Un poema de Paula Lupiáñez (Málaga, 2002)

Paula Lupiáñez (Málaga, 2002). Estudia Traducción e Interpretación en la Universidad de Málaga. Lee, escribe y divulga literatura a través del canal de Youtube realistamágica. Finalista en el certamen de literatura Málagacrea22 en las categorías de poesía y narrativa breve. Ha colaborado con la revista de poesía Zéjel (nº. 8, mayo de 2023) y la revista cultural La Letra de la Universidad de Málaga (n. º4).

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Un antro cansado

 

En ese antro solo entran

las personas desesperadas.

Para pasar muestro el DNI

al bulldog guardián de The Rocking Pub.

lo lee:

—Joven, sola, niña,

la primera vez que entra,

excéntrica, desprevenida

y le sobran las palabras.

—Sí, ese debe ser mi nombre.

—Firma aquí.

—Gracias.

 

Dentro de la Rocking

se comprimen los espíritus,

unos cuantos gimen, pero esos no están en la entrada.

Me recibe una de ellas.

—Hay mojitos a la izquierda,

maduritos a la derecha,

el baño está ahí atrás

y tú me tienes aquí delante.

Esa mujer podría haber sido

el amor de mi vida,

mi mejor amiga,

mi escritora favorita,

o una madre cariñosa,

pero era una pava que se llama Maryam

y que proviene de una costa

desconocida

que huele a cigarros.

 

Cuando te ofrecen un regalo

es difícil resistirse, pero antes de abrirlo

pienso: ¿me gusta su forma,

me gustará su contenido?

(Me refiero a sus palabras, entiéndame).

¿Merece la pena manchar las manos

con esto?

Podría abrir todo a mi paso

o guardar las manos en los bolsillos.

Mantener el misterio

hasta que llegue el regalo ideal.

Tal vez cuando lo encuentre

no me lo ofrezcan

y lo tenga que robar/ganar.

Aunque tengo miedo

de quedarme sin regalos

por pedirle demasiado

a unas cajas llenas y vacías de nada.

 

Como sea, la chica llevaba escrita

en la frente una frase de Bukowski,

así que le dije: sí, sí,

vamos a por mojitos

(o doritos, no sé qué dije).

La mujer tomó mi mano

y me recordó a la mano de mi padre

que me guiaba por la calle

para no tropezarme al andar.

Ahora esta mujer me guía

hacia un nuevo tropiezo,

o tal vez a un pozo sin fondo,

caída en picado hasta el cielo

(el fondo del váter de vómitos).

 

Con el peso de la copa a las espaldas

los espíritus del antro se transforman.

Al lado de una mujer sola

ahora hay una sola mujer

de rizos acarbonados

y sus manos son las únicas

que existen en el universo.

(Los reyes siempre me traen

carbón y regalos).

—¿Tú cómo te llamas?

—¿Yo? Hoy no tengo nombre —Maryam

dice que soy graciosa,

pero a mí no me gusta que me tomen

en broma.

—¿Te puedo llamar Laura?

—Claro, ¿lo dices por Esquivel?

—No sé quién es esa, lo digo por Laura no está. Laura se fue♬.

 

Quién. Se supone. Que es. Esa.

 

Laura asiente a la rubia.

Maryam seguía siendo la única

que le había prestado atención.

Si no hubiese llegado ella, ¿alguien

hubiese llegado?

Los envoltorios se revuelven a su alrededor.

 

—Así que te gusta Bukowski —dije.

—Sí, me representa.

—Qué triste.

—Y qué fácil,

ganarte la vida escribiendo

sobre cerveza, mujeres y esperma.

¿Nadie ha escrito sobre óvulos aún?

 

Maryam ya me agradaba más,

pero vaya, que en noches como esa

daba igual a quién odiaras.

Y en lugares como este

da igual lo que busques,

no lo vas a encontrar.

Esa frase de Maryam

puede hacer que me enamore,

que me caliente,

que nos teletransporte a mi cuarto

solitario,

descuidado,

y que follemos y le haga el amor a una frase

o a una mujer que podría ser el amor de mi vida

o mi escritora favorita,

pero que no lo es.

 

Esa noche hubo un crimen.

al despertar, el amor

de mi vida murió,

solo estaba Maryam desmaquillada.

Y en el diccionario mojito-español

sus palabras de ayer no significaban nada.

despertó y dijo:

—Buenos días, Paula, un placer

pasar la noche contigo.

Tras eso saltó por la ventana.

Me pregunto: ¿qué buscaba ella?

¿Lo encontraremos algún día?

Según mi compa’ de piso

lo que buscaba era sencillo:

mujeres, cerveza y la puerta.

 

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