
Death Row
Il y en a qui écrivent pour rechercher les applaudissements humains…
Lautréamont
soltás entonces la guitarra
y por primera vez un ojo tuyo
deja de ser espejo de sí mismo
el brazo agujerado de un convicto
se pasa en ronda por tus manos
con una petición imperativa
de llanto risa o bilis
sus dedos tienen callos
nacidos con el fin de muchas vidas
gargantas apagadas
y piernas y entrepiernas en cenizas
el cerdo el criminal
el chicle que hay bajo la silla
tiene que ser eliminado
con una sobredosis de justicia
firmás gustoso el acta
con el control remoto
mientras tu otra mano
ausculta la bragueta
pero cuando se desinflama
el glande que palpita en tu pecho
notás que acaban de pinchar a tu vecino
Mi nombre es Bernardo Abán Tercero
Pasé por El Guasaule con Virgilio
Nel mezzo del cammin di nostra vita
Busqué dentro del Dite a mi Beatrice
in order to becoming citizén
o al menos residente de los cielos
Y tarde realicé que no debía
dejar mi chico infierno con los míos
ché la diritta via era smarrita
así un día ocurrió
que abandonaste el búnker de tu ombligo
y compartiste el fuego recibido
y amaneció en la Tierra tu otro ojo
y viste más allá de tu retina
y te reconciliaste con tus brazos
y en ellos consolaste al invisible
espectro que llenaba los espacios
y todos los pronombres se opusieron
al plagio prolongado de los seres
qué pena que ese día se te niegue
=
Omaríada
—Confesión de un convicto —
La maté porque se iba a ir con otro maje. Yo los oí platicar. Así que al otro día la embosqué, la esperé en el camino cuando estaba a punto de escapar. La vi venir, la encaré, le reclamé; discutimos. Yo no aguanto nada, a mí no me gusta que me vean la cara de pendejo. Me la gané de un leñazo en la nuca. Se desmayó. Le quité la ropa y con ella misma la amarré y le tapé la boca; ¡se miraba rica! Y quería irse con otro cabro. ¿Olvidaba que soy su hombre? Yo la hice mujer. Y ahí mismo la volví a marcar. Me tenía enturcado. ¡Enturcado! Le metí dos leñazos más. Me fui al caserío y pedí prestadas una pala y una piocha a los vecinos. Regresé. La enterré. En ese momento no estaba muerta todavía.
Estoy un poco arrepentido.
=
Manual para sobrevivientes
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
Refrán sordomudo
No quiero un panegírico leído por Ernesto, Sergio o Claribel
ni un mausoleo en la Colina de los Ilustres Hombres.
Que no maquillen mi pellejo
ni disfracen mi esqueleto y su cubierta de un Gran Señor que nunca fui.
Prohibidos los videos y las fotos que después circularán por Internet
o serán salvapantallas, tapiz del Escritorio,
imagen destacada de perfil en red social.
Nadie publique un reportaje, una noticia, un obituario.
Alejen a la prensa de la fosforescencia de mi profundo oscuro sueño.
Golpeen todo rostro cuyos ojos enrojezcan
ante el primer ardor de mi chorreante témpano
y humillen a cuanta mujer aparezca
queriendo, enlutada, acaparar la propiedad privada del Dolor.
Desnudo amordazado dando vueltas frente al fuego,
aguarden su ración de carne asada los presentes;
trituren lo que sobre, hagan moronga
y coman hasta hartarse de mis restos.
Si al rato van al baño a descargarse,
no olviden con las hojas limpiarse de mis libros.
Jamás se les ocurra de todo lo que dije o escribí
copiar ni media frase en las paredes.
Olvídense de dioses y de héroes.
En estos tiempos los monumentos hieden.
Conviene reajustarse los grilletes.
=
Oda a la creación contemporánea
De pronto se expandieron tus esfínteres
complicadas
como una materia que no es tuya
y regresa al mundo del que vino
las palabras
una a una
de vos iban saliendo poco a poco
Era un acto razonadamente involuntario
poeta
estabas en la calle o el café o la cantina
despertabas quizá revolcado en la tristeza
no había nadie con vos
Así como sucede la tragedia
te abandonaste después de hacer lo inútil
al dolor reptante de ese gozo inoportuno
Con tus dedos inestériles
ibas tanteando la textura
y el calor reconfortante
de lo que brotaba
Te invadió lo inmenso
Cuando sentiste que acababa la descarga
tomaste en una mano
tu morral
Feliz por ser conducto necesario
llevaste tu producto con vos a todas partes
lo mostrabas, dejabas que lo olieran
los otros desgraciados
Y ya por fin
tu sombra muerta de cansancio
embadurnaste todas esas letras
comprimidas por tu puño
en un papel que levantaste por bandera
=
Carlos M-Castro nació en Managua, Nicaragua, en 1987. Es autor de Antropología del poema (Managua: Leteo, 2012) y su trabajo ha sido incluido en antologías como #Los2000. Autores nicaragüenses del nuevo milenio (Managua: Leteo, 2012; 2.a ed.), Flores de la trinchera. Muestra de la nueva narrativa nicaragüense (Managua: Soma, 2012), Apresurada cicatriz. Instantáneas de poesía centroamericana (México, D.F.: Literal, 2013), Nuevos poetas de América. Antología de poesía joven Chile-Nicaragua (Santiago de Chile: Fundación Pablo Neruda, 2013) y De ahí nomás. Poesía actual de Centroamérica y del Caribe (Bahía Blanca: Vox / San José: Germinal, 2013). Eventualmente escribe en su blog, http://lectordislexico.blogspot.com, y rara vez tuitea: @lectordislexico.