«Las Bacantes» de Eurípides (409. a. C). Traducción de Rosa García Rodero (2003) | por Adrián Chaurán

Las Bacantes de Eurípides (409. a. C). Traducción de Rosa García Rodero (2003) | por Adrián Chaurán

De las mil formas de la vida,
cada uno sólo puede conocer una.

André Gide

I.

De las obras que he leído solo pocas me han dispensado el placer de sentir que las leo a través de un sueño, quizá en primer lugar fueron los relatos de Kafka o un relato anónimo sobre algún tema que Kafka había tratado: la imposibilidad de poder rectificar una vieja culpa, que es a su vez la historia de la vida de todo hombre; y recientemente Eurípides me ha entregado este placer, siempre nuevo y siempre cambiante. Quizá, torpemente, he creído hallar en el teatro griego ya todas las posibles ramificaciones de la literatura. Aunque pensar que leer una página me es suficiente, es engañarme, aún no todo se ha escrito, pero me es consuelo, porque el mañana nunca bastará para abarcar todo el ayer. En la vida de todo hombre existentes destinos, entre ellos está el de profetizar su tragedia al pronunciar su nombre: es uno de los temas que trata Eurípides en su obra Las Bacantes.

II.

El dios griego Dioniso, es el centro de esta obra de Eurípides: que expone un fragmento sobresaliente de su mito o de sus mitos. Inicia con su llegada a Tebas -llega bajo la apariencia de un mortal, de un siervo de dios del vino junto con las bacantes: orgiástico grupo de mujeres adoradoras de Dioniso-. Después de recorrer los campos Lidios y Frigios, llanuras persas, de estar en Arabia y Asia; vuelve a Tebas, su casa, su lugar de nacimiento; para hacer justicia al honor ofendido de su madre y para imponer su culto. Este es el anhelo y realización del regreso al hogar, no solo le es esencial a un Ulises sino también a un auténtico dios. En la obra se resalta el valor de los ritos, el de seguir los consejos y las tradiciones – representados en Cadmo y en Tiresias- “Ante los dioses nadie es sabio” dice Tiresias “Y las tradiciones de nuestros padres, antiguas como el tiempo, ninguna crítica podrá echarlas al suelo”.

Casi se puede oír un imperativo, una finalidad parenética en la obra; cumple con la adoración o no podrás ser perdonado, un dios siempre es celoso ¿acaso nosotros somos hechos por un celoso dios o un celoso dios es hecho por nosotros? Penteo, rey de Tebas, se opone al dios y a su culto. El rey ordena detener a Dioniso -aún disfrazado de mortal- que a través de sus bacantes -y ménades- ha traído el disturbio a Tebas, en particular a las mujeres, todas las hermanas de la madre de Dioniso y entre ella la madre Penteo han huido al bosque para adorar al dios del vino -enloquecidas por el dios-.

Un rasgo importante es la conservación que tienen Penteo y Dioniso, los dos son caras diferentes de la misma moneda: uno es un rey y el otro dios, uno representa el orden y el otro el desconcierto, uno son reglas y el otro libertinaje. Y aquí el dios le anuncia con dureza: “No sabes ya qué te pasa, ni qué hace, ni quién eres”, que nos decae a todos como terrible sentencia ¿Sabemos quiénes somos? ¿Nos basta la cotidianidad para recolectar cada fragmento que nos compone? Pero a ello el rey de Tebas contesta con resonancia de augurio: “Yo soy Penteo”. Penteo significa: el hombre de las penas, es el ser del dolor, el que sufre. Se anuncia por boca del hombre su propia muerte, como tantas veces ya lo ha hecho el hombre. Penteo muere –no podía ser otra forma-, presa de la orgía báquica; y se reproduce en su muerte tres partes del rito a Dioniso: la oribasía o carrera desenfrenada por el bosque (las bacantes ven a Penteo en un árbol y en su delirio lo confunden con un león, y corren a cazarlo), para luego pasar al sparagmós o despedazamiento del animal aún vivo (ya estando Penteo en el suelo es desmembrado y sus partes dividas, pero su cabeza se conserva como trofeo) y por último la omofagia o comer carne cruda (que no es anunciado en la obra, pero se puede suponer su realización).

 El final de Penteo, es ser destruido por su madre. Nacer y morir por la misma mano ¿no está en nosotros este signo o no es ajeno en su totalidad?  Cabe resaltar otro aspecto, la simbología de Dioniso – también llamado Baco, de ahí proviene el término “bacantes”-, me parece que representa algo muy importante, es la dualidad en el ser; es lo autóctono y lo foráneo, es lo común y lo extraño, es el hijo no reconocido; es un dios, pero se muestra como hombre; es hombre, pero se viste como una mujer. Es un toro y un racimo de uvas, es quién prohíbe confesar sus secretos, pero quien revela los misterios de todos. Es reconocer sus dones al verlo mirarte. Es el yo y el tú. Es el Ego y la Otredad.

Adrián Chaurán (Lechería, Venezuela, 1999). Es autor de Ala dulce y Homicida. Recibió una Mención Honorífica en el III Concurso Internacional de Poesía J. Bernavil 2022. Es ganador del IV Concurso Internacional de Poesía J. Bernavil 2023 y obtuvo la máxima distinción del Primer Concurso del Grupo Editorial Encontrarte. Ha sido publicado en diversas revistas.

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