fue en mis caderas

o detrás de las rótulas

seguro la primera intuición

surgió al final de los talones

en ese sitio donde el equilibrio nace

se desplaza

y llega al lóbulo frontal

en una milésima de expiración

hay una rutina en mis pómulos

un imperceptible tintineo sin sonrisa

cada vez que distingo

eso

que me hace peregrinar a la raíz

hay un rictus a punto de instalarse en mis labios

hay una intuición

oscilante

y todavía no han llegado todos los invitados

                                                                                   (Inédito – Eso que se asienta)

 

⁂ 

II

 

en un corsé de huesos color ébano

se transportan palabras

por un pasillo limpio

vuelvo a contar mis dedos

no es un sueño

cuento las gotas de agua de un vaso

que se asienta

sobre un mantel en llamas

vuelvo a contar mis dedos

una avalancha lenta

impulsa pájaros por la escalera

hay ríos en ascenso

llevo atados al cuello

los minutos de infancia

no es un sueño

hay vocales en formación

hay una intemperie

vuelvo a contar mis dedos

es apenas

el miedo

 

(Inédito – Eso que se asienta)

 

 

ac

                                                                ahora que me desconozco voy a inventarme                                                                                                                                                                                                                                                                  

Me dijeron que no entendían mis manos.

Ese fue el primer descubrimiento.

Mis manos eran mías.

Tenía seis años y unos ojos hacia dentro.

Una niña con el pelo como olas en la tormenta.

La sombra de la parra en el patio,

todo mi universo.

Tenía que arrodillar las ideas ante la mayoría.

Por eso, las náuseas antes del desayuno

decidían por mí.

La democracia de familia era la causa.

Fui feliz, fui azul o fui miel.

Había que experimentar.

Ese fue el verbo.

Y así fueron mis primeras decisiones:

inolvidables.

                                                           cuando comprenda el paisaje voy a cambiarlo

 

                                                                           (Las decisiones, Editorial Cántico, 2021)

 

                                                                                                          aa

a propósito de otros lenguajes

Llego al patio interior.

Cuatro niños se balancean en una hamaca,

como planetas en torno a su origen,

con su propio ángulo de rotación.

Envidio la ternura de sus cuerpos espaciales.

Cuatro niños juegan,

me miran, me sonríen.

Levanto mis nudillos y saludo,

como un viajero en busca de su órbita.

Camino hacia ellos, me pregunto

de dónde vienen, adónde van los pensamientos.

Cierro los ojos, me sumerjo en la brisa seca,

y me atraviesa el aroma de mi madre,

el roce de sus dedos,

que peina y peina mis rizos.

 

                                                                a propósito de imperceptibles primaveras

 

                                                                          (Las decisiones, Editorial Cántico, 2021)

 

 

29

 

Abrimos una puerta en el mar

y nos sentamos a percibir.

Las corrientes traen la voz

de lo que vive en el agua,

y llegan los restos

de un naufragio del futuro.

Con vigas a merced de una brisa

que va desarmando

una estructura inhumana,

así se crea un soporte

para cruzar al lado sucio del respirar.

Un puente nos deja morir con sigilo.

Cerrar la ventana del horizonte

no es la solución que llega.

Hay que ir hacia la catástrofe

con la calma de una libélula.

Así es el instante que se esconde

detrás de una tormenta en el mar.

                                                                               (Ir –  Ediciones en Huida, 2018)

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