Tres poemas de Vincenzo Leonardi (Italia, 1996)

Vincenzo Leonardi (Nápoles, Italia, 1996). Egresado y máster en Lenguas y Literaturas Europeas por la Universidad de Nápoles “Federico II”; se especializa en Lengua y Filología hispánica y en Traducción literaria dirigido a las editoriales. Actualmente es doctorando en Filología en la Universidad de Nápoles “Federico II”. Ha publicado el poemario La notte sulle spalle (Controluna, 2022) y algunos de sus poemas han aparecido en revistas como Águila del Cáucaso, Azogue y Campos de plumas.

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La paloma (canto para un corazón)

E mi sarai lontano mille volte,

e poi, per sempre.

Pier Paolo Pasolini

 

Andar

nada más que andar.

 

Pueblo del villar:

en el asfalto

contra las nubes

entre los vientos

tengo a mi lado el mismo reproche:

yo soy.

Mientras lo digo

una esencia va pulsando

las arterias del aquí y ahora,

carrera incandescente

recordando que aún estamos vivos.

(¿Quizá sea este el latido

de quien ama?)

 

Una paloma

vigila desde la torre

la mar agitada de los olivos.

 

Te recuerdo.

 

La imagen resbala

en el camino

y yo, estúpido, respiro el amor

de tu campo.

 

Es tu imagen

 

y se abre en la cola

de un frío feliz que se levanta.

La belleza, en una hoja

virgen,

desprendida del tiempo y del espacio,

evoca dentro de mí

el alba

de las casas dormidas

donde nos perdemos en la noche

que aún nos pertenece.

 

Como esta paloma

que con sus alas abiertas

se prepara

a alcanzar

los nuevos claros del bosque,

nuestro encuentro

fue

un eterno presente sin causas

ni promesas

(prometer es repicar

las campanas a los muertos).

 

Sentir

lo que no hemos sido

es conciencia del esperma

en un vacío de lluvia.

 

Una aceituna

cae de la rama y todo permanece

quieto.

Habrá merecido la pena.

 

 

El disparo

 

Un paso tras otro

la cámara va oscilando

desde el cuello

con su pesadumbre de oro.

 

Cada clic con su objetivo.

Cada clic con su proyectil.

 

Hay un hilo de araña

que en la frescura

vincula el acto de hacer un clic

al acto de morir.

La cigala

el matorral

la montaña

son víctimas y modelos

de un tiro que fija

la forma

más allá del infierno y el paraíso.

Un gesto, un arranque

—¿bastará? —

y un relámpago

ya habrá discurrido eternamente

en nuestros cabellos.

 

Ven,

saca esta última foto

antes que el ocaso

escupa su llama en los luceros,

antes que el alma desangre

la identidad

desde mi boca.

 

 

In principio erat affinitas

 

El génesis

se parece a un vestido familiar

que nunca se ha visto.

Puede que sea el tuyo,

el de tu madre,

arrancado por los años.

Sigues poniéndolo

apretándolo

queriéndolo,

sabes más que yo

cuántos colores tiene

cuántos colores rodean

tu vientre

como un arco iris

que colora la fragilidad

desnuda ante el secreto.

 

Se parece a un entresueño

cortado,

a un llanto indecible,

al canto de una piedra

rodando por las veredas,

huyendo de las garras

de palacios e iglesias.

Se parece a la otredad

que el cuchillo atraviesa

y, sin doler,

raspa la cabeza

como un huerto de silenos

(¡el estupro también marca el desarrollo!)

 

La noche de verano

levanta el telón de nuestras charlas

y las fantasías

se abrazan, se confiesan

a un público muerto

 

porque el génesis

es un temblor

un infarto

una asfixia

que la juventud padece

en su corazón

 

sin ninguna deuda.

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