Julia Martino (Rosario, 1999). Vivió hasta los 18 años en un pueblo cercano a Rosario, Bigand. Es profesora en letras egresada de la UNR. Actualmente, se desempeña como docente de lengua y literatura en nivel medio. Además, lee, escribe, baila, canta y practica yoga.
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I
Vengo de dos ríos
que se caen al mar
Tengo el lomo salado
el cuerpo húmedo y una sed
candente
¿Y si abrimos el cuerpo áspero
y dejamos perfumar con musgos nuestras lenguas?
Si deseamos recordar cómo nadar en aguas tibias
Tal vez,
deberíamos olvidar cómo caminar en cemento
*
II
Desde mi ventana
puedo ver la primera tormenta de verano
nacer del horizonte naranja y lila
ya siento el petricor que perfumará la tierra agrietada de mi barrio
La siento desprenderse del ombligo del aire
denso como el dulce de leche repostero
del bizcochuelo que me espera junto al mate
en la cocina,
para apreciar el paisaje del temporal
junto a mí
como en cada diciembre.
*
III
El invierno es otro en este lugar.
Temprano la helada se extiende con violencia. El pastizal se destiñe hasta ser arena.
Más allá del cielo,
se despliega el rocío de verano con su humedad profunda.
Más acá del océano,
La escarcha amanece en rejas, ventanas, puertas y techos.
A la hora del gallo abajo de un ladrillo roto
acomodado por la tierra misma a los pies de un limonero,
descansan los bichos bolita
lagartijas plateadas y escarabajos pequeños.
En la casa de al lado preparan salsa.
Un aroma viajero de laurel y pimienta negra molida
impregnan los espacios vacíos del aire.
De fondo, un balbuceo de palabras familiares.
En estos lugares, siempre vas a encontrar las puertas sin llave.
En mi pueblo
el gas es lo único natural que no se consigue,
que no se tiene:
La noche oscura
los ruidos indescifrables de animales
tal vez,
fantasmas y luces malas.
El silbido de los árboles y el crujir de las chacras.
Las cosas en su esencia ruda,
en su pureza.
