Piercing, por Jesús Delgado (Venezuela, 1993)

Gabriella Barouch
Gabriella Barouch
1

            ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué yo no lo tengo, mamá? ¿Por qué no? ¿Por qué? ¿Por qué no soy como él? ¿Por qué? ¿Por qué? No lo tengo. No hay nada. No hay nada. No lo tengo. No hay nada ahí.

            —Apúrense que está tarde.

           Mamá, ayúdame a quitarme la camisa que no puedo.

           Ven.

           Mami, el agua está muy fría.

           ¡Muy fría, mami!

           Déjense de vainas los dos. Vamos. Métanse en la regadera.

           Tengo frío, mami.

           Yo también.

2

            Selena sacó de su bolso el monedero, extrajo de uno de sus compartimientos un ticket azul, cerró el monedero, y volvió a ponerse el bolso, colgado en el pecho, hacia adelante. Metió el ticket en el torniquete, pasó, lo volvió a agarrar y se lo guardó en el bolsillo trasero de su jean. Laura hizo lo propio. Ambas bajan una detrás de otra, del lado derecho de las escaleras mecánicas. Apenas pisan el andén, suena el timbre de aviso de cierre de puertas, ambas corren e ingresan al vagón, sonriéndose.

           ¿Dónde te lo vas a poner por fin, bebé? -dice Laura cogiéndose del posamanos cuando el tren arrancó.

           No sé. Aún no me decido.

           En la lengua.

           No. Ese es único lugar en me daría asco perforarme. Siento que es antihigiénico.Sonríe Selena.

            Laura la mira irónicamente.

           No parece dice Laura, besando a Selena, terminando el beso con un lamido al labio inferior de Selena, produciendo un clic metálico por el choque entre los topes del barbell y el labret.

            Un obrero que iba sentado en frente de ellas y una señora ejecutiva, las miraron escandalizados. Laura suspiró despectivamente y les torció los ojos.

           Tienes que decidirte.

           Sí. No sé. También he pensado en el túnel.

           ¡Síiii! Guao, qué cool. Hazlo. Te quedaría muy bien.

            El tren se detiene. Selena y Laura hacen transferencia a línea uno, dirección Palo Verde. Esperan detrás de la raya amarilla del andén y se abrazan. Laura cubre el rostro de Selena con las anchas mangas de su suéter negro mientras la abraza y le besa repetidamente la mejillas. Selena le agarra las nalgas. Del otro lado del andén, la gente las mira. Selena se quita sus grandes lentes de aumento y limpia los cristales con el suéter de Laura. Unos liceístas camisa azul, al otro lado del andén, gritan “Esooo, cachapa”. Selena se pone los lentes y los mira. Uno de ellos, sonriente, separando y juntando sus dedos índice y medio, les hace señas representando una tijera. Laura les saca el dedo y todos ríen. El tren en dirección Propatria llega al andén y deja fuera de vista a los liceístas. Laura le agarra la mano a Selena, quien sonríe en una actitud de enérgica decepción, negando con la cabeza. Los liceístas vuelven a hacerles la señal de las tijeras desde dentro del tren, pegados al vidrio transparente de la puerta del vagón y Laura vuelve a sacarles el dedo. Selena los señala, se toca el pubis y luego les muestra el meñique. Los liceístas se revuelcan de las risas y continúan haciendo señales obscenas hasta que el tren arranca y se pierden de vista.

3

            Dime, mami. Por qué. Yo quiero uno. Dime papi. Tú también. Tú también tienes, papi. Por qué. Por qué. Yo no, papi. Yo quiero. Yo no tengo. Yo debería, papi. Yo te lo he visto, papi. Por qué.

            Ya vengo. Pórtate bien y enjabónate mientras busco el paño para secar a tu hermana.

           ¿Qué haces?

           Nada.

           ¿Por qué te tocas eso?

           No sé.

           ¿No te duele?

            -No.

           ¿Qué es eso?

           Se llama pipí.

           ¿Por qué yo no tengo?

           Porque eres niña.      ‘

           ¿Y no te molesta para caminar?

           No.

           Está creciendo.

           Sí.

           Déjate eso.

           No.

           Se lo voy a decir a mi mamá.

           Dígaselo.

