
“Dog eat dog
To get by
Hope you like my genocide”
(The Offspring: Genocide)
“-¿Que te produzca una guerra?
-No una guerra. Un gran espectáculo”
(Barry Levinson: Mentiras que matan)
Hace unas semanas, dedicamos unas líneas a las declaraciones del 22 de mayo ofrecidas por nuestro vicepresidente Tareck El Assami. En sustancia, no hicimos más que aquello que el filósofo Jacques Derrida proponía ante el texto, esto es, que uno solo debe indicar donde el castillo de naipes se empieza a desmoronar, visto que contiene en sus propias entrañas la carga explosiva que hará que se resquebraje ante nuestros ojos. En una palabra, eran los propios argumentos de El Aissami los que dejaban colar inconsistencias que se iban haciendo insoportables. Pues bien, este objetivo será recurrente mientras el gobierno nacional insista tozudamente en desplegar mensajes que intenten encubrir la verdad de los hechos en progreso desde inicios de abril pasado, como trataré de demostrar en esta nota sobre la rueda de prensa tocante a la muerte del joven Neomar Lander.
Video 1
“Vos tenés pal’ abrigo
Otros mueren de frío
Sos el que anda matando
El que va torturando”
(Los fabulosos Cadillacs: Mal bicho)
Con inefable torpeza, El Aissami acusa a la dirigencia opositora de informar sobre el deceso de Neomar sin: “ni siquiera detenerse” a indagar cuál era su nombre, lo que, por asociaciones mágicas, le hace sospechar que se trató de una muerte planificada, pero apenas avanza su exposición hasta el minuto 4:42, nos muestra una seguidilla de tweets que desmienten sus aseveraciones, pues se evidencia que los líderes opositores estaban al tanto del nombre del muchacho. En uno de ellos, el diputado José Manuel Olivares, por ejemplo, escribió: “La práctica de disparar Bombas como lo denunció el @—-(no se lee bien) le quita la vida a Neomar Lander de 17 años”. Indignado por el aborrecible suceso, el diputado Freddy Guevara comenzó resaltando la edad de Neomar: “17 años. Neomar Lander. Murió luchando por la libertad. Por la tuya y la mía. Dolor, honor y más compromiso”. María Corina Machado, en cambio, no solo habló del joven recién fallecido, sino que rememoró a otros tantos caídos durante las protestas: “Neomar, Juan Pablo, Paola esperarían una sola cosa de nosotros; que su sacrificio nos impulse e inspire a continuar su lucha y a vencer”. Los dos últimos dirigentes opositores señalados por El Aissami, la diputada Delza Solorzano y el alcalde David Smolanksy, por descontado, reconocieron el nombre del joven, como es ostensible en el video que transmitió en cadena televisiva y radial. Evidentemente, las conclusiones a las que llegó el vicepresidente respecto a la planificación de la muerte de Neomar no solo carecen de fundamento alguno, sino que, vaya despropósito, él mismo se encarga de mostrar pruebas contra ellas.
Tras estos mensajes, pasamos a ver dos imágenes en pantalla. En la más pequeña de ellas, una flecha y un círculo verdes se encargan de indicar cuál de los muchachos manifestantes es Neomar; en la más grande, vemos detonando fuegos artificiales a otro de los integrantes del grupo en el que este se encontraba. El que esta última sea la imagen de mayores proporciones, sumado al hecho de que contiene a un individuo muy diferente de aquel cuya muerte se investiga, solo puede ser explicado por el afán del gobierno en construir e instalar por medio de asociaciones la imagen de Neomar como único responsable de lo que le pasó.
El siguiente segmento del video se ocupa del momento preciso en que Neomar cae herido de gravedad sobre le pavimento. Veamos: un plano desde un ángulo en picado captura su cuerpo agónico. Saltan sobre la pantalla letras de un amarillo nítido, potenciadas por el efecto de un sombreado negro, que sirven de subtítulos a las palabras textuales de unos de los testigos: “No, no. Que fue que iba a lanzar un ‘bin laden’ y se le quedó pegado”. Si, como dicen, hay que ver para creer, estaríamos frente a una prueba inobjetable de la culpabilidad del propio Neomar y, por implicación, la inocencia de las fuerzas represivas del Estado. Sin embargo, el vicepresidente se contenta con mostrarnos apenas unos segundos de un video cuya duración es de más de un minuto:
Una mirada atenta al original acusa el sesgo de confirmación de El Aissami al poner de relieve que descartó otros señalamientos que también podrían traer claridad sobre el caso. Son alrededor de cuatro o cinco voces las que escuchamos en esta grabación. Antes de que se hable de ‘bin laden’, ya vemos, una mujer grita de horror, mientras que otra insiste en remachar que lo (Neomar) habían matado (las fuerzas represivas) y, de seguido, otra comenta triste que le dieron. Fijémonos ahora en que a la explicación que da el hombre sobre el bin laden una de las mujeres aclara que el muchacho ya había lanzado el objeto, lo que, de ser corroborado, apuntaría a que su desplome se debió a otra cosa.
