
Creyendo en las hadas,
en los corazones nobles
y recientemente en los podridos.
Desde pequeña prefería jugar sola,
para poder hablar tranquilamente
con amigos imaginarios.
En mi cabeza hay telarañas fosforescentes,
ranas apáticas sin patas, pero simpáticas,
agujeros negros donde se lanzan de clavado los deberes.
Revolotean pasiones que ladran por ser liberadas.
También hay un TOC que me obliga a marcar las líneas del piso.
24 años con miedo a la oscuridad,
durmiendo con el televisor encendido,
supongo que con déficit de melatonina.
Lidiando con sueños que no son sueños,
realidades que no son realidades,
monstruos que quizás sí lo son.
A veces, con esa manía de abarcar tanto
que no abarco nada.
Me persigue esa idea
de que el amor como lo creo existe.
De que estamos viviendo en una ilusión,
para pasar a otros planos.
De amargura y felicidad,
a veces simultáneas, a veces aleatorias.
De comenzar una dieta todos los lunes,
desmanchar mis pensamientos positivos todas las mañanas.
De llorar como niña chiquita,
desear más abrazos de mi madre.
De no saber qué haré en esto que llaman vida,
de sobrevivir o vivir.
Hacer bailar mi corazón o asegurar mi quincena.
De quedar flotando casi muerta en el líquido amniótico.
Son 24 años de claustrofobia,
con ganas de huir cuando día a día me quieren muy cerca.
De eludir multas y correr con suerte.
De caos en mi cuarto, caos que tiene un orden,
que me desestabiliza, que amo y odio.
De tener fuerza volcánica,
descubrir que me cuento historias de fantasía todos los días.
De agradecer ser joven sin importar la edad que tengo,
tener miedo en la intimidad a la depresión.
De aprender a amar a mis estrías, mis libros que deje más allá de la mitad,
a mi inconstancia que se conjuga con la tentadora evasión para así
recrearme.
=
Arjani Dayal (1991). Estudiante de Comunicación Social, Caracas.
HONESTO Y HERMOSO… GRACIAS HIJA
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INTERESANTE Y HONESTO
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