
En días que son para buscar lo que hace falta en la vida
por mercadolibre, la prefabricación tiene jerarquía
sobre todo si es donde quiero apoyarme y escribir o leer
o inspeccionar un GameCube: dícese de una consola
de video juego para divertimento de niños y adolescentes
que cumplen dieciséis cada vez mejor vividos.
Un reencuentro con amigos, un temblor y una asociación
contra desastres, como para llamar al 811, vienen a tema.
Tomo refresco y someto a prueba el apartamento donde
me quedaré para estafar in love.
Es verdad, haciendo o no calor está el momento
en que no da para devolver la sonrisa, es verdad.
La vida se va en algunas respuestas como se ve aquí.
No se muere lentamente/ los atentados son politiquería/
y los cosméticos a veces se comen, dependiendo de la zona.
Lo que me recuerda una historia, de dudosa procedencia
donde he hecho todo lo que se cuenta y se alegran
los viejos de la cuadra y las jovencitas se acercan con
la cabeza gacha, el cabello recogido e invitando a
un picnik, en casa de la abuela, que es la fiesta más cercana.
No hay forma de hacer que eso vaya menos a prisa.
El GameCube es invaluable y lo he convertido en reproductor
de videos, entonces veo el proceso evolutivo de bandas de rock,
de la telefonía celular y las series que hacen madurar rápido
como Marvel; y eso que ha faltado lo bueno de la historia
individual que me corresponde, que desmiente barbaridades
que el hombre moralista de veinte a treinta años será quien
rompa las relaciones estables /en un futuro/ con la forma
menos creíble para llevar a la mujer al cielo de abajo
que los amigos del ghetto no son moralistas y defienden
con pistola y luego aprecian música clásica en una fiesta
entre otras informaciones de carácter subjetivo
como mi apariencia física que cambia siempre,
porque de eso se trata el estilo.
Y era como engañarse no caer en la apatía
sin echar culpa a los somníferos, porque al fin y al cabo
ser seco, de poco autocontrol y mezquino con la comida
son atributos que siempre incluyen en las revistas de famosos
por eso no me preocupo, no me preocupo.
Al fin y al cabo no importa el medio, pero
uno se las arregla para mirar lo que no ha pasado,
desde preguntarle a los difuntos hasta poner animales
en carrera, en meta, (si mal que bien lo logras)
habrás ganado otro trofeo, por favor,
una memory card para retener.
Hasta ahora hemos visto una proyección distractor.
Poco quiero saber de los demás porque
una resolución obsoleta de la vida muestra que
por primera vez no importan menos ni más que yo, es sencillo.
EXTRA+BONUS
Buscar ‘te quiero’ cada noche como prescripción médica, es ver sumido al mundo en piscinas con caramelos y vodka de colores tras un mostrador y no poder acompañarlo. En particular puede uno, luego de comer, sobarse la barriga y hacerse hoyitos en el cabello, traerá efecto placebo consigo.
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Leonardo Alejandro Alfonzo. El Tigre, Venezuela (1994). Lic. en Administración de Empresas y actualmente estudiante de Letras Menc. Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana en la ULA. Fundador del movimiento Templo Literario en su ciudad natal. Cree en el tarot egipcio, ha hablado con Juan Sánchez Peláez en sueños y de vez en cuando juega Pokémon.