
Gatos
Lo que importa es tener un montón
de gatos en un rectángulo de cinco
por tres metros.
Gatos que se quiten las legañas cada día
despiertos,
formidables,
niñoides,
sencillamente.
Seguro que si me siento mal,
si me siento muy muy mal
me mirarán los gatos
y me sentiré mejor
y se atrasarán
y se adelantarán
con algún jirón
de periódico
ligero y ágil.
Cuando ya los elogios
no le suenan a uno a nada
lo que hay que hacer
es centrarse en los gatos.
Ellos comen papel,
recitan poemas,
saben que las cosas son como son,
sirven para curarse.
Los gatos te hacen sentir un muerto feliz
que escribe algunas cosas bien medidas.
***
Serie negra
Hulla, la gata,
se duerme en tu lomo.
Da igual, la amas.
***
Serie negra 2
Hulla te araña,
habla mucho y ríe
mecánicamente.
***
El comandante
A veces
el comandante
se sienta con los pies
puestos sobre el gran
escritorio
intentando
comunicarse conmigo.
“Escucha,
escucha,
soy un tipo hambriento”,
dice.
Me lee:
“En torno de mí flota un aire impalpable.
Lo trago y noto cómo abrasa mis pulmones”.
Observa los alrededores
con el rabillo
del ojo,
fatigado,
cuando
muere y resucita.
Me da consejos
nutritivos, apetitosos.
Lo único que necesito
es un empujón,
pero tiene que ser
una fuerza
exterior a mi mundo
la que pueda darme
el empujón oportuno.
A veces
el comandante llega
cuando más me hundo,
regular,
deslumbrante,
con focos guerrilleros,
siempre con los brazos
abiertos
y dispuesto a abrazarme.
(De La polilla oblicua, Bajamar, 2017)
***
Libre
Ahora que no nos veremos
durante unos meses
echaré llamas por los ojos,
mi corazón se detendrá infravalorado.
Me contentaré con ver
a viejos fantasmas –les cortaré las garras
ligeramente loco-,
siempre tendré
una mano en mi cuello
dispuesta a darme
un tirón. Iré a por el pan
de vez en cuando.
Hay que dejarse mandar a por el pan,
si se está enfermo de sentir. Limpiaré
el estudio –no habrá una pizca
de suciedad
por ningún sitio-
no leeré ningún libro
salvo una cosa titulada F.eks. juli,
de Eldrid Lunden.
¡Qué callado estará todo por los pasillos!
La noche será negra, negra, negra,
una oscuridad de boca de lobo,
hasta que tú llegues
pero en mí habrá un hombre blanco
retumbante, estridente, áspero,
con un enorme tazón de café azul
para ti
y una gata danzarina con pelo corto
y negro y ojos sonrientes.
(Inédito en libro)
***
Miguel Ángel Gómez (Oviedo, 1980) Es licenciado en Filología Hispánica y con Máster en Formación del Profesorado. Ha publicado poemas sueltos en diversas revistas como Clarín. Revista de Nueva Literatura, Anáfora o Maremágnum, en la revista digital La ignorancia y en Círculo de poesía, de Alí Calderón. Se caracteriza por cultivar el haiku o la imagen como la prosa lírica simple y limpia. Sus versos se incluyen en las antologías Soledades juntas de José Luis García Martín (2005), Perro sin dueño ( 2007) y El triunfo de la muerte (2011). Finalista del premio de novela Casino de Mieres en su XXXIV edición y del Internacional Vuela la Cometa, de Clos Montblanc (2016). Ha resultado ganador del premio Fernán Coronas (2014) del Dafne (2015) y del XXXI Cálamo Gesto de poesía erótica (2016). Es autor de los libros de poemas Monelle, los pájaros (Los libros del gato negro), La polilla oblicua (BajAmar editores), y de uno en asturiano, Nun me preguntes cómo pasa’l tiempu (Trabe).