
Luna Miguel. Nació en Madrid, España, en 1990, un año importante para las generaciones poéticas actuales. Actualmente vive en Barcelona y trabaja como redactora de PlayGround Magazine, donde escribe artículos de diversa índole sobre poesía y literatura. También es editora de El Gaviero Ediciones. Es autora de los poemarios Estar enfermo (La Bella Varsovia, 2010), Poetry is not dead (DVD, 2010; La Bella Varsovia, 2013), Pensamientos estériles (Cangrejo Pistolero, 2011), La tumba del marinero (La Bella Varsovia, 2013) y Los estómagos (La Bella Varsovia, 2015). Algunas selecciones de estas obras se han editado en países como Estados Unidos, Italia, Argentina y Suiza. Publicó junto a Antonio J. Rodríguez el cuento Exhumación (Alpha Decay, 2010). También ha coordinado varias antologías como Tenían veinte años y estaban locos, Sangrantes y Vomit; y ha sido incluida en antologías como 40 likely to die before 40: an introduction to Alt Lit o Hangout Los Perros Románticos. Ha traducido, entre otros, a Marcel Schwob, Ted Hughes, Anna Ajmátova, Mary Jo Bang y Arthur Rimbaud.

Su poesía es visceral, lúcida y desafiante. Luna emerge entre versos que desean contar una historia a través de imágenes anatómicas y hermosas. Sus cinco poemarios nos muestran universos dispuestos a crear belleza a partir de la vida y el caos. Pero más allá de eso, está una mujer que se rebela y que es capaz de decir y denunciar lo que teme del mundo a través de pequeños gritos en forma de versos. Su poesía nos recuerda el valor de la imagen en la creación estética y nos adentra a pequeños mundos conectados a través de la palabra. Luna sabe trabajarla y, además, surge de una palabra en sí misma.
“El poema es una mano que piensa”
(Estar enfermo, La Bella Varsovia, 2010)
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La Bella Varsovia acaba de publicar tu nuevo libro, Los estómagos. El libro está formado por 29 poemas que manifiestan una voz feroz. Luego de leerlo varias veces, se me ocurre que nos invita a pensar en varias cosas: somos lo que comemos, hablemos de lo que comemos, hablemos del estómago y de las emociones. Has relacionado en varias oportunidades la escritura de este libro con tu comienzo en el vegetarianismo. ¿Cómo se concilia la ferocidad de tu poesía con el hecho de ser vegetariana?
Luna Miguel: Creo que cuanto más ordenada soy, en mi vida y en mi escritura, más feroz resulta lo que digo o hago. Siempre he tendido a ser muy torrencial, a ser muy visceral. Pero es ahora cuando mi vida comienza a asentarse y cuando noto que esa fuerza que antes derrochaba se está formando de otra manera. Eso me relaja, y eso me gusta. El vegetarianismo es sólo una parte más de esa vida ordenada que tanto deseo.
La portada de Los estómagos es una ilustración de la artista polaca Aleksandra Waliszewska, quien se caracteriza por sus obras de huesos, violencia y anatomía. ¿Te parece que ambas hablan un idioma similar? ¿En qué momento te empezó a interesar su trabajo y de qué forma se conectó con tu poesía?
LM: El mundo de Aleksandra me fascina porque retrata los que muchas veces son mis sentimientos. Hay quien piensa que sus obras tienen algo feo, pero es que los sentimientos también son feos. La vida de una mujer está llena de cosas feas, que después nosotras nos encargamos de convertir en cosas bonitas. Según mi blog empecé a obsesionarme con su obra en abril de 2010, la utilicé para ilustrar una cita de Vicente Luis Mora sobre pederastia. Creo que llegué a ella a través de Begoña García Alén (quien por aquel entonces firmaba como Betty Blue y a la que llevo tatuada en el brazo). Alguna vez me tatuaré algo de Waliszewska. Estoy segura.
Los estómagos tiene un anexo llamado Con los perros románticos. ¿Cuándo te diste cuenta que el libro necesitaba de una sección aparte a su concepción inicial?
LM: Cuando mi madre falleció le escribí un poema. En esa época no existía el grupo literario de Facebook llamado Los perros románticos, pero cuando aquello pasó sentí mucha fuerza venida de algunos jóvenes escritores amigos que me apoyaron y me dieron fuerza en aquel momento. Sentí que debía escribir no sobre los que se van, sino sobre los que se quedan. Sé que el tono es distinto, pero también sé que de un modo u otro debía añadir aquel texto.
