Sobre dos momentos del rock de los 90, por Maikel Ramírez

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A mis panas noventeros

 

Jagged little pill, de Alanis Morissette: 20th aniversario

Hace pocas semanas atrás, el filme The End of the Tour (2015), del director James Pondsolt, deslizó un dato que por alguna razón me había sido esquivo: David Foster Wallace deliraba con la música de Alanis Morissette. En uno de los segmentos de la cinta, Foster Wallace (Jason Segel) le dice al periodista David Lipsky (Jesse Eisenberg) que la voz de la cantante canadiense es erótica y que ella es hermosa de una manera muy humana; en otro, encontramos a ambos personajes cantando a todo pulmón You oughta know, mientras se desplazan por una autopista junto a dos acompañantes. El destino y sus gratos caprichos quisieron que el año de estreno de este filme coincidiera con el 20th aniversario de Jagged Little Pill (JLP en adelante), álbum que no solo acreditó a Morissette con la estatura de figura internacional, sino que la inscribió en el registro de mejores discos de la historia de la música.

            El sol parece fustigar la silueta de una mujer que remonta una colina. Luego un zoom trepidante nos muestra la mitad de su rostro, pues su cabello largo y salvaje cubre la otra parte. Ella canta con voz calma y le desea suerte a su ex y a la mujer por la que ha sido abandonada. Llega a decir, incluso, que se siente feliz por él. De pronto, ella empieza a hablar de perversiones, de sufrimientos, de sacrificios, habla de sexo duro (usa la palabra ‘fuck’), es sarcástica (lo llama señor duplicidad), promete que tendrá sexo con otros hombres y espera que él lo sienta. La calma se volcó en ira. Seamos honestos, nadie podría esperar menos de una mujer que canta en medio de una tierra tan inhóspita y hostil. Nos referimos, por supuesto, al video de You oughta know, tarjeta de presentación de la cantante canadiense en el apogeo de la era MTV.

Para alguien de mi generación, la trascendencia de JLP, en principio, estribaba en toda esa energía que emanaba de sus piezas. Después estaba la apropiación de referentes de una época post-grunge, como el minimalismo de Hand in my pocket, la visión descreída de la vida que dibujan sus letras, el aire retro con la incorporación de la armónica y guitarras acústicas en varias de sus piezas, la capacidad de la auto-sátira y el culto al perdedor, como lo hicieron tantas otras bandas con sus videos musicales. Otras de las claves de JLP son las colaboraciones de dos de los miembros de la banda Red Hot Chili Peppers: el bajista Flea y el guitarrista Dave Navarro, ex Jane’s Addiction que pasó a ocuparse de la guitarra de los Peppers tras la salida de John  Frusciante. Una mención aparte merece Taylor Hawkins, actual baterista de Foo Fighters, quien,  aunque se unió a Alanis más adelante, marcó una huella con su remarcable estilo, como lo recoge la potente ejecución de You oughta know en los premios MTV de 1995.

Warner Music sacó al mercado una edición limitada de JLP para celebrar sus veinte años. Esta edición especial incluye las canciones originales remasterizadas, canciones inéditas, interpretaciones en vivo, versiones acústicas y material fotográfico. Por lo que me atañe, con haber visto una representación del escritor norteamericano cantando You oughta know, me declaro conforme.

La muerte de Scott Weiland

“Los años noventa son una mala época para ser pobres y anónimos”
(Caitlin Moran: Cómo se hace una chica)

En un brillante ensayo en el que explora la naturaleza de Batman, Juan Francisco Ferré acierta describir los noventa como una época de incredulidad.  Son los años inmediatos a la caída del Muro de Berlín, al final de la administración de Reagan en Estados Unidos y de Thatcher en Inglaterra, a la tesis del fin de la historia de Fukuyama, que postulaba que quien no se había montada en el tren de la historia sería aplanado por ella. Subrepticiamente, en Seattle se gesta un movimiento musical que llamarán Grunge, una movida cultural a contrapelo de la depresión económica y el ocaso de las utopías. Más adelante, esto abrirá paso al llamado post-grunge y, en general, al rock alternativo.