4

           Desde siempre he sido así. No lo niego. Nunca he sido femenina. Nunca me han gustado los hombres, excepto mi papá, claro, cuando era chiquita. Jajá. Creo que el primer amor de toda niña es su papá. La gente cree que una es así porque está traumada, o un novio la dejó en el altar, o fue abusada, o está confundida, o no se ha conseguido un hombre de verdad. Malditos estúpidos ignorantes.Tocándose el entrepierna. Yo no elegí. Yo soy así desde siempre, desde que tengo consciencia. No es mi culpa. No saben lo que es estar en el cuerpo equivocado. No saben lo que es sentirse un extraño dentro de uno mismo. Sentir que uno es una equivocación de la naturaleza, un desequilibrio hormonal. No saben. No saben lo que es soñar, imaginar, ver en las nubes siempre objetos cilíndricos, deseando tenerlos entre las piernas, no saben porque ellos están en armonía mente-cuerpo.Se tocó el entrepierna. Yo no estoy enferma. Yo no soy un bicho raro. Yo no debería sentirme así, y sin embargo me hacen sentir así, la gente me hace sentir así. Para nosotras es incluso mucho más difícil que para los hombres gay, eso es algo más común, más aceptable, pero una “cachapera” no, eso es raro, es insano, contranatura. A los únicos que parecemos agradarle como grupo sexual es a los pornófilos. Si esto es así aun hoy día no quiero ni imaginarme lo desagradable que debe haber sido ser lesbiana en épocas pasadas. Lo que pasa es que precisamente los padres de uno no comprenden que siempre ha sido así, a lo largo de todos los tiempos, que es algo perfectamente natural. Que la homosexualidad está presente incluso en el reino animal. Ellos creen que uno está confundido, que está experimentando, y por eso uno termina aquí, acostado en un diván hablando con personas como usted, doctora.

           Muy bien, Selena. Muy bien. Lo estás haciendo muy bien al desahogarte.Tomando notas. Ahora cuéntame un poco de tu niñez.

           Mi niñez fue una niñez feliz, como la de cualquier niña.

           ¿Hay algún hecho en particular que quieras traer a colación?

           No. ¿Usted realmente cree que soy lesbiana por un trauma de mi niñez?

           Sólo contesta a mis preguntas, Selena. Recuerda que yo soy la psicóloga.

            Yo quiero uno. A mí nada me crece. Crece. Grande. Como mi papá. Como mi hermano. Yo quiero. Yo no puedo. Por qué. Por qué yo no. No. No. No. Yo quiero.

5

            “Estación Chacaíto”, suena la voz en en los altavoces del vagón.

           ¿Y entonces? Estamos a una estación y aún no te decides.

           Voy por un microbanana.

           ¿En cuál de las dos cejas?

            Selena levanta la ceja derecha en actitud de jocosa arrogancia.

           Sí. Te va a quedar muy cooldice Laura, acariciándole el rostro a Selana, que frota su mejilla contra la mano de aquélla.

            Al vagón entró una pareja de gays, que se dieron codazos mutuamente, señalándolas con el mentón, cuando Laura y Selena se tomaron de la mano.

           ¿Y qué piensan en tu casa?

           No sé ni me interesa.

           Esa es la actitud.

           No, de pana. Además, así mi psicóloga va a tener otra cosa de qué hablar.

           Tu shrink.

           Sí. Qué increíble cómo una persona que estudió psicología puede ser tan mente cerrada.

           Qué te puedo decir.

            Si yo tuviera uno fuera así, lo usaría así. Entraría así. Penetraría así. Si yo tuviera uno… Penetraría… Entraría… Dentro de ellas, de ella. Si yo tuviera uno y pudiera penetrar… Sería así

6

           Mis papás le están regalando su dinero. ¿Qué cree usted que va a sacar de todas estas preguntas? Se tocó el entrepierna y volvió a entrecruzar los dedos sobre el vientre, acostada en el diván.

                  Dime, ¿por qué estás tan molesta, Selena?

               Estoy molesta porque si fuera un hombre gay no estaría aquí. Estoy molesta porque en las reuniones familiares y gremiales mi mamá me obliga a ponerme ropa que no me gusta para “no desentonar”. Estoy molesta porque no puedo independizarme de ellos de una vez porque amo mi carrera y ellos me la pagan, además que es de tiempo completo, lo que no me permitiría trabajar y estudiar a la vez. Estoy molesta porque aún hoy día los amigos de la familia que me conocen desde la infancia me aprietan los cachetes cuando me ven y me comentan que debo tener a esos enamorados como locos, que crecí para convertirme en una muchacha tan bella, sin yo poder responderles: “No, pendejo. Soy lesbiana”, porque mi papá y mi mamá pegarían el grito al cielo y quién sabe para dónde me mandarían. Tengo 19 años. Se tocó el entrepierna. No soy una niña, mi orientación sexual ya está definida. Y sin embargo tengo que venir aquí a contestar sus preguntas capciosas e inocuas porque aún dependo de ellos.

           ¿Cuando te diste cuenta por primera vez?

           Ayyy, otra vez. ¿Eso fue todo lo que aprendió en la universidad, hurgar sin objeto en la infancia de los demás? ¡Desde siempre lo supe! A los tres años me ponía los interiores de mi hermano. A los cuatro me iba con él a andar bicicleta en vez de jugar muñecas con mis primas. En el preescolar me sacaba la camisa por fuera y decía que solamente me gustaban los zapatos deportivos (unisex). En primer grado me trasquilé la pollina y, aunque me dieron más de 50 correazos esa vez y las siguientes, nunca más me dejé crecer el cabello. Jugaba tazos, trompo, metra, con los niños de la escuela; y en tercer grado empecé a espiar a las otras niñas en el baño.

