Nueve poemas de Pedro Zelarayan (Argentina, 1998)

Pedro Zelarayan (Argentina, 1998). Estudia cine.

~

 

Febrero, 2019

 

Sí 

es el mismo hospital donde te moriste hace tres años 

¿el café seguirá siendo igual de bueno? 

es gracioso que el café de acá sea el mejor de todas estas cuadras

 llenas de bares 

me acuerdo que una noche fui a uno 

el bar tenía el nombre de una canción de los abuelos de la nada]

y esa noche sonaba Papo desde parlante más grande 

la gente tenía risa de sábado 

y el Barman me dio una cerveza sin gas 

me fui sin saber su nombre 

El bar también cerró.

 

Tu campera roja tenía un dibujo de dos espadas

 

Tengo esa noche en la terraza

como un pedazo de aire 

o una entraña de pajarito

en el talón

Me cantabas Fly Me To The Moon

pero no la de Sinatra

la de un extraño

  como nosotros

 

 

Abril es el mes más cruel

 

El arito que me regaló Valentina

lo perdí en la fiesta

 

Imanol fumaba un cigarrillo y decía

que todos habían cambiado

 

Sacaba hielo de la heladera 

y me presentaba con gente 

que no nunca había visto antes

 

Noelia me dijo que la esperara

y la perdí de vista

 

Sofía se tiró en el pasto y no quiso 

pararse hasta que empezó a oscurecer

 

Nos fuimos de la fiesta

Cuando todos seguían reunidos en un círculo abierto

 

 

La distancia es un animal de piernas flaquitas

 

Sacudirse sobre la casa 

es limpiar la tristeza

 

La cortina, la pera, el ombú, son como muy enojonas

 

Contarte que leí un libro dónde hay un niño

 

El niño sufre porque su nombre es difícil

 

Es verde, grandote, encriptado y del sur de España

 

Pero eso no lo sabés, porque te fuiste

 

La casa no deja de crecer y la perra no ladra

 

Las llaves se pierden y las puertas se endurecen

 

¿Debería dejarte la casa abierta

 

Así volvés con tus pies y tus tobillos de noche

 

Arremangando el suelo con tu sueño

 

Llegando a mi cama y escondiéndote conmigo?

 

Pero no me toqués, por favor

          no me toqués

 

Dialéctica

 

Cuando un hombre pierde la esperanza

hay otro junto a él

barriendo

 

 

Sobre personas detrás de las columnas

 

Alguien decía qué cuando los amigos morían se morían todos a su alrededor. Es decir, quiero aclarar:

moría su familia, sus amigos, todas sus amantes. Se morían todos, no él. Nuestro amigo, el que guardaba las servilletas, el que nos esperaba.

Todo se incendiaba como un ejercicio sin voluntad, no él. Un hombre que venía desde lejos: un cuerpo; y después todo sigue y se esparce.

 

 

El desierto y su semilla

 

Papá, todo hijo espera del padre una confirmación de las cosas

una lata de pintura una noche de sábado.

Papá, la única manera de liberarme de vos

es amándote.

Una vez tuve un sueño donde estabas de espaldas

me llevabas de la mano por un edificio azul

que tenía muchas escaleras muchas ventanas

Me decías que no mire hacia al techo

ni a los espejos.

Cuando llegamos a la terraza me hiciste una pregunta:

¿si un hombre se tira desde aquí, cuánto pensás 

que demora en tocar el suelo?

Yo te explicaba que no podía saberlo

porque no sabía cuánto pesaba un hombre

y vos me volvías a preguntar:

¿si un hombre se tira desde aquí, cuánto pensás 

que demora en tocar el suelo?

 

 

El eterno retorno 

 

Durante la Francia de entreguerras vivió un poeta extraño.

Raymond Radiguet había vivido lo suficiente 

como para demostrar que era el nuevo Rimbaud:

tenía la genialidad precoz

un maestro que lo amparaba y amaba

y dos libros bajo el brazo.

 

Pero Radiguet cometió un error fatal

error que Rimbaud supo ver antes, 

y por el que 

renunció a la poesía.

 

Solo imaginen ese momento:

¿qué tanto valía la poesía

cuando Radiguet se enteró que iba a morir

y que su nombre no era Radiguet

si no Rimbaud?

 

 

Familia nuclear

 

  1. En los días de luto escondiamos nuestros zapatos

papá cocinaba una salsa que parecía arroz con leche

y mamá 

nos advertía sobre cosas terribles mientras acariciaba el pelo 

de nuestra hermana menor

 

  1. En los días de luto nuestro tío juntaba trapos viejos de la calle

y creaba artefactos que se burlaban de la muerte

nos decía que tengamos cuidado

que no escucháramos el silbido que venía a la madrugada

que no escucháramos 

porque es difícil crear artefactos que no sean crueles

 

  1. En los días de luto

a los hermanos pequeños nos tocaba llenar las paredes

con fotos familiares

y a los mayores seleccionar con cuidado 

las que cambiaron demasiado

después se las llevaban en bolsillos pequeños para la finca

 

  1. En los días de luto la abuela cerraba todas las puertas y ventanas

nos decía que nos callaramos

que si no algo se escaparía que nos callaramos

hervía agua en una gran olla verde

y se paraba de frente

susurrando nombres que nunca conoceremos

La abuela nos miraba de tanto en tanto:

lo hacía con ojos que venían desde lejos.

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