Zorian Ramírez Espinoza (Caracas, 1996). Licenciado en artes mención música por la Universidad Arturo Michelena (Carabobo-Venezuela). Contrabajista miembro de la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas. Ha cursado talleres de poesía, escritura creativa, taller de arte multidisciplinar “Tiempo sobre el tiempo” además de estudios de piano y armonía aplicada al jazz. Actualmente cursa estudios de lengua rusa en la Universidad Federal del Sur de Rostov (Rusia) y diplomado en estudios superiores en psicoanálisis en el (CID) Caracas. Su trabajo de grado “Las escuelas de contrabajo en Venezuela reconstrucción evolutiva 1970-2003” obtuvo mención excelencia y fue publicado en formato libro por el Centro de Investigación y Documentación del Sistema (CIDES) Caracas 2022. Tiene una plaquette titulada “Memoria derramada” publicada en el 2022 por la editorial Petalurgia en España, allí recoge sus primeros trabajos o ejercicios, que son una indagación entre poesía, música y artes visuales. Su poesía ha sido publicada en la antología “Nueva Lengua Guarida” de ediciones Palíndromus en 2022. Ha obtenido mención publicación en los siguientes concursos: 7ma edición del concurso nacional de poesía joven Rafael Cadenas, 5to concurso de poesía venezolana “Ecos de la luz” y en el 2do premio internacional de poesía Bruno Corona Petit. Ha sido publicado en la revista de Ediciones Madriguera (Venezuela) y Revista Kametsa (Perú). Instagram @zorianesconz twitter @zorian1996
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Se equivocan aquellos que piensan que las manos nos pertenecen.
Nosotros pertenecemos a las manos
A Metamorfose dos Pássaros
Catarina Vasconcelos
Jueves 4 de Agosto / 8:20 am
¿Para qué escribir? ¿Qué sentido tiene todo esto? Hay un agotamiento y una certeza de querer morir, no creo que mi vida tenga algún objeto. Donaré este cuerpo que he desarrollado hasta convertirlo en hombre, yo me hice hombre sin saberlo. ¿Acaso algo de este mundo es de libre escogencia?
Cuando abro la boca, veo frente a frente la pulpa gangrenada. Sobre las vidas que se erigen en eternas sucesiones, al fondo de todo y todos, se emprende el camino a casa. Allí habita el fantasma, lo invito a salir, intercambiar de lugar, conozco a fondo sus intenciones. Tengo plena conciencia del espectro. Si observas bien, el ángulo se dilata sobre la propia entraña buscando hacer daño. Curar es hacerse daño, entrar y quemar el órgano, un acto de cobardía; sino, ¿quién entonará las melodías? ¿dónde se guarda la caja de música de la infancia?
He construido un espacio en donde me despojo del despojo. Son los muertos quienes desean vivir. No espero nada de los acontecimientos porque detesto su familiaridad con la sorpresa. Conozco muy bien el libro de las revelaciones.
En esta escritura, el final se escurre entre una palabra y otra. Con mi mano arranco las páginas hasta desangrar al libro y despojarlo de sí. Es tarea inacabable, los brazos se fatigan, hay tantas palabras en la hoja en blanco, tantas que la escritura se pierde. Esto es un cuadro abstracto, yo dibujo y alguien lee pero, ¿si lee lo que yo no puedo? ¿A quién pertenecen las palabras?
Estoy ciego, el otro está sordo, los sordos hablan y los ciegos oyen, y oyen muy bien, habitan lo oscuro e intuyen formas. Acaricio tu rostro y lo siento mío, incapaz de oírme, ves mi fascinación, pero no puedes intuir las palabras. En lo oscuro se leen las superficies. Sé de las estaciones por las texturas de sus hojas, pero no puedo medir las distancias, ni las de un rostro de otro, ni la cercanía con los rieles; tú confías en que yo puedo medirlas, me ves y esperas a que cruce, te alejas o me alejo dentro del mismo cuerpo.
Viernes 5 de Agosto/ 6:35 am
Ella – ¿Dónde está el fuego? ¿por qué me estoy quemando?
Autor – Esta es la historia de un cuerpo que ha hecho estancia en el infierno. Las manos del Hombre han resucitado a Francesca, la abrigan y recuerdan a las manos de su madre, le dan respiro antes del gran final.
Francesca – Una fuga, una improvisación son precisas, pido que reúnas los fragmentos y con la sabiduría del artesano, realices la tarea del mosaico. Haz de esta historia un nuevo cuerpo para mí. Yo que estoy tan ciega, que no sé de la realidad, pero intuyo líneas y hablo cuando siento tus manos.
Devuelve los ojos a este cuerpo. Soy del lugar donde ya no sé es, vengo del borde que está a un paso de la devastación. Haz de mí un nuevo génesis.
ÉL – El primer día Dios mandó al abismo el cuerpo de su amada, los huesos blancos crepitaron hasta calcinarse en una llama oscura. Al escuchar su canto emergieron de la sombra los trazos que dieron forman al rostro. Con el cincel fui golpeando hasta que emergió en la piedra una mujer de mirada triste, supuse que era así porque había ido muy al fondo de sí misma, entonaba un lamento pausado y constante, la melodía me era familiar pero no podía precisarla.