Uno de los poemas que más me gusta de La tumba del marinero es Múseo de cánceres. ¿Cómo fue el proceso creativo de este libro y de este poema específicamente?
LM: La Tumba del marinero es el libro que he escrito durante más tiempo. Es muy irregular, pero esa es la irregularidad que le da forma y sentido. Fue una escritura muy visceral, de eso es de lo que hablaba antes. Siento como si con ese libro me hubiera desangrado, literalmente. En cuanto a Museo de Cánceres, nació un día en el que yo estaba en Cubells, un pueblo de Cataluña. Me llevé los diarios de Chantal Maillard y pensé en su cáncer. Hablando con Unai Velasco, un genial poeta español que vino con Antonio, con Gil Padrol y conmigo a ese pueblo, me di cuenta de que muchos de los escritores a los que admiro han pasado enfermedades terribles. Decidí hacer una suerte de historia clínica ficticia, y nació este poema. Al principio lo escribí sólo para leerlo en un acto de Baeza, en un homenaje a Machado al que fuimos muchos jóvenes poetas de España. Cuando lo leí todo el mundo se rió y se emocionó, y entonces decidí que debía colocoarlo en el libro. Creo que es lo que más me gusta de todo lo que he escrito en mi vida. Quizá porque en ese poema Ana siempre estará viva.
¿Las traducciones que has hecho de poetas como Arthur Rimbaud y Anna Ajmátova han aportado algo a tu propio trabajo poético?
LM: Apunte: de Anna Ajmátova sólo hice un prólogo para sus prosas y diarios. Ella es una autora que me alucina, pero no creo que haya influido en mi escritura. En cuanto a Rimbaud, lo amo, lo traduje con Laura Rosal y fue un proceso arduo y divertido. De él he aprendido a mirar el mundo con asco y amor por partes iguales.
Estamos en el año 2015 y vemos a millones de escritores surgir gracias al Internet. ¿Ha cambiado la forma de ver la poesía?
LM: Definitivamente, sí.
¿Qué importancia crees que tienen proyectos poéticos en línea como Poetry will be made by all! y la Red de los poetas salvajes?
LM: Son altavoces para que la poesía llegue a todos. Lo que más me importa no es que haya escritores jóvenes, sino que haya lectores jóvenes. Esto está pasando.
La memoria es algo esencial en tu trabajo poético. ¿Qué valor le das a los recuerdos?
LM: Sin ellos no sé qué decir. Tampoco sé vivir. Recordar es sinónimo de tener corazón.
Te voy a preguntar algo que le pregunté a María Yuste hace unas semanas. Si MySpace se pusiera de moda de nuevo, ¿te abrirías un perfil?
LM: Hahaha. ¡Yo me apunto a todas las redes! Excepto a Ask.fm, que es un coñazo y está lleno de gente mala.
¿Cuál es la peor pregunta que te han hecho en una entrevista?
LM: Una vez una persona me dijo: “bueno, tengo que entrevistarte, cuéntame quién eres”. Viva el buen periodismo.
¿Es la escritura algo que va más allá de un recurso catártico?
LM: La escritura es comunicación. Gracias a la escritura tengo amigos, amor y vida.
¿Crees que en el futuro cercano haya más antologías en línea (y posteadas en blog) como la que haces en Tenían veinte años y estaban locos que, además, permite su actualización constante?
LM: Creo que ya las hay. Hay cada vez más. Me siento orgullosa de haber ayudado un poquito a que esa explosión se produzca. Lo bueno de estos sitios es poder descubrir a gente nueva. Me enamoré de Gretta Uhligh en Revista TN, por ejemplo.
Siempre recomiendas poesía nueva y fresca. ¿Qué poetas jóvenes actuales recomiendas leer?
LM: Estoy enamorada de dos franceses: Thomas Deslogis y Laura Vazquez. También de dos mexicanos: Jesús Carmona-Robles y David Meza. Pero me gustaría volver a Europa, y seguir mis búsquedas en este continente. La cantidad y variedad de lenguas lo hace difícil, pero espero seguir descubriendo.
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Luna tiene perfiles en:
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