De viaje por Europa del Este (2015), de Gabriel García Márquez; por Maikel Ramírez

9788439730460

Debo la lectura de este libro revelador a la atinada sugerencia del librero Jesús Santana, de la Librería Estudios en Caracas, cuya sucinta explicación sobre su peso histórico, gratamente, determinó su inclusión entre mis lecturas de cierre de año. Se trata de una compilación de crónicas en las que Gabo registró lo que encontró a su paso durante el viaje que emprendiera por el enclave comunista en los años cincuenta. Más de medio siglo después, la editorial Random House pone nuevamente en las manos del lector el desolador testimonio de aquel joven periodista y futuro premio Nobel.

Dos eventos son centrales para que  Gabriel García Márquez, junto al también escritor Plinio Apuleyo Mendoza y su hermana Soledad, cuyas identidades Gabo transforma en Franco y Jaqueline debido a posibles consecuencias políticas, se arroje a un periplo por el bloque comunista: las denuncias de Nikita Jruschov contra los crímenes cometidos por Stalin y la sangrienta invasión rusa de Hungría para aplastar la insurrección contra el régimen, episodios que tuvieron lugar el mismo año 1956. De hecho, las observaciones que nos ofrece el libro terminarán justo en este último país.

Uno de los primeros aspectos que saltan a la vista apenas abrimos el libro es la ironía que destilan los títulos de sus capítulos. Encontramos, por poner tres ejemplos, encabezados como: “La <> es un palo pintado de rojo y blanco”, “Para una checa las medias de nylon son una joya” y “En el mausoleo de la Plaza Roja Stalin duerme sin remordimientos”. Estos títulos, a no dudar, son adelantos a los comentarios filosos y sin escamoteos que el escenario atroz le impone al escritor colombiano.

Para empezar, al poco tiempo de haber penetrado Alemania oriental a García Márquez se le pone al frente un espectáculo tan horripilante como desconcertante, ejemplarmente sintetizado en estas líneas, en las que relata lo que encuentra cuando desayuna en un restaurante local: “…nunca había visto tanto patetismo concentrado en el acto más simple de la vida cotidiana, el desayuno. Un centenar de hombres y mujeres de rostros afligidos, desarrapados, comiendo en abundancia papas y carne y huevos fritos entre un sordo rumor humano y en un salón lleno de humo”. Por contra al pujante lado capitalista, además, García Márquez ofrece este demoledor cuadro de las viviendas del satélite comunista: “Hay calles enteras con edificios desfondados de cuyos pisos superiores sólo queda el cascarón. La gente sigue viviendo apelmazada en los pisos inferiores, sin servicios sanitarios ni agua corriente y con la ropa puesta a secar las ventanas como en los vericuetos de Nápoles”. A mi modo de ver, esta primera fase del recorrido resultará crucial para el lector, porque aún conservará frescas las imágenes de la otra Alemania y tal contraste será, con mucho, un mecanismo para entender el resto del viaje.

A lo largo de su descenso por aquel infierno, el ilustre escritor conocerá de primera mano la explotación al proletariado (“…tienen que trabajar como burros para comprar un vestido que les cuesta el sueldo del mes”), el miedo instalado en la ciudadanía al punto que, a pesar del voto secreto, confiesan sufragar contra sus propios intereses por miedo a represalias; la derogación del derecho a huelga, la vigilancia y la supresión de un incontable número de derechos fundamentales. Una de las miradas más agudas a este devastado panorama ocurre en Checoslovaquia cuando Franco comenta que la medía raída que llevaba una mujer que los acompañaba representaba un claro síntoma de la catástrofe de aquella nación.

Es fácil prever que Rusia le ofrecerá  al lector lo más nítido de la decadencia de este abrumador paisaje. Pues bien, una vez allí, García Márquez nos dirá con la misma calculada ironía con la que nos ha empujado hasta acá que hay evidencias incontestables de la desaparición de las clases sociales, pues: “La gente es toda igual, en el mismo nivel, vestida con ropa vieja y mal cortada y con zapatos de pacotilla”.  Seguido de esta perversa parodia de la utopía, el entramado burocrático ruso hará que Gabo recuerde a Kafka y le asigne la imaginaria tarea de escribir una hagiografía de Stalin, o ‘Le moustachu’, ‘el bigotudo’, como no para de apodarlo una dama rusa a lo largo de una conversación que, entre otros temas, discurre sobre los asesinatos llevados a cabo por la mano policial de Stalin, el agente Beria.

En su libro Ciudad y exilio, el escritor colombiano Santiago Gamboa anota que un escritor de viajes es una persona que espera que otras personas y otros mundos modifiquen su espíritu.  Siguiendo esta idea, una asociación que se nos ocurre es la de los personajes de los road movies, cuyo tránsito hasta el destino final solo tiene sentido si experimentan una transformación trascendental. Respecto a esto, sobran los lectores perspicaces que no logran explicar cómo pudo adherir García Márquez la causa de la Revolución Cubana después de conocer directamente la realidad de los países comunistas de Europa del Este, como se constata en este libro. Con todo, el valor literario, periodístico e  histórico de De viaje por Europa del Este no es socavado. Por el contrario, podemos identificar en el joven García Márquez los atributos, o, mejor aún, un código ético, del viajero que describe Gamboa como complemento de lo señalado arriba, en la medida en que demuestra estar atento a escrutar la realidad no obstante la soledad y los riesgos que esta acción conlleva, como cuando logra burlar la vigilancia de los agentes húngaros y se lanza a las calles para tomarle el pulso al régimen comunista en ejercicio. Como una macabra metáfora de la realidad, Gabo encontrará la respuesta en el sanitario: “Kadar, asesino del pueblo”, “kadar, traidor”, “kadar, perro de presa de los rusos”.

***

Maikel Ramírez (Venezuela). Profesor en la Universidad Simón Bolívar (USB). Narro y escribo artículos sobre la literatura, la lengua, el cine, la música y otras cosas de la cultura. Textos míos han sido publicados en Letralia, Ficción Breve, Sorbo de Letras y en el suplemento cultural del diario aragüeño El Periodiquito.

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