Alba Moon (Córdoba, España, 1993). Graduada en Filología Hispánica y máster en Literatura Española e Hispanoamericana, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Sus composiciones poéticas han aparecido en multitud de antologías como La Grieta (Bandaàparte Editores 2017), Ni diosa, ni dulce ni serpiente (Diputación de Córdoba, 2021) o Cuando dejó de llover (Sloper, 2022). También en revistas como Anáfora, Caracol Nocturno, Apostasía, Invernadero o Piedra del Molino. Ha sido finalista de la edición V de Ucopoética, de la edición XXXI de los Premios Madroño en la categoría de relato y de la 77º edición del Premio Adonáis de Poesía. Además, ha sido invitada a festivales como Cosmopoética, Perfopoesía y Un océano sin orilla, este último organizado por el TBA21. Ejerce como editora y periodista de diseño y se declara una amante incondicional de las sillas icónicas.
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ghost story
estoy tan aburrida que querría apretar algo flácido y esponjoso y hundirme en todo lo que tiene sensación de muerto. hace días que trato de revivir mi facebook en un intento desesperado de decirle al mundo que todavía existo. y hace días que al postear algo siento que estoy gritando frente al páramo de comala. podría publicar una foto grotesca estrujando la carne fofa de mi barriga o las vísceras de un gato moribundo y no recibiría ningún comentario ofensivo. me he vuelto un fantasma en el feed de cualquier amigo virtual, me ignoran igual que a la grasa derretida de una campana extractora. no soy posicionada por ningún ecosistema algorítmico porque habito una nada yerta en medio de fake news. solo me limito a espiar lo que hace el prójimo en penitencia silenciosa. comentarios cruzados donde braman, se escupen y se salpican; una orgía donde facha muerde a progre, progre lame a woke y woke pone erecto a facha reprimido. la gente que conozco sigue nadando en esta misma piscina a metros de profundidad, exponiendo públicamente a sus hijos como vírgenes bajo palio, despidiéndose de abuelos moribundos, presumiendo éxitos… soy consciente de que ha pasado tiempo desde que crucé la puerta a esta sociedad del espectáculo. las peticiones pendientes ascienden a 346 personas que esperan con paciencia asomarse a mis deseos. no sé quiénes son, ni cuántos años llevan en esa lista, aunque dudo que la llama de la curiosidad se haya mantenido imperturbable. todo lo que antes parecía estar ahí fuera, anhelando alguna actualización sobre mí, ha desaparecido; por eso me pierdo fútilmente entre la vanidad y lo inerte. las nuevas notificaciones avisan sobre el cumpleaños de un amigo de la infancia. he entrado a su perfil para comprobar si la gente sigue escribiendo felicitaciones en su muro. “espero verte pronto”; “te deseo lo mejor”. nunca agradecerá ninguna de esas palabras porque murió en un accidente de tráfico en noviembre de 2017. pero ser o no ser no es algo que en esta dimensión pueda cuestionarse.
