
“Al igual que el mildio, las enfermedades
ideológicas deben combatirse de forma preventiva”
(Costa Gavras: Z)
A lo largo de los años de la llamada Guerra contra el terror que el presidente norteamericano George Bush llevó adelante, diversas bandas rockeras editaron piezas en las que manifestaban su descontento por lo que consideraban era un creciente Estado fascista, en el que además de la guerra continua los ciudadanos perdían sus libertades. Desfilaron en esos años, por mencionar una pequeña muestra, canciones como Bushleaguer, de Pearl Jam, y discos como American idiot, de Green Day; Zeitgeist, de The Smashing Pumpkins; Mesmerize, de System of a down; Libertad, de Velvet Revolver; y Echoes, silence, patience & grace, de Foo Fighters. Respecto a este último, tanto las letras de su canción The pretender como su videoclip, a mi parecer, nos pueden ayudar a dilucidar cómo el gobierno venezolano construye discursivamente al Otro que le adversa.
The pretender se desarrolla en un solitario hangar, en el que los Foo Fighters se proyectan contra una enorme lámina roja detrás de ellos y sobre un piso blanco y brillante que se encuentra dividido por una raya negra. La entrada del vocalista Dave Grohl coincidirá con las línea del tema: “Keep you in the dark you know they all pretend” y marcará la entrada progresiva de los otros integrantes de la banda. Un primer policía aparecerá amenazante en el cuadro tan pronto Grohl inicie su coro desafiante: “What if I say I’m not like the others?/ What if If say I’m not just another one of your plays?/ you’re the pretender/ What if I say I will never surrender?”. A continuación, advertiremos el crecimiento desproporcionado del número de agentes, al igual que el aumento injustificado de la agresividad de estos ante el hecho de que la banda simplemente se encuentre allí. Prestemos atención ahora a las letras del puente de la canción, pues, como apreciamos, provocan el ataque final de las fuerzas represivas: “I’m the voice inside your head you refuse to hear/ I’m the face you have to face mirrored in your stare/ I’m what’s left, I’m what’s right/ I’m the enemy/ I’m the hand that will take you down/ bring you to your knees/ So who are you?/ yeah, Who are you?/ Yeah, Who are you?/ Yeah, Who are you?”
En pocas líneas, The pretender formula una pregunta clave que deberíamos hacerle a quien nos considera su enemigo: ¿quién eres tú?. Dicho de otro modo, la idea rectora de la canción es la identidad. Hablamos de unas fuerzas policiales que le niegan al otro la expresión de ella para, en su lugar, asignarle o llenarla con las ideas que tiene sobre un enemigo, sin caer en cuenta en que ellos mismos no podrían articular con precisión por qué razón o qué es lo que hace que un policía sea lo que es.
Una de las funciones de las metáforas conceptuales es la atribución de roles. Dos ejemplos a la mano pueden ser útiles para captar este aspecto. En el primero, un estudiante que poco estudió y que rara vez entró a clase sostiene que reprobó el curso porque: “el profesor me raspó” (o “me rasparon”), con lo cual se coloca a sí mismo en el papel de un paciente que recibe la acción ejecutada por un agente. Desde esta óptica, el estudiante no es responsable de su fracaso, sino la víctima; en el segundo, Nicolás Maduro y su gobierno aseguran que la crisis económica de Venezuela se debe a una “Guerra económica”, con lo cual asume el rol de héroe racional y moral, que salva a la princesa indefensa (Venezuela) del villano incorregible y perverso con el que no se puede llegar a acuerdos (la oposición). Desde tal representación de los hechos, quién duda, el gobierno nacional no tiene responsabilidades con nada de lo que ocurra en el país.