Inclinarnos por alguna de las versiones de estos testigos, para hablar con franqueza, es difícil, pues si ellos se encontraban distantes, nosotros lo estamos mucho más al ver los hechos reproducidos en una pantalla. Con todo, a estas alturas, luego de que el público pudo tener acceso a las fotos del joven mientras agonizaba, así como a testimonios de personas que lo atendieron antes de morir, es claro que la atribución al bin laden se hace endeble, pues, según este versión, el fuego artificial le habría explotado en la espalda, en tanto que las fotos y las descripciones del cuerpo de Neomar no son ambiguas: un hueco en el pecho. Ni siquiera en el momento en que se ve al muchacho de espalda en el piso se nota un asomo de sangre en la franela blanca que vestía.
Adviértase, por lo demás, que en el segmento que nos muestra el vicepresidente Neomar yace ya tendido de espaldas sobre la vía. Es decir, vemos una consecuencia de algo cuyo origen no es explicado a través del recurso visual. En el video original, en contraste, escuchamos dos estallidos estruendosos diferentes. De manera que si el primero era un bin laden que provocó el deceso del muchacho, no tenemos claro de qué se trataba el segundo. Lo que sí se hace evidente es que este no pudo ser causado por alguien a quien la explosión anterior le había abierto el pecho. Ni hablemos de la vulgar manipulación en la inserción de música, de todo un soundtrack, con objeto de mitigar la estridencia de los disparos efectuados por los agentes represivos.
Video 2
“-What are the doing to him?
-Breaking into his mind”
(Lana y Lilly Wachowski: The matrix)
De seguro, el gobierno nacional flirtea con la idea de expropiar al Chigüire Bipolar, pues cada vez sus argumentos incursionan más en los territorios de un surrealismo cuyo parangón, se me ocurre, sería la absurda distopía de Terry Gillian, Brazil. A ver, al tiempo que culpa al diputado Miguel Pizarro de su reclutamiento, un ex manifestante de 15 años ayuda a incautar: “importantes instrumentos” del supuesto terrorismo que, como lo han manifestado Maduro y compañía, llevan a cabo quienes participen en las protestas que se han mantenido por más de ochenta días. A continuación, este testigo, cuya identidad se resguarda tras un pasamontañas, cuenta que Pizarro le paga 60.000 bs diarios a cada muchacho, que este pago se hace vía transferencia al banco de Venezuela y que, finalmente, alguien apodado el líder hace el retiro en efectivo y lo reparte.
Si atendemos las palabras del testigo, debemos creer que en un país en el que no funcionan los cajeros automáticos, sus bancos restringen el retiro de dinero y, por encima de cualquier otra cosa, su moneda está devaluada, tanto que inventaron un nuevo cono monetario que no se termina de materializar de una vez por todas, y cuyo billete de cien sigue con vida luego de que Maduro asegurara que saldría de circulación en diciembre, Pizarro pueda pagarle la cantidad de 60.000 bs diarios a miles, acaso millones, de manifestantes. Pongámoslo así: se necesitarían seiscientos billetes de 100 para pagarle a una sola persona en un día. Así pues, en vista de que semanalmente hay entre cuatro y cinco protestas, se deberían tener disponibles cerca de tres mil billetes. A cálculo del tiempo que han durado las protestas, la persona habría obtenido como unos treinta mil billetes. Según se ve y si acierto, para pagarles a los muchachos por día el líder del grupo retira del Banco de Venezuela camiones repletos de dinero. No deja de ser curioso, igualmente, que El Aissami ni siquiera insinúe que iniciará una investigación a un banco que es del Estado. Por este camino, sin duda, los muchachos ni podrían marchar, ya que su tiempo se consumiría en la repartición del dinero.
Video 3
“Slave for soldiers
Till you starve
Then your head is skewered on a stake”
(Dead Kennedys: Holiday in Cambodia)
Aquí, El Aissami se refiere a la prueba realizada por los forenses y los expertos en planimetría. La hipótesis de que la escena del deceso fue manipulada descansa en el supuesto de que la oposición puso un peto que Neomar no usaba al momento de su muerte. Lo que nunca entrevé el vicepresidente es la inconsistencia que esto tendría con el señalamiento que hace la oposición de que fue una bomba lacrimógena lo que le destrozó el pecho. Obviamente, si se lo cubría con un protector, la tesis de la bomba lacrimógena se desharía. Cuesta aceptar, de igual modo, que ninguno entre la decena de policías que se encontraban cerca haya protegido la escena para los posteriores análisis de rigor.