7

           Buenos días, ¿cómo está?

           Muy bien, ¿y usted? Pase, siéntese.

           Cuénteme, profe, a qué se debe esta citación. ¿Ha bajado el rendimiento de Selena?

        —No, señora, al contrario. Selena es una niña extraordinariamente inteligente. La razón por la que la hemos citado es porque las otras niñas han denunciado que su hija las mira raro en el baño…La directora tomó un trago de agua y desvió la mirada. Se asoma por debajo de los cubículos para verlas… Para verlas desnudas, hacer sus necesidades.

            La mujer sintió la sangre fría. Se sintió expuesta, avergonzada. Rompió a llorar contándole a la directora de la escuela que ella lo sospechaba, pero que ella y su esposo creían que simplemente se trataba de una niña de carácter fuerte… Que no necesariamente eso ameritaba que fuera machorra.

           Su hija necesita orientación. ¿La ha llevado a un psicólogo?          

           No. ¿Conoce alguno?

8

            Selena y Laura salieron en la avenida Francisco de Miranda sur y bajaron por el Boulevard Arturo Uslar Pietri hacia el centro comercial Sambil. Subieron las escaleras mecánicas hasta el cuarto nivel y entraron a una tienda obscura, con luces ultravioletas y donde se escuchaba heavy metal a un nivel moderado.

           ¡Mi querida amiga Selena!

           Qué más, Omar.

            Omar y Selena se abrazaron.

           Te presento a mi novia dijo Selena señalando a Laura. Omar la abrazó.

           Mucho gusto. Encantado.

            Omar era un hombre delgado, en la última etapa de sus veintes, tatuado en prácticamente todo el cuerpo; usaba bermudas, botas y una franela negra cuyas mangas habían sido recortadas. En la tienda, sobre el mostrador, clasificando unos plugs, estaba la novia de Omar, una pelirroja, muy blanca de piel, llevaba un sombrero beige y tenía túneles en ambos lóbulos y abigarrados tatuajes en sus brazos y en su pecho. Después que todos se hubieron conocido, Omar dijo:

           Cuéntame, Selen, ¿qué te trae por aquí?

           Microbanana -dijo Selena, señalándose la ceja derecha.

           Muy bien, muy bien – dijo Omar-. Let’s work, then.

            Así, así lo usaría, para atravesar la piel, para ingresar dentro dentro la piel. Así. Así. Sí. Así. Lo usaría así. Para entrar. Para desgarrar. Pero como no tengo… Como no tengo, como no puedo tener. Como nací sin él…

9

           Hola, Selena, ¿cómo estás?

           Bien. La cabeza gacha, molesta por cargar un moño, un vestido y medias altas.

            El doctor miró de reojo a la mujer.

           Ve con el doctor, mami, anda. Yo te espero afuera.

           No quiero.

        Selena, por favor. Ve con el doctor te estoy diciendo. Apretó los labios y le peló los ojos, en actitud de amenazadora autoridad.

        Ven, Selena. El doctor le cogió la mano a la niña y cerró la puerta del consultorio. ¿Te gustan los dibujos?

            -Sí.

            Bueno, vamos a ver unos dibujos hoy.

10

            Selena se sentó en un banquito y tomó la mano de Laura, de pie junto a ella. Omar enfrentó a Selena, abrió su kit, se puso los guantes de látex negro, pasó un algodón con alcohol por la ceja derecha de Selena, sacó de una bolsa de papel kraft una aguja hueca, la colocó en el forceps y perforó. Selena se chupó los dientes y apretó la mano de Laura.

            Así. Así te lo haría. Así te desgarraría… Pero como no puedo… Como no puedo… ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué no tengo? Yo no tengo. Si tuviera… Así. Así desgarraría. Así entraría y saldría. Así penetraría. Así. ¿Por qué no? ¿Por qué, por qué?

11

           ¿Qué ves aquí, Selena? Le mostró el lienzo blanco cubierto con irregulares manchas negras.

            Selena estaba sentada frente a él, al lado opuesto, meciendo los pies en el aire. Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en el escritorio para ver mejor el dibujo y lo contempló silenciosamente.

           ¿Qué ves, Selena?

           Veo un pipí, doctor.

***

Jesús Delgado (Venezuela, 1993). Abogado. Llevo cinco años escribiendo narrativa y he participado en un par de concursos tanto nacionales como internacionales. Microcuentos de mi autoría han figurado dentro de los finalistas a publicarse en concursos tales como el “#C140” de Banesco (Venezuela, ediciones 2013 y 2014), y la antología “Érase una vez un microcuento”, (España, 2014).

 

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