Cuatro poemas de «Voluntad de vivir manifestándose» de Reinaldo Arenas (Cuba, 1943 – New York, 1990) ~

9aea6230e14293260a09fbad0af7f7cb

***

Reinaldo Arenas (Holguín, 1943 – Nueva York, 1990). Novelista y poeta cubano. Su vida y su obra están marcadas por la insurrección castrista desde 1958. A pesar de haber participado en algunas de las políticas gubernamentales de Fidel Castro, en 1960 fue víctima de las medidas del gobierno en contra de los homosexuales. Fue encarcelado en la prisión de El Morro.En 1980, por una amnistía gubernamental, se exilió a Miami y posteriormente a Nueva York, ciudad en la que continuó escribiendo, hasta que, enfermo de sida, decidió suicidarse en 1990.

***

 Aportes

       Carlos Marx
no tuvo nunca sin saberlo una grabadora
estratégicamente colocada en su sitio más íntimo.
   Nadie lo espió desde la acera de enfrente
mientras a sus anchas garrapateaba pliegos y más pliegos.
Pudo incluso darse el lujo heroico de maquinar pausadamente
contra el sistema imperante.
       Carlos Marx
no conoció la retracción obligatoria,
no tuvo por qué sospechar que su mejor amigo
podría ser policía,
ni, mucho menos, tuvo que convertirse en policía.
La precola para la cola que nos da derecho a seguir en la cola
donde finalmente lo que había eran repuestos para
presillas («¡Y ya se acabaron, compañero!»)
le fue también desconocida.
    Que yo sepa
no sufrió un código que lo obligase a pelarse al rape
o a extirpar su antihigiénica barba.
Su época no lo conminó a esconder sus manuscritos
de la mirada de Engels.
(Por otra parte, la amistad de estos dos hombres
nunca fue «preocupación moral» para el estado.)
   Si alguna vez llevó a una mujer a su habitación
no tuvo que guardar los papeles bajo la colchoneta y,
por cautela política,
hacerle, mientras la acariciaba, la apología al Zar de Rusia
o al Imperio Austrohúngaro.
      Carlos Marx
escribió lo que pensó
pudo entrar y salir de su país,
                           soñó, meditó, habló, tramó, trabajó y luchó.
contra el partido o la fuerza oficial imperante en su época.
      Todo eso que Carlos Marx pudo hacer pertenece ya
a nuestra prehistoria.
Sus aportes a la época contemporánea han sido inmensos.

(La Habana, junio de 1969)

***

Sinfonía

       Esa sinfonía que milagrosamente escuchas
(el dueño de la radio portátil se ha dormido por lo que no ha
sintonizado «Radio Cordón de La Habana»)
                                                                              no te pertenece.
       Esas resonancias magistrales,
esas inesperadas estancias que levantan parajes mágicos
y despliegan cortinajes,
esa armonía que ahora se abre como un mar,
esa música
                                                                                      es de otra época.

Tú no tienes que ver nada con ella.
Y es lógico que llores, como lo haces,
aunque no sepas, aunque no quieras confesar, por qué.

(La Habana, abril de 1969)

***

Cuando le dijeron

   Cuando le dijeron que estaba vigilado,
que por las noches cuando él salía
alguien con una experta llave entraba en la habitación
y hurgaba en los frascos de aspirina
y en los consabidos, indiferentes, libros;
   cuando le dijeron que decenas de policías
en su honor trajinaban,
que habían logrado sobornar a sus familiares más allegados,
que sus amigos más íntimos
ocultaban tras los testículos mínimas libretas
donde anotaban sus silencios y comas,
                                                               no sintió miedo,
pero sí cierta sensación de fastidio
que al instante supo controlar:
No van a lograr, se prometió, que me considere importante.

(La Habana, septiembre de 1972)

***

Esas espléndidas diosas

     Esas espléndidas diosas
que esparcen el amor o la cólera,
la amenaza de una discordia, la grandeza de una batalla.
Esas diosas que detienen el sol
por deferencia a un hombre
y administran la gloria, la eternidad y los sueños,
no existieran, a no dudarlo, de no ser por aquel que,
ciego y paciente,
                                se dedicó a cantarlas.
Esos milagros, esas mentiras, esas tribus errantes,
esa cruz, 
esa leyenda, ese amor, esos mitos y esas verdades
que nos enaltecen justifican y proyectan
                                      no existirían
si voces empecinadas no se hubiesen dado a la tarea
de cantar en la sombra.

Ahora
que a falta de sombras sobran focos
y nadie puede ya cantar,
¿quién después que obtengamos el pulover por el cupón 45 o el cortaúñas por el 119
podrá demostrar que hemos existido?

(La Habana, diciembre de 1973)

*

Poemas de su libro «Voluntad de vivir manifestándose» (1989)

Comenta aquí ~

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

You are commenting using your WordPress.com account. Log Out /  Change )

Facebook photo

You are commenting using your Facebook account. Log Out /  Change )

Connecting to %s