Cinco poemas de Jorge Morales-Corona (Venezuela, 1995)

Jorge Morales-Corona (Coro, 1995). Es médico cirujano, escritor, editor y diseñador venezolano. Fundador de Ediciones Palíndromus, Awen (Revista literaria y editorial), Ant[rop]ología del Fuego. Ha publicado libros de poesía, cuento y crónica, entre ellos: «Escribiendo en Tierra de Nadie» (2013), «Y será de nuevo ayer» (2020) y «La jaula que fuimos» (2021). Ganador del IV Concurso Nacional de Joven Poesía Hugo Fernández Oviol (Venezuela, 2020), el IV Premio «Caperucita Feroz» de Cuento (España, 2020), I Slam Poético 0212 (Venezuela, 2020) y del IV Premio de Cuento Santiago Anzola Omaña (Venezuela, 2019). Resultó Primer finalista del X Premio de Literatura Experimental Sporting Club Russafa – Carlos Moreno Mínguez (España, 2021) y finalista en el II Premio Franco-Venezolano a la Joven Vocación Literaria (Venezuela, 2018), entre otros.

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Te acercas en sombra

 

Hay en ti la esencia

de la luz plegada

en los bordes del cuerpo

 

te acercas en sombra

dices

lo que mis labios pueden esconder

 

habrase visto esta conjunción de la muerte

entre los sables de los guerreros

 

donde el dolor escoge lo que la palabra permea

 

una exclamación de último suspiro

de tu garganta habitada por la sabia padre

antes de que tu sombra habite mi luz

devore el pliegue del cuero endurecido

y seamos por un instante

la muerte del otro

 

te desprendes en la luz líquida

que mana del intenso fragor

me dices deuda y te respondo d(e)uda

 

no nos habremos conocido más que por lo caníbal

dueños del instante moribundo

que respondió ante nuestra liberación de gritos

 

ven, nombre anónimo

que la revuelta de nuestra causa

aún no ha muerto

 

muere dentro de mí

antes que nos abandonen la sombra

de lo que creamos en el aullido

 

 

 

Los caminos a mi cama

son un breve etcétera

varios libros que rayé en su borde

un ojo herido por la letra

o tal vez un segundo intento demasiado inútil

 

hay tanta vida entre sus arrugas

que mi cara es un ir muriendo

para vivir en el tránsito de los cuerpos

 

dejo en el latido la cosmovisión de mis amantes

luz abatida    desnuda        impostergable

denaria lastimada en el borde de la boca

asunción en desuso o crisis del sentido

 

la herida en mi almohada ahoga la tarde

y, como escribió Pérez Só:

nos sabemos muertos de otro sueño

 

 

Veinticuatro horas antes del despegue

vine a darte la ofrenda en mi cuerpo

un pedazo de tierra marchita

en la espera de ser algún día cosecha

pan de vino repartido antes de la traición

por eso de la fiesta de resurrección y muerte

al tercer día de lamer las llagas de tus manos

o chupar del costado tu agua salada

 

en mí tu palabra no basta para sanarme

no, solo hunde más la espina en mi frente

 

veinticuatro horas antes del despegue

fui sacudido por la sangre de tu guerra

y quedé terreno baldío

 

 

Nos fuimos de la casa por la tempestad

hubo perdigones en sus paredes

el panfleto de un dolor en la entrada

y varias grietas extensas

 

pero del oficio del fuego

poco salvamos

 

sed prontitud

nadamos  hogueras

 

 

Padecer (antes de la Fluoxetina)

 

Padecer de tristeza

dibujar líneas en una terapia que termina en llanto

tampoco acudir sin demora a los amantes

y los excesos del trago

 

padecer la ciudad

como si se precipitara una tormenta en la garganta

 

padecer la demora

en el instante en que nacemos del poema

para quedarnos sin palabras

 

padecemos de lo que ignoramos

hacemos del silencio una casa para herirnos

 

y padecemos de tantas cosas

que al final

yacemos curados (sin saberlo)

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