«¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género (2015)», por Maikel Ramírez

 

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“Las night I heard a screaming
Then a silence that chilled my soul”
(Tracy Chapman: Behind the wall)

Por desquiciado que parezca (lo es), el pasado 19 de marzo el hashtag #mujergolpeadaesmujerfeliz llegó a alcanzar la tendencia mundial en la red social Twitter. Los mensajes que lo acompañaban, por descontado, destilaban las perspectivas más retrógradas del lugar que deben ocupar las mujeres en la sociedad. Aunque hubo una rápida respuesta para anular esta expresión de odio con hashtags tan contundentes como #penecortadoespenefeliz, bastante agua había corrido por ese río como para plantear un verdadero contrapeso. De manera que, a despecho de misóginos y afines, Cien mujeres contra la violencia de género, libro que compilan las escritoras Violeta Rojo, Kira Kariakin y Virginia Riquelme, obtiene su carta de ciudadanía en esta enrarecida atmósfera global.

            En su formato compacto, Cien mujeres contra la violencia de género, nos dicen en el prólogo, replica un proyecto iniciado en Chile en 2011, cuando Pía Barrios, Gabriela Aguilera, Patricia Hidalgo, Susana Sánchez, Silvia Guajardo y Ana Crivelli, escritoras que conforman el comité editorial Asterión, publican su libro homónimo. Desde entonces, la misma idea se ha repetido en otros países latinoamericanos, entre los que debemos contar a Perú, Argentina, Bolivia y, próximamente, Colombia y México, pues, repitámoslo, el odio de género trasciende fronteras.

            Rojo, Kariakin y Riquelme reúnen en ciento cuarenta y cuatro páginas microficciones, poemas y microensayos en los que escritoras venezolanas han volcado las diversas formas de perpetrar la violencia de género, que van desde el maltrato físico, pasan por el lenguaje y llegan a la simple indiferencia que pretende borrar la existencia de la mujer. Los textos que acá aparecen son de la autoría de las más reconocidas escritoras de nuestras letras. Debido al amplio número, sea suficiente mencionar a  Violeta Rojo, Ana Teresa Torres, Sonia Chocrón, Kira Kariakin, Edda Armas, Gisela Kozak, Lena Yau, Lesbia Quintero, Jacqueline Goldberg, Eleonora Requena, Mariana Libertad Suárez, Lennis Rojas, Enza García Arreaza, Oriette D’Angelo, Milagros Mata-Gil, María Celina Nuñez, Milagros Socorro, Yadira Pérez, Georgina Ramírez, Michelle Roche Rodríguez, Liliana Lara, Susana Sussmann, Claudia Noguera Penso, Virginia Riqueleme, Dulce Ramos, Naibeto Soto Parra y Adriana Villanueva.

            En su ensayo ¡Divinas! Modelos, poder y mentiras, obra que le granjeó el premio Anagrama 2015,  la exmodelo Patrícia Soley-Beltran enfatiza las diferentes configuraciones sociales que dan una apariencia de igualdad entre mujeres y hombres. El escritor mexicano Sergio González Rodríguez, en La máquina del femicidio, ha demostrado que los casos de violaciones y asesinatos en ciudad Juárez crecen en proporción al número de mujeres que se independizan y obtienen puestos de trabajo en las maquiladoras. Podemos recordar, asimismo, el sórdido caso ocurrido en la India en 2012, cuando una joven estudiante de medicina, tras ver el filme La vida de PI, cerca de las 8:30 p.m,  fue brutalmente violada. Registrados por un documental de la BBC, y sin asomo de arrepentimiento, los asesinos alegaron que una mujer no debía estar a esas horas en la calle, menos ir acompañada por alguien que no fuese un familiar. De igual modo, no es casual que el magnífico filme turco Mustang, de Deniz Gamze Ergüven, muestre a un grupo de hermanas que transitan por la adolescencia de manera traumática, pues penetran en una edad en las que son vistas como mujeres que deben acatar el lugar que le asignan los hombres. Turquía, como es ampliamente sabido, es un país de un desarrollo económico progresivo, al punto que recibe buena acogida dentro de la Unión Europea. Estos casos evidencian que es en un contexto social promisorio para las mujeres donde los peligros más inesperados pueden acechar.

            Hará unos meses atrás, cuando al escribir por acá sobre la novela Chicas muertas, de la escritora Selva Almada, diserté sobre el atroz asesinato de Liana Hergueta, mujer violada, destazada y abandonada en un basurero de Caracas, hecho que inmediatamente, para nuestra perplejidad, se convirtió en un caso de magnicidio, y pronto se esfumó de la atención del público. Para entonces, el diario El Nacional reportaba el asesinato de 111 mujeres solo en la ciudad capital. En lo que va de 2016, resaltan múltiples asesinatos de mujeres, cuyas formas, entre ellas decapitaciones, demandan mayor atención de los entes gubernamentales respectivos. De cualquier forma, la literatura siempre está allí para hacer audibles las voces que se quieren acallar, para hacer visible lo que desean que se mantenga oculto. Cien mujeres contra la violencia de género, como todo buen libro, echa abajo las barreras.

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Maikel Ramírez (Venezuela). Profesor en la Universidad Simón Bolívar (USB). Narro y escribo artículos sobre la literatura, la lengua, el cine, la música y otras cosas de la cultura. Textos míos han sido publicados en Letralia, Ficción Breve, Sorbo de Letras y en el suplemento cultural del diario aragüeño El Periodiquito.

4 thoughts on “«¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género (2015)», por Maikel Ramírez

  1. Maikel, gracias por el comentario acerca de nuestro proyecto BASTA! Una corrección: BASTA! México y BASTA! Colombia existen antes que el BASTA! Venezuela, que de hecho, es el último que ha salido.

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  2. La Mujer ha sido siempre una contra todo lo demás, leve o fuerte, en la historia pasada o en el presente llevar el cromosoma X es tremendamente difícil sin importar en que parte del mundo estés y no siempre gana el animo y los libros de autoayuda tan automáticos con poco o ningún calor en ellos, en BASTA Cien Mujeres contra la Violencia de Genero se haya ese calor palabras que si podrían curar y abrazar.

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  3. Ser portadora del Cromosoma X en la historia presente o en el pasado escrito no ha sido fácil mas bien todo lo contrario. Y Muchas veces el animo de otras personas y los libros de autoyuda tan automáticos y faltos ce calor no dan con las palabras que una mujer que atraviesa este trance quiere oír, el libro presta calor a sus heridas sin poses.

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