Juan José Rondón Duque (Caracas, 1987). Ha sido viñerista, pastor de ovejas y mano de obra en diferentes construcciones. Destacando el edificio L’arbre blanc en Montpellier, votado como el edificio más bonito del mundo en el 2019. También es jefe de escuadra en el sector de conciertos, destacando participaciones en los espectáculos de Bruce Springsteen, Coldplay, Roger Waters y Madonna. Con la obra Los abismales gana la IX edición del Concurso para Autores Inéditos mención Narrativa (2013) de Monte Ávila Editores Latinoamérica. Su segunda publicación es un poemario llamado Recordando la belleza por la editorial Olé Libros que aborda el mito de Narciso. Actualmente reside en Barcelona, España y disfruta de tocar la armónica.
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La muerte de Narciso
Se acerca el rostro a su rostro,
el molde de la máscara está completo.
No hay investidura más perfecta
que el borde del agua sobre la piel.
Observa
el agua tiene tu forma
¡Estás hecho de sueños!
Y en el eco lento de las ondas acuáticas
escuchas:
Han sucedido cosas dentro de mi
como naufragios en el mar Egeo.
Húndete Narciso
que la presión del agua destruya los ojos
anule los tímpanos
y que solo el sentimiento sumergido
delate el secreto:
de la belleza, la inocencia es el velo vítreo
de la belleza, la violencia es el éter.
Y en la última de las visiones
un vestigio final de Eco
invocando el lenguaje misterioso
del amor perdido
que intenta acudir, aunque sea demasiado tarde:
Narciso
en el fondo
de lo profundo
de lo hondo
aguarda las alas de Ícaro.
*
Quiero ser mujer
Quiero que el erotismo me pertenezca
para dejar reposar la nada en la nada
mientras contengo en la mandorla hecha de mis piernas
al tiempo
al espacio
y al vacío.
Quiero ser mujer para observar al hombre
que es mi padre
y a la mujer que es mi madre,
y al hombre y al padre que soy
y a la mujer y a la madre que soy
y hacer del centro de la mandorla en mis labios,
un hablar,
un amar
y un gozar.
Quiero ser mujer para escapar del suplicio
de reivindicar el pasado
al tener que afilar mi espada
en la piedra de la falta
y que sea la palabra
y no la herida
la llave que abra todas mis estancias,
haciendo del centro de la mandorla en mi pecho
una entrada,
un pasaje
y una salida.
*
El ensoñamiento de Narciso
Extranjero en los dominios de una flor
de infinito blanco
y de todos los colores
donde sobre la vastedad de un pétalo de silencio
una abeja se posa.
Narciso, perdido en su belleza,
como un dios extraviado en su propia creación,
con un retoño soñado
como un primer significado
dentro de una garganta herbaria
decidiendo si ser pronunciando
o engullido.
*
