Alfredo Arvelo Larriva (Barinitas, 1883 – Madrid, 1934). Poeta, periodista y político venezolano, de mayo de 1934. Su primer libro, Enjambre de rimas, se publicó en Ciudad Bolívar en 1906. Luego, en 1909, publicó Sones y canciones. En palabras de Joaquín Martha Sosa, el condensado de Alfredo Arvelo Larriva “es la palabra poética como liberación desde una obra que resulta una de las expresiones mayores del modernismo y que hacia su final se declina hacia la vanguardia”. Fue opositor de la dictadura de Juan Vicente Gomez y estuvo preso durante 8 años en Puerto Cabello y en la Rotunda.
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La melancolía de Lucifer
Lucifer ha venido: (lector: no hagais derroche
de sorpresa y espanto: Suele venir en coche,
a visitar mi alcoba y a departir conmigo,
pérfido y agradable como cualquier amigo).
Lleva traje de luto con que sale de noche.
(Lectora: no hayáis miedo. Se viste sin reproche.
En un siglo elegante, pensais que el Enemigo
Malo vaya desnudo, o en ropas de mendigo?
Me saluda y observo que no está bien diabólico.
Tal vez ha comenzado de nuevo a ser católico…
Y murmura en un tono triste y confidencial:
-El Mal, de nada sirve; sólo me causa tedio.
-Y el Bien?- Satán responde: -¡Ridículo remedio!
El bien no es sino una forma sutil del Mal…
***
El gran silencio
I
La tarde es dulce y grave cual una novia triste
que deshojara, juntos, un sueño y una flor.
La inmensidad celeste de suave azul se viste,
de azul semidorado por un leve fulgor.
El rudo mar sonoro colérico persiste
en la canción eterna, rimando su furor.
Mi espíritu orgulloso y enérgico resiste,
como un fornido Atlante, su carga de dolor.
Bajo el azul sereno, frente al Destino obscuro,
abarco en una sola visión cielo y Futuro
y un formidable enigma pretendo descifrar.
El cielo está impasible y el Porvenir callado;
y la mudez del Tiempo sobre mi duelo airado
es la mudez del cielo sobre el rumor del mar…
II
Ante el silencio enorme del porvenir, medito;
medito bajo el hondo silencio del espacio,
mientras la tarde muere, de azul y de topacio,
y el mar sañudo lanza su interminable grito.
Y pienso que el asedio del Mal no es infinito
si la esperanza es fuerte y el corazón no es lacio.
Y siento sano y joven mi espíritu, reacio
al abundante influjo del Ananké maldito.
El Odio intenso y grande me da su fuerza ruda.
Me la da el Amor la dulce constancia del anhelo.
La Juventud sagrada con su vigor me escucha.
Y con orgullo noble, sin demandar consuelo,
al formidable enigma mi voluntad saluda
en el silencio augusto del Porvenir y cielo…
***
Plenitud
Hoy cumplo treinta años de mi vida,
y doblo de la vida el Cabo de Hornos.
Y la ruta sin altos ni retornos
hacia el futuro va desconocida.
Atrás quedó mi juventud, ¿perdida?
Yo la maté: lo digo sin adornos.
Yo la maté: lo digo sin bochornos.
Así mata un amante a su querida.
Pero no la perdí. Transfigurada,
ella fué mi sostén en la jornada
de tres mil días por la Selva Obscura.
Ella me dió la paz que reverencio,
flor de la soledad y el silencio.
Y soy un buen doctor en amargura.
***
Los pájaros divinos
Júpiter -que en el cielo del Paganismo asoma
con el supremo brillo de la más noble estrella-
de un cisne se depara la forma blanca y bella
por que Leda le embriague de su carnal aroma.
El Espíritu Santo -que la Iglesia de Roma
consagra en la trimurti donde su Dios destella-
por gozar el aroma de la núbil doncella
viste la forma bella de nítida paloma.
¡La paloma y el cisne! ¡Siempre el blancor alado,
siempre el albor con alas, en inefable curvas,
propicio a los misterios del divino pecado!
¡Oh cisnes y palomas! ¡Oh pájaros propicios
al Dios en celo! Adoro lo que ignoran las turbas
en vosotros: el alma de los sumos fornicios…
***
Mirándote a los ojos
Mirándote los ojos te miro toda entera.
Toda entera deslumbras en su magia sombría.
así en un solo pájaro toda la melodía
y en una rosa única toda la primavera.
Ojos negros y próceros de claridad procera
que a tu beldad son dúplice blasón de señoría.
Sabios en luz y sombra, no saben todavía
que por ellos mi trágica desesperanza espera.
Y me forjo, mirándolos, el despotismo doble
de dos hermanos príncipes que con su brillo noble
subyugan un imperio presa de torvos males.
Porque mi alma sufre, tenebrosa de tedio,
con la fe melancólica del ansia sin remedio,
la tiranía fúlgida de tus ojos triunfales.
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