La necesidad de la transgresión en la creación artística, por Benjamín Ibarra y Esteban Céspedes (Chile)

Benjamín Ibarra (Viña del Mar, 1986). Licenciado en Artes con mención en grabado por la Escuela de Bellas Artes de Valparaíso, Chile. Artista visual y docente de arte, su trabajo está especializado en dibujo, pintura y grabado.

Esteban Céspedes (Viña del Mar, 1985). Doctor en Filosofía por la Universidad de Frankfurt, Alemania. Profesor del Departamento de Filosofía, Universidad Católica del Maule. Su trabajo de investigación está enfocado en epistemología y filosofía de las ciencias.

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La necesidad de la transgresión en la creación artística

La noción de defecto parece estar ligada al suceso de la transgresión, y no necesariamente por un efecto meramente normativo, sino también al enmendar en el arte la libertad que merece. Es decir, las convicciones del arte como disciplina irremediablemente deben ser subjetivas y apuntar al plano receptor que acoge su lenguaje, transformándolo en un plano objetivo (o de cierta objetividad). Pero no por esto el evento del defecto debería estar asociado a la naturaleza como un espectáculo a juzgar, ya que también puede enraizarse en ella como lo ya existente y realizado artísticamente. De la naturaleza, junto con sus defectos y en función de la tecnología, emana un quiebre en la representación, ya sea desde lo ideológico o desde lo existencial.

La transgresión implica el traspaso de límites, rupturas y, quizás en este sentido, defectos. Al interpretar esto enfocándonos en los aspectos normativos de este proceso, debemos identificar la norma o conjuntos de normas que pudiesen ser transgredidas. Pero también podemos enfocarnos en el movimiento que genera la ruptura normativa misma, el que, en muchos casos (quizás en todos), involucra un devenir desamarrado de normas. Identificar este aspecto caótico de la transgresión creadora es probablemente más difícil que identificar un sistema de normas con claridad. Y ésta puede ser la mejor razón para embarcarse en tal tarea.

Los artefactos tecnológicos socavan transversalmente a las personas, entendiendo lo natural como un suceso creador que es parte del terreno orgánico. Los artefactos y las personas se entrecruzan constantemente desde pretensiones, observaciones y proyecciones. Así, toda teoría de la representación artística debería involucrar aspectos de una teoría del conocimiento. Pero con ello, también debe involucrar una ontología, es decir, un conjunto de postulados sobre lo que se asume como real y lo que no. Debemos preguntarnos si queremos postular una separación estricta entre la naturaleza y lo humano o entre el desarrollo geo-biológico y el tecnológico.

Entendida como extensión de la naturaleza, la tecnología y su práctica, vista como herramienta activadora entre la idea y el objeto, facultan el desarrollo de un producto. El martillo y el cincel, considerados como objetos independientes entre sí, requieren ciertas técnicas para ser usados. Además, cuando son considerados unidos, implican un conjunto de prácticas tecnológicas. Esculpir sólo con un cincel o sólo con un martillo es posible, pero haría de la creación de forma una transgresión tediosa, tanto para el material como para la mano creadora. Es aquí donde lo normativo en función de la técnica y de la tecnología posee rasgos intransables. La piedra representa parte de la naturaleza y quien la esculpe la transforma. Esta transformación requiere de la herramienta de metal, natural también, pero modelado para enfrentar la forma de la piedra. El martillo impone su fuerza también. En este desglose se observa cómo los aspectos técnicos en el arte se configuran desde el modo y en función de un efecto buscado, un objetivo, tal que los defectos en la técnica no permiten consolidar el proceso de ejecución de la obra. De hecho, lo defectuoso es caracterizado por su oposición a lo funcional. Se podría considerar una verdad el hecho de que el metal modela la piedra como el agua extingue al fuego. Así, al parecer, los defectos, efectos de transgresión, no ocurren sólo en el campo de lo técnico. Si esto es así, ¿cómo se podría hablar de él con relación a la representación artística, pensando además que someter el mensaje de la obra a un juicio valorativo implica entramparse en una norma? La noción de defecto parece entrar a un plano distante desde estas consideraciones.