Hay un principio en el campo de la lingüística cognitiva que, aunque suena a perogrullada, tiene serias implicaciones en nuestros procesos mentales. Se trata de que una imagen concreta o un dominio concreto es preferible a una abstracción. Desde este ángulo, cabe preguntarse por qué el vicepresidente prefiere explicar todo el asunto de la planimetría usando formas tan complejas, que serían difíciles de asimilar para una audiencia no experta. Persisten los cuadros y los gráficos donde la dinámica exige que se usen las imágenes concretas. El Aissami nos quiere hablar de una visual de tiro, o la inexistencia de una, mejor dicho, sin mostrarnos precisamente los elementos visuales. Autorizados por esta omisión, vayamos nuevamente al video original, maximicémoslo y fijémonos en que en el plano del piquete de la policía, a la derecha, hay un agente que levanta un arma para cargarla, la templa a la altura de su cintura y corre apuntándola en la dirección en la que, en ese justo momento, Neomar se está acercando. La cercanía del muchacho sería la única razón por la que este sujeto se apure preparado a disparar. No es cierto lo que asevera El Aissami, porque al menos este oficial tenía visual hacia la parte donde se encontraba Neomar, debido a que su posición era cercana a la baranda de seguridad y al empalme de ambas vías. Para nuestro pesar, es imposible saber si hizo fuego, puesto que ante nuestros ojos se interpone un arbusto que lo oculta, a lo que debemos añadir que quienes registraban la escena se centraron inmediatamente en lo que hacía el muchacho. Con todo, aquí encontramos un elemento que el gobierno ha rehuido mostrar en todos sus recuentos sobre lo que sucedió y que, a todas luces, obligaría a profundizar las investigaciones, no a despacharlas de manera express.
Sobre la última parte de las declaraciones de El Aissami, poco es lo que merezca ser resaltado, salvo que asocia de buenas a primeras a la oposición con el asesinato de Jesús Rojas, quien fuera degollado con un pico de botella en la Plaza Altamira. Acá, no encontramos ni el más descuidado elemento que permita establecer la responsabilidad de la oposición respecto a tal caso. El vicepresidente, sin embargo, vocifera culpas aquí, allá y acullá. Lo mismo vale en el caso de Danny Subero, teniente de la Guardia Nacional Bolivariana que fue linchado, al parecer, debido a que espiaba a los estudiantes que se encontraban en el entierro de Manuel Sosa, joven que murió por una bala que le impactó en el cuello durante una protesta en Barquisimeto.
Se nos impone una observación final que, en razón de sus amplias implicaciones en el plano conceptual, no podemos hacer a un costado. Hablo específicamente del empeño de El Aissami, que es el del gobierno, por enmarcar el caso de Neomar como el de un terrorista en posesión de morteros. El propio vicepresidente prodigó testimonios y evidencias suficientes que revelaban el uso de fuegos artificiales. La diferencia es radical, pues mientras que estos conforman una forma lícita de entretenimiento, que está al alcance de cualquier persona que cumpla con una mayoría de edad, el otro es un instrumento bélico usado por quienes tienen adiestramiento y adoctrinamiento militar con el propósito de destruir o matar.
No obstante nada prueban los elementos ofrecidos por Tareck El Aissami, una matriz discursiva sigue su marcha con objeto de aplastar a un joven que apenas contaba con unos trucos pirotécnicos para hacerle frente a la saña del Estado y sus fuerzas represivas. Digo esto días después de ver que desde los más altos jerarcas del gobierno nacional hasta los oficinistas de las instituciones progobierno se procura tachar lo que realmente sucedió con Neomar. La vileza mostró su faz más canalla con la culpabilización de la madre por parte del canal estadal VTV y, entre otros personajes en concreto, de Mario Silva, conductor de programa La hojilla, quienes en coro han puesto en entredicho el amor de la mujer por su hijo bajo el pretexto de que le permitía asistir a las protestas pese a su menoría de edad, o de que sonrió mientras velaban sus restos.
Por lo pronto, lo único que nos ha ofrecido el gobierno nacional con declaraciones como las que hemos recorrido son creaciones que acuden a ingeniosas técnicas cinematográficas. Los pioneros del cine, es sabido, expresaron que este no tenía ningún futuro. A su manera perversa, el gobierno nacional abominaría tan miope aserto.
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