El segundo día tropecé con ella, caí de rodillas, desde allí pude contemplar el mundo de los insectos, los vi consumir la carne y dar forma a paisajes indescriptibles. Un día pensé que ella debía caminar, así tendría la libertad de estar y no de pertenecer. Tomé un puño de tierra, le di forma a sus piernas. Corté un trozo de durazno para darle color y textura, con la semilla moldeé sus pechos, al hacerlo sentí algo desprenderse, experimenté luego de mucho tiempo el calor y la sed. Sentí vergüenza porque deseaba algo que no podía explicar. En ese instante se presentó el primer conflicto con mi imagen, caí en una profunda melancolía, yo no era yo ¿me estaba creando a mí mismo? ¿quién era esa mujer? ¿cómo se crea algo que ya existe?
Tuve cierto consuelo, uno de los dos tendría un nombre, un cuerpo, uno de los dos podría irse.
Francesca – Me acerqué al fuego, no fui yo, fueron mis manos, pero ¿qué son las manos? Quise penetrar la llama, intuía que allí encontraría la respuesta.
ÉL – Habito muy dentro de ti.
Francesca – Sentí algo cálido, sentí el abrazo, fue entonces cuando descubrí que la función de las manos era poseer. Me aferré a cada ser, descubrí el uso del verbo manipular. He olvidado mi procedencia, he olvidado mi nombre.
Un fruto maduro cae, su sabor es dulce, mientras lo como un animal abre surcos en mi cuerpo.
Autor – Transcurrieron los días, la mujer se sintió lugar, quiso guardar allí sus manos y así detener esta escritura para gestar otra, el séptimo día nacía un yo de entre los muertos, un yo hijo del yo. Este es el origen de la escritura.
Martes 9 de Agosto/ 3:47 am
Escucho Rapsodie in blue de Gershwin, imposible no alegrarse con esta obra, antes escuchaba el segundo movimiento de la sinfonía nuevo mundo de Dvorak. Me siento feliz, hoy no quiero morir.
Me pregunto: ¿cómo he llegado hasta aquí? Aún no puedo precisarlo, el tránsito del día es agotador, respirar puede ocuparme durante varias horas y dejarme física y emocionalmente agotado.
Hay días enteros en que sabiendo todos mis pendientes, me abandono a la tarea de la contemplación, quisiera cumplir con mi jornada, pero no puedo y obligarme es confrontar al cuerpo, a veces me canso de ir en mi contra y me rindo al placer de contemplar.
Cuando era niño mi madre me llevaba de paseo al parque pero yo no jugaba, me sentaba con ella a ver a los niños jugar. Me gustaba hablar con los ancianos, les contaba historias sobre las pirámides, los griegos, las sirenas. También me gustaban los fósiles, las piedras de colores, los cuadros del museo. Dibujaba incansablemente, de niño mi tarea era dibujar.
Escribo para no olvidar. Las revelaciones son efímeras y estas líneas son un negativo hacia una mirada posible, pero, ¿qué fue lo que vi? Sumergido en los ácidos dentro del cuarto oscuro se revela la forma, ¿con qué lente capturé esta imagen? De eso se trata, lo nuevo es algo conocido, lo nuevo soy yo, el asombro ante mí y las palabras, he allí la distancia y la contemplación. Lo nuevo es el hambre y la saciedad, también lo es tener hambre y no querer comer…
No quiero ser leído. Quiero ser escuchado, dejar de lado las imágenes y así evocar otros paisajes.
Jueves 11 de Agosto/ 3:00 am
Music Room
Alguien transita la casa hasta llegar a una habitación aparentemente vacía, no sé si soy yo, no distingo la forma del sujeto pero sí sus movimientos. Él visita esta habitación del proceso, esta habitación que habla de la escritura. Me detengo ante las horas, es tan extraño el mundo, no sé cómo orientarme ¿dónde estoy? Tiene más peso que ¿hacia dónde voy?
Caigo en la hondura de otra pregunta: ¿por qué estoy aquí? Las palabras se arrojan al silencio de otras, donde una muere, nace otra en hermosa coexistencia.
Se manifiesta un retazo del pasado, de aquello que olvidé no-todo. Estoy con mi madre en la sala de emergencias, salgo al pasillo a buscar al médico de guardia, entro a una sala y veo lo siguiente: una mano sangrante sin dedos, una mano sin escritura, oigo a la enfermera decir que le han cortado los dedos para robarle los anillos, hay un gran charco de sangre.
Otro día me encuentro en plaza del hospital, a las 4 am nos sacan de la sala para hacer el cambio de guardia del servicio de enfermería. A esa misma hora, por todos los pasillos del hospital, desfilan en dirección a la morgue las camillas con los muertos del día. Atraviesan la plaza central del hospital, detrás de las mismas una procesión de dolientes. Esto ocurre cada mañana desde que estoy aquí.