            Si damos por descontada la afirmación de Ferré, encontraremos esa incredulidad transfigurada en la dualidad minimalismo/altisonancia del clásico de Nirvana Smells like teen spirit; en la crudeza de la violencia escolar del video Jeremy, de Pearl Jam, a pocos años de la masacre de Columbine; en el culto al perdedor de Beck; en el surgimiento del neopunk; en la parodia y un humor  fronterizo con el más puro absurdo de diversos videos musicales, como, pongamos  por caso, Sabotage, de Beastie Boys; Abarajáme, de Illya kuryaki & the Valderramas; y Peaches, de The Presidents of the United States of America; en la fusión delirante de los géneros musicales y sus respectivas ideologías, que puede ser ilustrado nuevamente con Abarajáme, video que parodia a una vieja película protagonizada por Jean-Claude Van Damme llamada Doble impacto, mientras que los cantantes luchan, bailan breakdance y rapean, manteniendo una base de música disco, en inglés y español en un lugar llamado Chaco Town. Acá, los gestos y las poses patéticas no son accidentales, sino, absolutamente deliberados y  calculados. Además, ¿qué hacía una banda argentina con un nombre de jugador colombiano de fútbol? Ahora que hablamos de fusiones, recordemos que la época posibilitó el nacimiento de ‘la hora loca’ en Venezuela, ese segmento rizomático musical que incluye hasta canciones infantiles de Xuxa y las payasitas Nifu Nifa, y que puede ser bailado hasta en los actos más solemnes.

            Quizá ninguna otra obra sea el más diáfano síntoma de la desconfianza de la época que el filme Pulp fiction, opus magnum de Quentin Tarantino en el que un policía es realmente el sujeto más peligroso de todos, en el que Jules recita pasajes de la biblia antes de asesinar, en la que se despliega toda una banda sonora asincrónica (Dusty Springfield, Chuck Berry, Kool & the Gang), en el que se mezclan elementos arquitectónicos viejos con modernos, y en el que lo que se supone que es una violencia brutal nos arranca las carcajadas. Es difícil imaginar Pulp fiction en otra década. De hecho, el actual Tarantino apunta en otra dirección con sus filmes históricos y westerns.

            Otro síntoma lacerante de la misma década es la muerte trágica y prematura de muchas de sus figuras centrales: Kurt Cobain, Shannon Hoon, Layne Staley, Jonathan Melvoin, Brad Nowell, Cayayo Troconis, así como el actor River Phoenix y el comediante Chris Farley . Aunque Scott Weiland, vocalista de Stone Temple Pilots,  no murió en los noventa ni tan prematuramente, resulta claro que fue alcanzado por el signo fatal de su generación. Como Shannon Hoon, su sueño se fundió con el sueño de la eternidad.

            Stone Temple Pilots fue una de aquellas bandas que hicieron que muchos de nosotros aprendiéramos a tocar un instrumento musical y formáramos nuestros propios grupos de rock, que revitalizaron el género luego de que ciertas fórmulas se habían desgastado. Aprendimos que aún sin vestir de negro podías sonar ruidoso. Seguíamos con entusiasmo la salida al mercado de cada uno de aquellos discos. Uno de los versos de la canción Creep, incluida en el memorable álbum Core, sugiere tomar el tiempo con una mano herida, puesto que a este le gusta curar. Creo que eso no ocurrió en el caso de Weiland.

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Maikel Ramírez (Venezuela). Profesor en la Universidad Simón Bolívar (USB). Narro y escribo artículos sobre la literatura, la lengua, el cine, la música y otras cosas de la cultura. Textos míos han sido publicados en Letralia, Ficción Breve, Sorbo de Letras y en el suplemento cultural del diario aragüeño El Periodiquito.

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