
Meursault, jamás se deja de ser extranjero. Todas las caras tristes por mi partida no se comparan con el incesante llanto de Elsa. Jamás, una ciudad añora el regreso como la patria que reside en los brazos de mamá. Pereira no es un lugar de lengua materna. Tanto tiempo fuera de ella, ya no soy parte de su collar de perlas negras. Perdí el hambre, la fama, el honor, la gloria y la primera estrofa de Julio Cano Montoya. Las prostitutas, todas han dado la espalda. El cuerpo, ya no vale un peso, ni un dólar, para el extranjero. Los días vividos en el centro Pereirano se han ido suicidando a diario; irse, es saber que no se es dueño ni de los pasos dados. Éste lugar de muertos, de los hermanos sin vértigo de Cesa Gaviria Trujillo, no es mío, ni de los idos, hombre perdido. Nadie apuesta por mi suerte en las fuentes de los parques. Ka, ya no duerme, por la nostalgia de un violonchelo danzando en el hall del Lucy Tejada. Der schwer gefasste Entschluss, una decisión de peso, olvidar el sonido de cuerda frotada al verme ir lejos, ¡Es muss sein! No he sido nada, un fruto caído del árbol, un pájaro sin rumbo. No retorna el tren a la estación Herrera. Volver es rectificar lo difunto de mi recuerdo.
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Mateo Matias Arango (Supía-Caldas, 1997) Ha publicado en Tras la Cola de la Rata, La Astilla en el Ojo (LAAAO) y Diámbulos, literatura itinerante. A muy temprana edad comenzó su gusto por la literatura desde una perspectiva de la generación del veintisiete. Reside en la ciudad de Pereira. Perteneció a un pequeño grupo poético Chileno (Rapsodas).