Cuatro poemas de Carlos M-Castro

Judith van den Hoek
Judith van den Hoek

Death Row

Il y en a qui écrivent pour rechercher les applaudissements humains…
Lautréamont

 

soltás entonces la guitarra

y por primera vez un ojo tuyo

deja de ser espejo de sí mismo

 

el brazo agujerado de un convicto

se pasa en ronda por tus manos

 

con una petición imperativa

de llanto risa o bilis

 

sus dedos tienen callos

nacidos con el fin de muchas vidas

gargantas apagadas

y piernas y entrepiernas en cenizas

 

el cerdo el criminal

el chicle que hay bajo la silla

tiene que ser eliminado

con una sobredosis de justicia

 

firmás gustoso el acta

con el control remoto

mientras tu otra mano

ausculta la bragueta

 

pero cuando se desinflama

el glande que palpita en tu pecho

notás que acaban de pinchar a tu vecino

 

Mi nombre es Bernardo Abán Tercero

Pasé por El Guasaule con Virgilio

Nel mezzo del cammin di nostra vita

 

Busqué dentro del Dite a mi Beatrice

in order to becoming citizén

o al menos residente de los cielos

 

Y tarde realicé que no debía

dejar mi chico infierno con los míos

ché la diritta via era smarrita

 

así un día ocurrió

que abandonaste el búnker de tu ombligo

y compartiste el fuego recibido

y amaneció en la Tierra tu otro ojo

y viste más allá de tu retina

y te reconciliaste con tus brazos

y en ellos consolaste al invisible

espectro que llenaba los espacios

y todos los pronombres se opusieron

al plagio prolongado de los seres

 

qué pena que ese día se te niegue

 

=

 

Omaríada
—Confesión de un convicto —

La maté porque se iba a ir con otro maje. Yo los oí platicar. Así que al otro día la embosqué, la esperé en el camino cuando estaba a punto de escapar. La vi venir, la encaré, le reclamé; discutimos. Yo no aguanto nada, a mí no me gusta que me vean la cara de pendejo. Me la gané de un leñazo en la nuca. Se desmayó. Le quité la ropa y con ella misma la amarré y le tapé la boca; ¡se miraba rica! Y quería irse con otro cabro. ¿Olvidaba que soy su hombre? Yo la hice mujer. Y ahí mismo la volví a marcar. Me tenía enturcado. ¡Enturcado! Le metí dos leñazos más. Me fui al caserío y pedí prestadas una pala y una piocha a los vecinos. Regresé. La enterré. En ese momento no estaba muerta todavía.

Estoy un poco arrepentido.

 

=

 

Manual para sobrevivientes

 

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
Refrán sordomudo

 

No quiero un panegírico leído por Ernesto, Sergio o Claribel

ni un mausoleo en la Colina de los Ilustres Hombres.

Que no maquillen mi pellejo

ni disfracen mi esqueleto y su cubierta de un Gran Señor que nunca fui.

Prohibidos los videos y las fotos que después circularán por Internet

o serán salvapantallas, tapiz del Escritorio,

imagen destacada de perfil en red social.

 

Nadie publique un reportaje, una noticia, un obituario.

Alejen a la prensa de la fosforescencia de mi profundo oscuro sueño.

Golpeen todo rostro cuyos ojos enrojezcan

ante el primer ardor de mi chorreante témpano

y humillen a cuanta mujer aparezca

queriendo, enlutada, acaparar la propiedad privada del Dolor.

 

Desnudo amordazado dando vueltas frente al fuego,

aguarden su ración de carne asada los presentes;

trituren lo que sobre, hagan moronga

y coman hasta hartarse de mis restos.

 

Si al rato van al baño a descargarse,

no olviden con las hojas limpiarse de mis libros.

 

Jamás se les ocurra de todo lo que dije o escribí

copiar ni media frase en las paredes.

Olvídense de dioses y de héroes.

En estos tiempos los monumentos hieden.

 

Conviene reajustarse los grilletes.

 

=

 

Oda a la creación contemporánea

 

De pronto se expandieron tus esfínteres

 

complicadas

como una materia que no es tuya

y regresa al mundo del que vino

las palabras

una a una

de vos iban saliendo poco a poco

 

Era un acto razonadamente involuntario

poeta

estabas en la calle o el café o la cantina

despertabas quizá revolcado en la tristeza

 

no había nadie con vos

 

Así como sucede la tragedia

te abandonaste después de hacer lo inútil

al dolor reptante de ese gozo inoportuno

 

Con tus dedos inestériles

ibas tanteando la textura

y el calor reconfortante

de lo que brotaba

 

Te invadió lo inmenso

 

Cuando sentiste que acababa la descarga

tomaste en una mano

tu morral

 

Feliz por ser conducto necesario

llevaste tu producto con vos a todas partes

lo mostrabas, dejabas que lo olieran

los otros desgraciados

 

Y ya por fin

tu sombra muerta de cansancio

embadurnaste todas esas letras

comprimidas por tu puño

en un papel que levantaste por bandera

 

 = 

Carlos M-Castro nació en Managua, Nicaragua, en 1987. Es autor de Antropología del poema (Managua: Leteo, 2012) y su trabajo ha sido incluido en antologías como #Los2000. Autores nicaragüenses del nuevo milenio (Managua: Leteo, 2012; 2.a ed.), Flores de la trinchera. Muestra de la nueva narrativa nicaragüense (Managua: Soma, 2012), Apresurada cicatriz. Instantáneas de poesía centroamericana (México, D.F.: Literal, 2013), Nuevos poetas de América. Antología de poesía joven Chile-Nicaragua (Santiago de Chile: Fundación Pablo Neruda, 2013) y De ahí nomás. Poesía actual de Centroamérica y del Caribe (Bahía Blanca: Vox / San José: Germinal, 2013). Eventualmente escribe en su blog, http://lectordislexico.blogspot.com, y rara vez tuitea: @lectordislexico.

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