Adicional a esto, como ya lo ha explicado ampliamente Teun van Dijk, solemos emplear cuatro estrategias en el plano del discurso ideológico Nosotros contra Ellos: a) resaltamos nuestros aspectos positivos, b) opacamos sus aspectos positivos, c) opacamos nuestros aspectos negativos; d) resaltamos sus aspectos negativos. De resultas, realizamos una simplificación de la complejidad social. Con todo, las ideologías no se conforman con la realidad y, por eso, convocan fantasía sobre lo que Nosotros somos en contraste con Ellos, de allí que Nosotros seamos sanos y Ellos sean agentes portadores de enfermedades, como bien lo apuntó Susan Sontag en su referencial ensayo La enfermedad y su metáfora/ el sida y sus metáforas, o que Nosotros seamos potentes sexualmente, en tanto que ellos son frígidos o impotentes, como se desprende de los comentarios de Maduro sobre el tamaño del pene de Hans Wuerich, manifestante que expresó su inconformidad caminando desnudo entre el ataque represivo de la Guardia Nacional Bolivariana.
Visto así, nuestra identidad puede reposar más en la representación que nos hacemos del otro que en lo que creemos sobre nosotros mismos, pues mientras que: a) el otro sea ignorante, yo seré más erudito; b) el otro sea feo, yo seré más hermoso; c) el otro sea inmoral, yo seré más moral, entre otras implicaciones. En cuanto a roles asignados por medio de metáforas conceptuales, obtenemos que si: a) el otro es una enfermedad, yo soy la cura; b) el otro es un animal, yo soy un cazador liberador de la amenaza y cuyo deber es matarlos; c) el otro es una suciedad, yo sea un agente limpiador, por apenas esbozar un corpus de casos.
Hace unos días, leí un informe en el que mostraban unos gráficos y otros datos sobre el crecimiento exponencial de los asesinatos que la dictadura venezolana ha perpetrado contra los jóvenes manifestantes desde que Maduro anunciara la fase verde del Plan Zamora. Algunos versados en el estudio del discurso le atribuyen la embestida de las fuerzas represivas al lenguaje violento del Ejecutivo y, en concreto, citaban el anuncio hecho por Maduro respecto al inicio de la siguiente fase del mencionado Plan. En cualquier caso, se nos impone rastrear la raíz de la violencia en la planificación del Plan Zamora expuesta por Maduro ante la FAN el 28 de diciembre de 2016:
“Viene un año 2017 de expansión de todas las fuerzas especiales, para poner énfasis en la liberación territorial de nuestra patria, de las lacras del paramilitarismo que nos viene de Colombia y del paramilitarismo que nos viene de la ultraderecha. Son dos lacras al final”
Así, mientras que la RAE registra, en una primera acepción, que ‘lacra’ es la “secuela o señal de una enfermedad o achaque’, María Elena D’ Alessandro Bello constata que los caraqueños la usan coloquialmente en referencia a una persona cuya actitud y comportamiento son tachados de reprobables. De nuevo, Sontag nos asiste por haber escrito uno de los ensayos más agudos sobre la metaforización que tiene como fuente a la enfermedad. En el lenguaje político, nos dice la escritora, las metáforas patológicas se apoyan, a su vez, sobre la metaforización de la nación como un cuerpo, de resultas que curarlo amerite un nuevo orden social. En lo que toca a los totalitarismos, Sontag asevera que las metáforas de las enfermedades incitan a la violencia, en razón de que justifican medidas duras para erradicar el mal. Este tipo de metáforas, prosigue, conducen al genocidio.
El experto en genocidio Gregory Stanton, de Genocide Watch, ha elaborado un cuadro en el que explica las ocho fases que cumple cualquier genocidio. Podemos ubicar la representación metafórica en la tercera fase, centrada en la ‘deshumanización’, pues metaforizar personas usando como dominios fuentes a animales o enfermedades es despojarlas de su condición humana. De tal manera que los genocidios se llevan a cabo cuando las víctimas son concebidas como enfermedades que amenazan con propagarse y aniquilar a los otros, o animales que son contagiosos y peligrosos al mismo tiempo. Estamos en presencia de lo que un texto fundamental del nazismo consideraba como “vidas que no merecen ser vividas”, falacia que justificaba, por entonces, la eutanasia.
