Brian Durán Fuentes (Ciudad de México, 1990). Actualmente radica en Dallas, Texas, y trabaja como intérprete médico en un hospital. Obtuvo su Maestría en Escritura Creativa por medio de la Universidad de Salamanca. Ha publicado en revistas: Cuaderna vía Vol. 2 No. 1, Oyez Review Vol. 50, Thimble Magazine, Voicemail Poems, Irrradiación No. 13. Tiene un poemario por publicarse: Laúsfera, por medio de Editorial Adarve.
*
Mañana siriana
Yo procuré convocar el poema
un miércoles que no fui al trabajo.
Limpié el cristal, la mesa del traspatio,
fui paciente con la grama, el polvo.
Y procuré convocar el poema
pero la canícula no cedía.
Era rubia, de hocico podrido,
las lombrices le hurgaban las garras.
Quería las fresas sobre la madera
pero algún musgo ya las besaba.
Quería el queso suizo, las moras,
pero las moscas ya sobrevolaban.
Yo infundía a Yarí sublimada
pero ya la yerba estaba rancia,
la bombilla se torcía hacia Marte
y mi mate trasminaba el agua.
Y giraba el Pescado Rabioso
pero aquel disco se redoblaba,
y la aguja se enredaba con pelos
de los perros que me importunaban.
La voz de Spinetta se ahogaba,
pues se mal viajaba la tornamesa
mientras la otra yerba se negaba
a encenderse y darme un suspiro.
Después yo precisé leer a Borges,
pero no atendió a la portada
cuando yo tocaba con el nudillo.
Sólo refutaba sus traducciones.
Lo escuchaba renegar dormido,
le reclamaba a Aleister Reid sus versos.
En Poema del cuarto elemento,
por anáfora dictó artificio.
Y procuré convocar el poema
Pero al final me di por vencido.
Astutos, los perros tragaban fiambres.
Roja la canícula, bostezaba.
*
Viñeta de una tienda de segunda mano en Garland
Un caballero de cerámica,
resguardando una vitrina hecha astillas,
sin precio ni adorno.
Vivo enamorado de un torso delgado
sin brazos, sin piernas, sin rostro,
apenas un sobrero rojo sobre el ombligo
y una falda por la que ruego a las polillas
tengan prudente y eficaz apetito.
La máquina de refrescos sin marca,
la de frituras caducadas hace décadas,
son juglares que día y noche cantan
en el idioma de los refrigeradores.
Voces sin cuerpo narran somnolientas
un partido de béisbol infinito.
Filas de pasajeros con cabeza de garfio
esperan impacientes a los trenes de juguete.
Por el día rezo nunca falle el filo de mi sable
y por las noches aún más vigilo,
no sea que acompañado de rayo y relámpago
regrese mi blanco y estoico enemigo.
*
Tzompantli
Me hice una broma a mí mismo,
até una pulsera de tonos azules y violetas
donde debiera haber relojes,
o eslabones de dientes de camellos,
o la hebra que se me enmaraña
y siempre falla en resistir mi despertar.
Nada.
Se ausentaron sobre mi piel pálida,
al menos una semana,
al menos una vez al año,
y me fui tan lejos que parece que nunca me fui,
a sitios que no me extrañan,
por recuerdos que no me pertenecen.
Sólo las urracas me recuerdan.
El cielo promete lluvia y no cumple.
Dulce mérito tiene la invisibilidad del poeta.
Puedo beber un litro de pulque,
con cempasúchil en las encías,
a la sombra del tzompantli,
a la espalda de la basílica,
recitar el Altazor,
en el parque,
atentar alejandrinos,
cortejar una anáfora,
conspirar el artificio,
hermanar con Huidobro,
esquivando los adjetivos en la banqueta,
murmurar una muerte mundana,
porque sólo la vida bien vivida
huele a muerte.
Puedo ver a los niños vestidos de calaveras
y mariposas y murciélagos y fantasmas,
pidiendo dulces en los pasillos del mercado
Y nadie me reprocha si sonrío como si fuera a llorar,
nadie me impide que le suelte la mano a mi madre.
Me hice una broma a mí mismo,
até una pulsera de tonos azules y violetas
donde debiera haber relojes,
donde debiera estar esperando la noche
o esperando a trenes que sé que nunca llegan,
para que cuando el tiempo me dejara atrás
y me cerrara la puerta con las llaves adentro,
no pudiera verle la cara, sólo la cruz del olvido.
*
Caballito de tequila, caballito de mezcal
Fuera el vidrio muy escaso,
o que las arenas del desve-
lo amenazaran con escaldar
tu piel con su indigesta y flui-
da ira que se desliza cual sa-
lamandra que fetichiza devo-
rar la grama y chapulines que
prosperan en todos tus silen-
cios y ensoñaciones frente al
espejo,
habrás de buscar son-
risas en cucharones de fon-
das de fin de siglo, en las ta-
parroscas que retratan holo-
gramas de monstruos de bol-
sillo, caparazones de tortugas
extintas en el jardín de tu a-
buela, caballito del diablo, del
sol y de la luna, defensa alta
como ninguna y efecto espe-
cial al convocarlo al campo
de batalla:
reba-
naras limones o naranjas, la
sal de gusano formará mon-
tículos sobre platos de barro.
Una vez por turno, sacrifica-
rás tu hígado al dios del infra-
mundo y encarnarás al cone-
jo de la luna en posición de
baile.
*
Comerciales 1997 (Vaporwave)
El sol, el agua, el tiempo,
Elementos que le quitan color
Y brillo a tu cabello.
El tinte Motif de Clairol:
Máxima duración del sentimiento,
De la raíz a la punta.
Los Pingüinos Marinela,
Doblemente deliciosos.
Dos como la sombra y el reflejo,
Dos como las espadas del reloj.
Para nosotros esto es normal.
Frutástica no es jugo ni soda,
Es el sabor de lo nuevo,
Sueños que se transfiguran
En el curvo envase de la psique.
Es la bebida más rara del mundo.
Siente toda la frescura floral
Del mejor suavizante para telas.
Dile no a las arrugas.
Ya todos nos sentimos bien con Downy.
En México todos ponen su toque:
Picante, agridulce, salcochado.
Sal La Fina es razón del sazón
Y el fin del corazón es un recuerdo.
