Cinco poemas de David Santamarina (Venezuela, 1997)

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Tom Smith

Despedida en vagón de metro

A Alma

Este tren no tiene tiempo.
el tren no tiene la culpa, ni sabe
del adiós que se avecina
en la próxima estación.
Por eso avanza con rapidez despiadada,
tan ajeno a la tormenta interna
silenciosa en el bullicio del vagón.
La lágrima fugaz que calla y espera
que calla y otorga, tan limpia.
Las miradas castigadas de pena
el tacto del abrazo último
el dejar de mirar.
Ahora sólo quedo yo
del otro lado de la franja
y este tren que ni se inmuta
y este tren que no tiene tiempo.

***

Mar

Espuma insolente que burla
que ríe, traicionera espuma.
Los buques no tienen patria
los buques se aventuran tan lejos.
El vaho del sol impío y la luna
caliente que quema
que arde
el beso salino de muerte.
Los peces bandidos lo saben,
lo esperan cada día, cada hora:
La Muerte y la mar son dos mujeres
que yacen juntas algunas noches
y una estrella las mira y teme
por los pobres marineros
solitarios que hablan con la espuma,
traicionera espuma.

***

Ciudad portátil

 

Antena del Cafetal, ¿qué soledad te hizo tan alta?
¿Cómo no voy a llorar?, si tú te vas no te haré falta.

La Vida Bohème

 

Aquella ciudad que es sólo recuerdo
punzante que humedece los ojos
se paraliza leve en la memoria
Y en ella el tiempo no corre.
Esa ciudad nunca abandona
Tan cruel espacio y momento
Y vuelven las horas, los caminos
Los nombres de calles
mojadas de lluvia y de olvido.
Esa ciudad me dejó esperando y no supe
nunca si era aquella que pensé
sólo entiendo que ahora
no es más que la memoria
difusa, omnipresente
de un cerro que me invade
los pasos y la vida.

***

La loca de mierda

Despierta de su letargo
La loca de mierda en el banco
De la parada
y cepilla con afán sus cabellos.

Allá va la loca con su vestido
Pintado de asfalto y de sueño.

Ahí viene el bus, grita la loca y se monta
por la puerta de salida y dice:
qué astuta soy la loca,
la loca de mierda.

Bendito sea el banco que te acoge, loca,
bendita sea la parada de bus
que te sirve de hogar.
La noche que te arrulla
Con su danza interminable de luces
De carros.

***

Chico pájaro

A G y R.

Quisiera probar la gravedad y el estrépito
para ver qué se siente volar
por lo menos un instante,
Final y sublime.
Ojalá yo fuera tú, muchacho,
ojalá fueran mías las aguas azules.
Tú no eres de nadie y vuelas,
Solitario              sobre mí
me envuelves tanto
en las hebras de tus cabellos.
Y quise morir tu muerte
así como se vive una vida
porque anhelaba tus brazos
aquel día del diluvio.
Ahora espero en mi ventana
que llegue la hora de abrir las alas
y maldigo tu vuelo triste.

 

***

David Santamarina (Caracas, 1997). Reside actualmente en la Ciudad de Panamá. Estudia Periodismo. Lee en los buses y escribe enlasorillasdelguaire.blogspot.com

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