Tres poemas de Aleida Belem Salazar (México)

Aleida Belem Salazar (Torreón, Coahuila, México, 1989). Poeta, editora y especialista en posicionamiento SEO. Es autora del poemario Miedo cerval (89plus y LUMA Foundation, Zúrich, 2014). Fue becaria del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) en los periodos 2016-2017 y 2013-2014, en la categoría de Jóvenes Creadores, en la disciplina de Poesía, así como en Los signos en rotación Festival Interfaz-Mty 2014. Creó el sello editorial independiente Stillness & Blood Press, dedicado a la publicación de libros de poesía e ilustración de autores jóvenes y contemporáneos. Su obra ha sido publicada en proyectos y revistas nacionales e internacionales, algunos como Círculo de Poesía, Armas y Letras, Ménades/Keroxen14 y en la antología Los reyes subterráneos. Veinte jóvenes poetas de México (La Bella Varsovia, España, 2015); también ha sido parcialmente traducida al inglés.

*

Mi madre odia el color negro
para ella sólo significa
alguien tiene problemas
alguien no está bien
alguien debe estarle haciendo daño
alguien piensa en el suicidio

por eso a todas las cajas de crayolas
les quitaba el color negro para que los niños
a los que educaba no supieran que existía
que se llamaba negro porque algo debía
representar el vacío el agujero la ausencia
lo odiaba porque la negrura una noche le advirtió que volvería a quedarse sola
tan sola como nació
que jamás olvidaría el significado de
“una curva en la carretera”
“una explosión de órganos”
“los cuerpos quedaron prensados”

mi madre odia el color negro y por eso intenta eliminarlo suprimirlo borrarlo de todo

entonces comencé a pintar mis uñas
a vestir con el color repudiado
a llenar cada comisura
cada pliegue
cada espacio que advirtiera la luz
a marcar la piel con líneas oscuras
a invadirlo
porque
mi madre no sabía que
un día
sin esperarlo
todos los cuerpos se ennegrecen.

*

Leonor

qué hubieras pensado de mí
qué dirías ante el silencio de mi cuerpo y tu cuerpo suspendido
como vaho en un sueño que predicen las piedras
te veo en un fotografía vieja
y tu rostro está granulado por el tiempo
al igual que tu cuerpo desintegrado por la tierra

veo tus ojos, Leonor, y cómo tu infancia
se parte
alguien decide parar tu vida
decide que no puedes estudiar más
decide que no sabrás leer ni escribir hasta después de tu sexto hijo
cuando aprendas a través de Plaza Sésamo

pariste a seis hijos que se odian entre ellos
imagino que antes de morir, porque sabías que ibas a morir de tajo por el impacto
de un auto que haría explotar tus órganos
te miraste al espejo, dijiste tu nombre las veces que fueron
necesarias para invocar a los espíritus
fuiste un cuerpo al que habitaron los muertos para sanar
fuiste un cuerpo al que habitaron para que pudieran
avisarle a tu hija de quince años que morirías
fuiste un cuerpo que habitaron las vírgenes
ruega por nosotros que alguien ruegue por tus huesos
fuiste un cuerpo al que tu pasado nunca pudo pedirte perdón
¿sientes frío? ¿fuiste feliz?
¿alguien te preguntó qué deseabas?

cuántas veces atrajiste a las brujas a tu casa
mordiste tu lengua
hasta que tu alma se desvaneciera
dime, Leonor, cómo no voy a pensar en ti si tengo tus ojos

*

Ojos de paja

Para que la memoria se poblara de imágenes
debí repetir diez veces mi nombre
y no diez veces cada oración
no meterme a escondidas en las oficinas de la parroquia
asistir al catecismo
sentir miedo de olvidar el padre nuestro
ave maría llena eres de salva tus huesos polvo
tu vida llena eres de todos

cuando acepté a dios por primera vez
no me preguntaron
alguien sumergió mi cabeza en el frío

cuando acepté a dios por segunda vez
no encontraba un vestido blanco
porque a los diez ya era demasiado alta
y la ropa de niñas demasiado pequeña

dije sí abrí la boca y comí el cuerpo de cristo
dije sí y me persigné todas las veces que quiso el padre
me hinque herí las costras de mis rodillas de niña inquieta
dije sí sí sí amén
perdóname, Jesús, no sé por qué sangras
por qué mis palabras atravesando la llaga el verbo mudo de la carne la creación

la tercera vez que acepté a dios
fue para decirle lo siento hoy no quiero la clemencia
hoy la culpa no existe
acepto el insomnio
los ojos de paja alimenten mi espíritu

tardé
veintiún años para abandonar a dios
y supe entonces qué significaba la indiferencia
la tranquilidad de postrar mi cuerpo boca abajo
sobre cualquier superficie.

*

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