Laura Andrea Garzón nació en Bogotá en 1992. Estudió Literatura y Arte en la Universidad de los Andes y actualmente estudia una maestría en Gestión de la Cultura en la Universidad EAN. También cursó el MFA en Escritura Creativa de la Universidad de Iowa. Publicó su primer poemario, Doméstico, con la editorial La Pájara Pinta en 2021. En 2022 obtuvo el Premio de Poesía María Mercedes Carranza con su libro pan piedra, publicado en 2023 por Luna Libros y próximo a publicar en Libero Editorial, en España, en el 2025.
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¿Cómo fue tu experiencia en el MFA de Escritura Creativa en español de la Universidad de Iowa? ¿Qué significa Iowa para ti?
—Laura Andrea Garzón: Me sentí muy privilegiada de haber participado del MFA en Escritura Creativa en español de la Universidad de Iowa. Compartí con personas brillantes y talentosas que siempre fueron generosas en su lectura y en el cuidado de sus comentarios frente a los textos que presentaba en los talleres de narrativa y poesía. Tuve la oportunidad de tomar diversas clases que enriquecieron mi manera de ver la literatura y en donde encontré autores y autoras que siguen siendo importantes para mí, como Emily Dickinson. Pude dedicarme dos años a mis proyectos y considero eso invaluable.
Sin embargo, Iowa también fue un lugar difícil para mí. Aunque agradezco esa dificultad porque en ella tuve que enfrentarme a verme a mí misma de otra manera, lo que nutrió mi escritura. Me brindó una perspectiva diferente sobre mi hogar y mi familia que hizo posible que terminara mi poemario Doméstico y que iniciara pan piedra.
En 2022 ganaste el premio María Mercedes Carranza con tu libro de poesía pan piedra. ¿Qué significó para ti haber ganado este premio y por qué decidiste participar?
—LAG: Decidí participar porque sentía que debía dejar que el libro en el que había trabajado desde 2019 tuviera su vida propia. Hay un punto en los procesos de escritura donde se hace necesario soltar y confiar. Y en donde hace falta encontrar otros interlocutores, como es el caso de lxs editores. Los concursos que incluyen publicación permiten ese diálogo. En parte escogí participar del María Mercedes Carranza porque sabía que dos editoriales independientes de poesía que me gustan mucho co-editarían el libro. Era una oportunidad maravillosa para que el libro creciera.
Lo que ha ocurrido desde el momento en que el libro salió publicado ha sido sorprendente y sobrecogedor. Me ha maravillado la respuesta de la gente y la empatía de sus lecturas, así como la acogida que ha tenido la propuesta. He podido viajar por mi país a distintas ferias a presentar el libro y todas las experiencias han sido gratas, como un abrazo prolongado que me hace sentir acompañada en la comprensión y cuidado de las heridas que dieron lugar a pan piedra.

pan piedra es un libro sobre la figura del padre, el pan como metáfora de la creación y la relación triangular entre una abuela, una madre y una hija. ¿Por qué sentiste la necesidad de contar esta historia a través de la poesía?
—LAG: La poesía es el lenguaje en el que me siento más cómoda. Digo “en” y no “con” porque creo que es el lenguaje que habito. Me interesa la flexibilidad que permite, porque me ocupa su naturaleza híbrida y porosa. Mi escritura puede ser muy narrativa, a pesar de que utilice el poema como lugar para que suceda. Creo que esa es la exploración que más me interesa y considero que la poesía tiene la capacidad de mutar y permanecer en constante transformación para dar lugar a estos experimentos.
El escritor venezolano Julio Miranda afirmaba que la escritura literaria sobre la casa está signada por las imágenes sobre las madres y las abuelas. ¿Qué significó tanto para tu abuela como para tu madre el hecho de que quisieras rememorar su historia familiar a través de la poesía?
—LAG: Para mi abuela siempre es conmovedor encontrarse en lo que escribo. Aunque con frecuencia me acusa de ser muy complicada para ella y me dice que no entiende del todo lo que he escrito, con pan piedra pasó algo muy hermoso: esta vez las imágenes le parecían claras y se podía conectar directamente con sus retratos. Pude ver la emoción con la que reconocía su nombre y sus esfuerzos por proveer a su familia de lo mejor de ella misma reflejados dentro del poema.
En cuanto a mi mamá, es una persona muy discreta y reservada, por lo que sé poco de lo que le causó el poemario. Sé que se siente orgullosa de todo lo que ha venido con el libro pero, muy como El Mundo (su personaje en pan piedra), prefiere mantener para ella misma sus impresiones.
pan piedra también fue tu proyecto de tesis en el MFA. ¿Cuál fue el proceso creativo de este libro? ¿Qué tanto cambió entre su formato de tesis creativa y el de un manuscrito publicable?
—LAG: El libro empezó con una suerte de postales sobre mi vínculo con distintos personajes de mi vida, entre poemas y narraciones, que no tenía mucha claridad sobre cómo se articularían, excepto porque se encontraban atravesados por mi interés por el alimento como parte fundamental de la memoria que construimos. Una parte de esas postales giraban alrededor de una historia de amor fallida que me obligó a pensar en las razones detrás de esa dificultad para el amor, entre las que estaba mi relación con mi papá, y empecé a escribir más sobre ese tema. Empecé a hurgar en mis recuerdos y a indagar sobre la manera en que me había constituído como la persona que era en ese momento. Había muchísimas más escenas que fui descartando porque entendí que había un hilo que me interesaba más explorar. Eso ya lo hice luego de haber terminado el MFA, cuando regresé a Colombia. Cuando lo envié al concurso, había transformado varios de los fragmentos más narrativos en textos con pausas versales y cortes en estrofas. Después, cuando quedó escogido, todo el apartado de la historia de amor decidimos, con mis editoras, eliminarlo. El pan piedra final es una versión depurada y mucho más breve que la tesis que presenté en 2020. Creo que eso también concentra su potencia.
