Posmo, por Luis Aguilar (México, 1992)

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Imagen obtenida aquí
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─ A ver con esta… ¿de qué le hallas forma?

─ Pues, yo veo una ciudad.

─ ¡Ah! No seas mamón, eso lo dices porque ya leíste el título.

─ ¿Y cuál es el pedo? Al final, haya visto el título o no, me preguntas y yo veo una ciudad. Tiene sentido que el título me lo diga, por algo quién lo hizo se lo puso.

─ Pues sí, pero precisamente es eso lo que me caga. Sin el título, no se entendería ni madres, aunque pasemos tres horas buscándole.

─ Muchas veces algo así puede tener un chingo de interpretaciones. Esa puede ser la intención.

─ Ya suenas como el profe. Olvida que estamos aquí para hacer una pinche tarea. El pedo es que mucho de lo que se está haciendo depende completamente del público. ¿Dónde está la destreza del artista, la idea, la imagen, o cualquiera sea la pinche experiencia que nos quiere transmitir? Por ejemplo esta otra: yo veo sangre, y pienso en un compa que siempre llegaba hecho cagada a la casa porque su carnal lo molía a madrazos. Y luego leo: “Paz uterina”. A-la-mierda…

─ ¿Pues a poco no, cabrón? Rojo. Calidez. Útero. Y así te las llevas.

─ Puede ser para ti. Yo a mi mamá ni la conocí. Y no es que quiera cagarme en mis problemas personales, pero la paz no es un color, la paz depende de lo que te envuelve. Si a ti te meten en un cuarto con luces rojas y lo único que respiras es ese aire impregnado con artificialidad, te vas a cagar. Pensarías infierno, fuego, claustrofobia…

─ En el útero también hay sangre y violencia.

─ No digo que el artista de este cuadro sea un pendejo. Quiero pensar que sí hubo una idea detrás de este simple color. Lo que me molesta es esa misma simpleza. Esa dejadez ante la técnica. Ahora solo se busca eso; simpleza en los barrios, simpleza en las casas, simpleza en la música, simpleza en la creación. Ahora… cuando las cosas son todo menos simples.

─ Pues sí, pendejo, pero no todo se hará igual. Se buscará lo diferente y en ese sentido la simpleza intenta decir algo. Quizá lo que fue complejo antes ahora lo vemos simple. Sencillo. Como solucionar un problema y después darte cuenta de lo fácil que era. Piensa cuando jugábamos al Nintendo, de morros. Pasabas el nivel después de haberle mentado tantas veces la madre a la chingada tortuguita y luego podías andar a rienda suelta. Es así. Si antes se quebraban la cabeza para decir algo, ahora buscan lo contrario.

─ ¿Pero a dónde lleva todo eso, entonces? Si un artista tiene esa constancia perceptiva, si se supone que él interpretaba de manera compleja lo que el resto veía plano y cuadrado. ¿Quiere que todos tengamos esa percepción? Exige que el público goce de ese estómago extra cuando necesita digerir algo como la verdadera dependencia en el útero o la atractiva monstruosidad de una ciudad.

─ No toda obra es para cualquier público. No puedes descartar algo así nomás porque algunos no entenderán. El punto es que el trazo se sigue marcando y detrás hay una razón más compleja que la hueva del artista. No puedes echarlo a la basura porque no te gusta. Mucho de todo esto quizá busca que pendejos como tú y yo terminemos enfrascados, tirando mierda, por venir a un museo juntos. Y al final no está nada mal.

─ La discusión siempre ha estado sobre la mesa. Y sé que hay diferencias en gustos, pero debemos cuestionar la validez. Al final no puedes esperar nada de nadie. Los artistas no pueden esperar que alguien entienda. ¡A la mierda!, yo no puedo esperar nada de ellos. Detrás de eso solo hay desilusión y emputamiento. Y quién sabe, tal vez eso persiguen.

─ Pues, chance y si quieren eso. Pero yo puedo esperar que me pagues las caguamas que me debes.

─ Hijo de tu… Eso pura madre olvidas, ¿no? Pues ya vámonos antes de que se haga noche. Con todo lo que vimos y dijimos a huevo sacamos las dos cuartillas para el pinche ensayito.

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Luis Aguilar nació en el 92 en Sonora. Estudia Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Actualmente publica en su blog (elgarbancero.blogspot.mx) y es director del sitio web Sin mucho verbo. Participó como becario en la selección Centro-Occidente de Interfaz. Sus textos buscan el juego, la crítica y el equilibrio entre poesía y narrativa. Cree que las mentiras son tan válidas como la verdad. Le gusta recordar caricaturas noventeras y comer con las manos. 

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