Sabemos que algunas esclavas sexuales del grupo islamista ISIS se han quemado el rostro a sí mismas con el propósito de dejar de ser objeto de deseo de sus captores. Convengamos en que no cabe hablar de tratos brutales que recaen en responsabilidades individuales, pues distintos líderes de estos grupos han manifestado que las mujeres deben consentir dejarse violar por sus soldados, lo que, a no dudarlo, hace patente su fundamentación ideológica y su condición de práctica sistemática. Otra forma de cosificación de la mujer nos la ofrece la cruda cinta Las elegidas, del cineasta mexicano David Pablos.
Este filme enfoca a Sofía (Nancy Talamantes), jovencita de apenas catorce años que ni en su pesadilla más sombría sospecharía que al entrar en el círculo familiar de su novio, Ulises (Óscar Torres), será forzada por su suegro y el resto de la familia a trabajar en un burdel, negocio familiar en el que una docena de muchachas son explotadas con crueldad extrema y bajo la amenaza de que si ellas se escaparan, sus familias serían asesinadas. No obstante, Ulises consigue arrancar de su padre la promesa de extraer a Sofía (ahora llamada Andrea) del negocio de la prostitución bajo el acuerdo de conseguirse otra novia que la sustituya. De esta manera, se da pie a un ciclo de perversión.
Antes de que el director David Pablos le diera forma de guión cinematográfico, Las elegidas se fermentó en la imaginación del escritor mexicano Jorge Volpi al conocer un caso de la vida real del año 2001, y se ha convertido en una ópera, titulada Cuatro corridos, y en una novela publicada recientemente por Alfaguara. Con esto, Volpi, uno de los escritores imprescindibles de la literatura latinoamericana contemporánea, regresa a historias más locales tras un recorrido por el nazismo, el comunismo, las corrientes psicológicas del siglo XX y el capitalismo global, como lo certifican sus novelas En busca de Klingsor, No será la Tierra (Tiempo de cenizas), La tejedora de sombras y Memorial del engaño, por solo mencionar algunas. Se puede dimensionar aun más el conflicto de este filme a la luz de lo que el escritor mexicano Sergio González Rodríguez distingue en la masacre de los cuarenta y tres estudiantes de Iguala como un signo inequívoco de ‘juvenicidio’, esto es, una forma de aniquilar a la juventud, crimen que, según los datos hallados por este escritor, se acrecienta en Latinoamerica.
Con todo y la realidad sórdida que construye, el estilo visual de Pablos funciona efectivamente por medio de la elipsis (planos y contraplanos continuos de Sofía y los diferentes hombres con los que debe acostarse), la metonimia (los condones desperdigados sobre un colchón) y las acciones en off (choque de las carnes durante la cópula) para nunca dirigir nuestra mirada directamente a la violencia que se inflige sobre el cuerpo de Sofía y el de otras muchachas. En una palabra, la crueldad que encontramos es sugerida. Pablos también logra construir la atmósfera de una violencia que ha calado en los huesos de la cotidianeidad, como ocurre con la normalidad de la familia de Ulises. Esto en algo me recuerda la violencia que puede llegar a experimentarse con otro filme mexicano, la cinta de narcos Heli, de Amat Escalante, cuya escena de la tortura, desarrollada en un cuarto en el que varios niños se divierten con videojuegos, mientras que afuera las amas de casa cocinan, es realmente inquietante.
En su breve y agudo ensayo La experiencia totalitaria, el recién fallecido Tzvetan Todorov cierra con una línea en la que expresa su angustia por la tentación totalitaria ante la que se encuentran cediendo las democracias actuales. Elisa G. McCausland, por su parte, se sirve de la novela gráfica Watchmen para hablar, entre otras cosas, de los discursos duros que surgen en Estados Unidos en momento de crisis. Visitar la brutalidad sobre la mujer que nos ofrece David Pablos en Las elegidas nos recuerda que, desde ISIS, pasando por Putin hasta llegar a Trump, los artefactos de la cultura son síntomas de su tiempo.
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Maikel Ramírez (Venezuela). Profesor en la Universidad Simón Bolívar (USB). Narro y escribo artículos sobre la literatura, la lengua, el cine, la música y otras cosas de la cultura. Textos míos han sido publicados en Letralia, Ficción Breve, Sorbo de Letras y en el suplemento cultural del diario aragüeño El Periodiquito.