En 2021 publicaste tu libro Doméstico, un poemario sobre la casa y la posibilidad de la pérdida que ejemplifica lo que Bachelard denominaba como “la poética del espacio”. ¿Cómo empezó la escritura de este libro? ¿Qué se aprende de los espacios desde la poesía?
—LAG: Doméstico comenzó con un poema que trabajé en el taller de poesía que Piedad Bonnett impartía en la Universidad de Los Andes, donde estudié literatura. Claro que en ese momento yo no sabía que ese sería el germen del libro, pero ahí estaba. El tiempo en que fui estudiante de pregrado habité una casa muy bella pero llena de problemas. Me parecía una metáfora de mi vida familiar. La contrastaba con otros lugares en los que había vivido, como la casa de mi abuela, y me sentía desolada. Para enfrentar esa desolación escribía. En mi trabajo de grado de arte exploré la casa que hubiera deseado tener, y construí la sala de una casa a la que invitaba a lxs espectadores para que tomaran té conmigo. Fue una indagación que de alguna manera continuaba lo que venía haciendo desde mi escritura. Considero que la poesía es un modo de habitar el mundo, por eso para mí está vinculado tanto con la palabra como refugio como con la palabra como alimento.
También creo que es un lente a través del cual se observa de una manera particular y por eso los espacios se transforman, se deforman y se reconfiguran en el lenguaje, los podemos recorrer y experimentar de manera que en la realidad a veces nos son negadas. Los podemos entender desde el deseo y desde la dificultad, diseccionándolos y guardando pedacitos de ellos en los bolsillos.

Bachelard también menciona que «En los poemas, tal vez más que en los recuerdos, llegamos al fondo poético del espacio de la casa.» (p. 28) Tanto Doméstico como pan piedra buscan crear un espacio de protección a partir de las relaciones maternas. ¿Es el padre una figura de disrupción?
—LAG: Primero debo decir que me gusta esta cita de Bachelard en relación con la pregunta anterior, porque creo que la casa es un lugar que nos interpela de manera constante y que la poesía nos puede ayudar a observar y a construir. Si tenemos suerte, asociamos esa casa con el hogar, y el hogar muchas veces también tiene algo de uterino, de protección, en efecto, que nos recuerda la maternidad. O lo positivo que asociamos a la maternidad, por lo menos. En pan piedra, el padre entra a romper el paraíso, porque el conocimiento sobre el padre y sobre su abandono es la pérdida de la inocencia. En ese sentido, es una figura disruptiva, pero también es la que activa las tensiones y preguntas que permiten que el libro se interrogue sobre la paternidad, sobre lo que es y cómo nos define.
¿Cuáles son tus escritores favoritos y cómo influyen en tu propio proceso creativo?
—LAG: Creo que mis escritores favoritxs van cambiando y también dependen de mi afinidad con sus propuestas al momento de mi lectura. Hay algunas que han atravesado distintas etapas conmigo y que siguen siendo faros en mi escritura, como Blanca Varela, Olga Orozco o Idea Vilariño. También vuelvo siempre que puedo a Juan Gelman y a Hugo Mujica. Hay otras que conocí más recientemente pero que se volvieron fundamentales en mi proceso creativo, como Anne Carson. La primera vez que supe de ella fue por sugerencia de una compañera del MFA quien me instó a ver su obra poética. Me estalló la cabeza con Nox y luego con La belleza del marido. Este último fue un gran referente para mí a la hora de pensar en ese lugar narrativo de la poesía. Cuando escribo trato de leer a personas que estén cerca de lo que me interesa, formal o temáticamente. Me nutro de todo lo que puedo nutrirme para complejizar mi escritura.
Últimamente he estado leyendo a Danez Smith, por sugerencia de un amigo poeta que ha querido traducir algunos de sus textos para audiencias hispanoparlantes. Me interesa mucho la experimentación para expandir la poesía y entenderla de manera múltiple y abierta.
¿Te identificas con la tradición poética colombiana? De ser así, ¿cuáles son tus referentes más importantes?
—LAG: Creo que he estudiado menos de lo que debería la tradición poética de mi país, porque he sido caprichosa y me he dejado seducir por aquello de lo que más me interesa contaminarme. Leí siendo joven “Morada al sur”, de Aurelio Arturo, y me pareció un libro bellísimo. También encontré los poemas de José Eustasio Rivera luego de leer La Vorágine. Fui muy devota de José Asunción Silva en la adolescencia, incluso hice poemas en su estilo, tratando de emularlo (cosa, por lo demás, imposible). Luego llegaron Piedad Bonnett y María Mercedes Carranza a mi vida. En la universidad me interesé más por la poesía latinoamericana. Recientemente, leyendo con amigxs, es que he regresado sobre mis propios pasos y he podido conocer también nuevas voces del panorama actual de la poesía, que se volvieron referentes en mi propio trabajo, como María Paz Guerrero, Andrea Cote, Fátima Vélez o Tania Ganitsky.
¿En qué proyecto de escritura estás trabajando actualmente?
—LAG: Llevo un buen rato meditando y escribiendo lentamente sobre la enfermedad mental. Es un tema que me toca de manera personal y una indagación que me parece pertinente ahora que hablamos más sobre la salud mental pero aún no terminamos de entender de qué estamos hablando. Yo, que he sido diagnosticada, quiero usar la poesía como herramienta para aproximarme a aquello que he vivido (y no he logrado decantar) y a aquello que vivimos en general como partícipes de una sociedad en donde nuestra mente se ve constantemente vulnerada.