Pocos trabajos llegan a ser tan valientes y brillantes como el diario La lengua del Tercer Reich, del intelectual judío Victor Klemperer, por haber guardado un registro riguroso de la lengua hablada por los nazis. Con relación a las metáforas que discutimos, Klemperer anota que los judíos eran representados como: “tumor”, “peste bubónica”, “pestilencia”, “parásitos” y “asquerosos”. Otras formas de deshumanizarlos eran la expresión “incursión nocturna”, que los ponía al nivel de animales que son cazados, y el cambio de sus nombres alemanes por los de perros o nombres judíos poco comunes. En un orden de ideas similar, Kenneth Burke se ocupó de estudiar la retórica del libro de Hitler Mi lucha y encontró que el Führer les atribuía la sífilis a los judíos.
En algunas oportunidades, sin embargo, es fútil establecer diferencias entre las metáforas de la enfermedad y la de los animales, ya que suelen solaparse. Esto lo sabían muy bien los nazis cuando en el conocido documental El judío eterno disolvieron imágenes de los judíos arribando al continente europeo con la expansión de las ratas. Este animal no solo corroe cosas, sino que es transmisor de enfermedades. Por igual, la rata es un dominio que puede absorber la metaforización la PUTREFACCIÓN ES INMORALIDAD.
Los registros que se conserven sobre el uso que hacen Maduro y su gobierno de metáforas conceptuales de este tipo conformarán evidencias contundentes sobre el asesinato sistemático de los estudiantes que han salido a protestar contra sus políticas. Recordemos que en 1998 tuvo lugar un importante avance en el reconocimiento de los genocidios en términos del lenguaje de odio, cuando el Tribunal Penal Internacional para Ruanda condenó a los directores de la estación radial Milles Collines y el periódico Kangura por incitar al genocidio contra 800.000 tutsis en 1994. Como lo explican en detalle Erin Steuter y Deborah Wills en A la guerra con la metáfora: medios de comunicación, propaganda, y racismo en la guerra contra el terror, la participación de estos medios de comunicación en la matanza consistió en la metaforización de los tutsis como ‘cucarachas’, así como en la transmisión en vivo de los eventos y la mención de nombres y direcciones para saber dónde podían encontrarse tutsis.
En La mente política: una guía para el científico cognitivista al cerebro y sus políticas, George Lakoff nos explica que nuestro cerebro funciona un 98% de manera inconsciente y refleja, más que reflexiva, así como con un alto componente emocional que es inseparable de cualquier razonamiento. De modo que una metáfora como la de la ‘cucaracha’ nos produce respuestas conceptuales y corporales automáticas, a la par de una cucaracha literal a la que pisamos sin ponderar el hecho. Evidentemente, la metáfora de una enfermedad como el cáncer en la política nos obliga a solucionar el mal de manera radical. Nadie convive ni razona con enfermedades mortíferas.
En consecuencia, la identidad de la policía de The pretender existe solo porque existe el enemigo. Es un recipiente vacío que solo puede ser llenado en la medida que un conjunto de representaciones metafóricas intervienen. Son las fantasías ideológicas las que filtran sus creencias. Su rol de agente de pureza moral y de salvador solo tiene sentido si le asigna al otro el rol contrario. Pero para alcanzar este propósito, desde luego, no debe prestar atención a lo que el otro diga. No debe conocerlo. La identidad del otro descansa en cómo él lo conciba. Su identidad, a saber, su sustancia ontológica, depende de la negación del otro real. Moldeado por el discurso ideológico, teme, como ocurre en la novela de ciencia ficción El juego de Ender, de Orson Scott Card, conocer realmente al otro y llegar a amarlo.
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