Una manera sugerente de abordar estas cuestiones podría guiarse por lo siguiente. Consideremos lo dado o fijemos cuáles son los hechos posibles y cuáles los actuales o definamos algún límite entre lo real y lo ficticio. A partir de estos tipos de delimitación inicial podemos obtener objetos, rasgos y procesos, además de diversos relatos, unos más abstractos que otros. Éstos no son simples elementos adicionales al paso anterior, sino que permiten generar nuevas posibilidades y hechos, reproducir diferencias y modificar las viejas.

Sobre esta base, la noción de naturaleza puede ser un conjunto de hechos unido a un conjunto de posibilidades. La piedra puede ser descrita mediante un conjunto de hechos y un conjunto de posibilidades. ¿Pero qué es lo ficticio de la imagen pensada por el escultor? ¿Qué es lo actual? ¿Cuál es el conjunto de normas asociadas a la piedra? ¿Cuáles son las leyes que permiten unir representaciones, acciones, forma y materia? Al parecer, una ley de este tipo permitiría abordar la pregunta por los aspectos técnicos de la transgresión. Podríamos decir que la transgresión técnica ocurre en un nivel normativo distinto del nivel según el cual podríamos decir que el proceso creativo es un proceso natural más. En este nivel de cosas, quizás no hay transgresión; la norma natural sigue inmutable su curso. Pero nos acercamos al acantilado del determinismo. Aceptarlo en términos absolutos implica una nueva transgresión: la transgresión contra la libertad creadora. Vemos así que lo que comienza como una inofensiva estratificación conceptual puede producir una tensión dinámica entre tipos de normas.

Lo normativo se expresa en el engranaje que condiciona un objetivo y cuya coherencia se hace permeable en la medida en que sus bases establecidas regulan una estructura. La noción de proceder hacia un efecto puede implicar un acto de creación (desde una noción histórica y social, por ejemplo), pero la noción de romper con una cierta funcionalidad también. En música hay lenguajes regidos por las notas que condicionan la disciplina. Pero también está la improvisación. ¿Qué tipo de entidades pueden condicionar un lenguaje artístico? ¿Y cómo pueden hacerlo? Además, ¿cuál es el lenguaje fundamental de un proceso de transgresión? ¿Sería el lenguaje artístico mismo?

Si consideramos al arte como ficción, podemos ver su naturaleza impredecible. La historia puede regular lo realizado haciendo de norma estática, defectuosa o no. Pero, por otro lado, el escultor posee en su conciencia una libertad creadora y su idea, por muy abstracta que sea, es la nueva clave normativa, que es también orgánica y que regirá su modelo a ejecutar. En estos casos el determinismo puede perder su fuerza, el orden que observamos en los aspectos que rigen, por ejemplo, una sociedad o la naturaleza misma, con sus estaciones y ciclos concretos, a los que creemos ya estar adaptados. Y de algún modo, el límite entre lo real y lo ficticio podría estar dado por el individuo y su escenario. Esa teatralidad se sintoniza con la ficción del querer hacer algo, ya que su esencia da un testimonio siempre transversal y cuyo valor le permite al tiempo dar presencia u olvido.

Es quizás aquí cuando la disciplina puede escuchar a la norma y sus efectos podrían perdurar.

Enfoquémonos en la relación ya mencionada que podría existir entre el carácter ficticio del arte y su carácter impredecible. En cierta medida, un ente de ficción es resultado de la transgresión de una norma; la norma de lo que ha sido previamente definido como lo real. Por supuesto, un proceso ficticio puede seguir sus propias normas, también irreales. Pero es necesario poner énfasis en lo siguiente: Lo que parece distinguir a los procesos ficticios de los demás es la vaguedad que éstos implican con respecto a lo transgredible y a lo intransgredible. Y con esto, parece también particularmente difícil separar, dentro del plano de las ficciones, lo efectivo de lo defectuoso, el arte del caos.

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