Deambulo, hago largas caminatas, los médicos han dicho que mi madre va a morir, entro en crisis. No sé cómo salvarla, debo ingresar a la sala de hospitalización con un equipo de bioseguridad, han tomado una muestra que enviarán al IVIC, aíslan a mamá, los médicos dicen que ella representa un riesgo para los demás pacientes. Soy el único hombre al que permiten pasar la noche en el hospital, a falta de una familiar mujer, a causa de mi mal estado acceden a que mi papá se quede. Los médicos, enfermeras, los vendedores de comida y periódicos son muy gentiles conmigo.
He perdido 5 kilos en dos semanas. M y V me reciben en las tardes en su casa, ellas viven cerca del hospital, me escuchan y puedo dormir un rato.“Peluca” así llaman a su perrita juega conmigo y me recibe con mimos, creo que ella percibe mi tristeza.
Debo atravesar diariamente la ciudad, caminar dos municipios, hacer la comida y regresar al hospital, debo hacerlo rápido antes de que reinicien las protestas y tranquen calles. Hay “guarimbas” y el municipio donde vivo está completamente cerrado. Me duelen los pies.
Quisiera que alguien me ayudase, pido ayuda y no hay respuesta.
Me voy del hospital con mi madre, firmo una carta en donde me hago responsable de cualquier complicación que ella tuviera, consigo un médico especialista en Caracas, voy a visitarlo, le explico la situación y pido que haga un informe para que amputen a mi madre, él me dice que no puede, debo llevar a mamá a su consulta.
Me quedo 5 días en Caracas, el doctor dice que la amputación es la única vía posible, hay que cortar la pierna, si la infección llega a la médula ya no habrá nada que hacer. Me llevo a mi primo al zoológico de Caricuao, lo dejo jugar, y me tiro sobre el césped a ver las nubes.
Regreso a Valencia, no hay forma de trasladar a mi madre, le pido a un amigo que me lleve al terminal de autobuses, contra todo pronóstico me voy con ella a Caracas, en el trayecto el conductor se duerme y ocurre un accidente, nos encontramos en un punto medio antes de llegar a los Ocumitos. La zona no es segura, el autobús que viene auxiliarnos tardará en llegar (es lo que nos dice el chófer) con un grupo de personas logramos detener un autobús, todos son muy cordiales, me ayudan con las maletas y por supuesto cargar a mi mamá. Llego finalmente a Caracas… Esto lo he contado tantas veces.
El siguiente año me fui a París, mi prima al recibirme me regaló una hermosa libreta, era la primera vez que viajaba, fue allí que tuve un espacio para llorar, compré un café y una caja de cigarrillos, salí rumbo al cementerio de Montparnasse, quería conocer las catacumbas, di un largo paseo ese día. Entré al cementerio, visité la tumba de Sants-Saents músico que admiro tanto por su obra, como por su decisión de amar de otra manera, visité a Sartre y a Simone de Beauvoir. ( Si cuento esto es porque aún no puedo contar lo que quiero, esto es un preámbulo, esta parte de mi vida hizo un corte que puedonopuedo hilar, el detrás se refugia más allá de este paréntesis, pero acá escribo y escribir es contar, los labios se abren y cuentan uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho…)
Miércoles 17 de Agosto/ 10:36 pm
Toco la herida de mi madre. Aflojo el vendaje y lo retiro, la pierna está sobre el centro de cama, supura un líquido verde, me pongo guantes, tomo una gasa y la humedezco con iodo, lavo la pierna con agua oxigenada, retiro el exceso con la gasa, es entonces cuando se me revela la herida en carne viva y observo su fémur, debo limpiar hasta el fondo, es así como toco el hueso. Desde hacía mucho tiempo me fascinaban los fósiles, de niño me gustaba excavar, desenterrar, diseccionar ciertos animales, observaba detenidamente las venas y las facciones de los rostros de las personas mayores, me gustaban las momias, pues para hallarlas había que excavar muy profundo. Veo mi mano ir al fondo de la carne, el fémur es el hueso más fuerte del cuerpo, adentro se siente tibio. Me detengo en la imagen de mis manos, ellas que escriben y limpian, ellas me son cada vez más extrañas.
Madre e hijo es un largometraje del ruso Aleksandr Sokurov, esta película me hace pensar en la caída. Un tronco está a punto de sucumbir ante la tormenta, yo lo sostengo, es el árbol de mis padres. Ellos caen, hago de sus cuerpos un barco y navego en una soledad repleta de fantasmas. Solo las manos saben lo que quiero decir.
Jueves 18 de Agosto/ 8:50 am
Camino de un jueves a otro, pensando en las manos y las relaciones humanas, es enigmático como ellas se entrelazan, el amor y la amistad también lo son. Cuando las manos escriben nos adhieren al mundo pues son ellas quienes manipulan los objetos, me rindo a su voluntad, sabiendo que he de contar esta historia mía para poder contar otra. Esto es un ejercicio de manufactura donde no existe control de calidad. Los objetos han sido creados para las manos y estas se preguntan a si mismas por otra forma de asirse en el mundo.
-(ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete)
Mis manos se sostienen la una a la otra, mientras caen, las veo extraviarse en la infancia.