Siete poemas de Leticia Cortés (México, 1980)

Leticia Cortés (Guadalajara, Jalisco, México, 1980). Consejera Titular de Letras en CECA Jalisco. Es Licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara y Maestra en Letras de Jalisco por la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco. Autora de los libros de poesía “Lámparas de sueño”, “Aeropuertos”, “De tu ausencia y mis pérdidas”, “Habitar la muerte” y “Cinco poemas para un hijo muerto” Recibió la beca del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico en su emisión 2005-2006 y del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes en su emisión 2011. Se encuentra en el “Diccionario de escritoras de Guadalajara” y en el “Diccionario de escritores en Jalisco” así como en la “Enciclopedia de la literatura en México” (ELEM) y en la Fundación de Letras Mexicanas (F,L,M) Su obra se encuentra recopilada en diversas antologías locales, nacionales e internacionales y ha participado en distintos encuentros de escritores.

~

 

Me digo a cada rato

que todos mis futuros

pudieron ser contigo,

cuando recuerdo que hubo momentos

en los que no nos cabían tantos besos en la piel

y tuvimos que darle vuelta al cuerpo.

Pensaba

que pudimos amarnos con calma

como lo hacíamos de manera tranquila

cuando aún éramos

dos desconocidos.

Pero de pronto nuestras bocas se hicieron

bombas atómicas y el problema no fue eso

: sino nuestros corazones.

De húmedas las caras por el sexo

se hicieron agentes explosivos en donde el amor

era una especie de lanzallamas.

Nos pusimos gasolina en la punta de la lengua

esperando que una tarde volviera la chispa de la ternura.

Luego ardíamos. Nos incendiábamos con dolor.

Olvidamos esa felicidad que construimos

cuando apenas

nos pronunciábamos.

 

¿Lo habías pensado?

 

Nos amábamos más cuando no sabíamos aún

quiénes éramos

ni imaginamos todo el daño que nos íbamos a causar.

No sé qué esperábamos.

No sé cómo pensamos que vendría la calma.

Yo no sabía que lo nuestro

ya nunca iba a funcionar.

¿Y cómo iba a saberlo?

Si en tus ojos a veces se veían todas las estrellas.

¿Y cómo ibas a saberlo?

Si en mis piernas a veces encontrabas el mar.

No íbamos a funcionar.

Pero nos enteramos bastante tarde.

Y cuando nos tocamos la piel

nos desgarramos todos los tendones.

Terminamos con esa posibilidad de ser.

Nunca pronunciaste un “tal vez”

Nuestro amor se hizo

simplemente

una bomba nuclear.

 

Del libro “Cómo hablar con los muertos”

 

 

Si respiro tu nombre

y canto el viento que son tus ojos.

Bebo el mar que espera en tus manos.

Y el corazón de raíz se dilata.

Me convierto en pájaro

un matorral de aves en otoño.

¿Y si veo gritar el origen como se rompe una membrana

o una piedra de árbol?

¿Y si amanezco soldada a la jauría que es tu cuerpo?

He intentado hacerme río.

Abrazar los confines del universo.

Pero no me alcanzan las manos,

No me alcanzan tus ojos anidados.

 

Del libro “De tu ausencia y mis pérdidas”

 

 

En el fuego del tiempo
tu voz
es un campo que arde.

Coral Bracho

 

Tu voz se filtra en el cuerpo.

Desnudas las garzas

vuelan dentro de la pupila.

Un solo parpadeo para saber lo escrito.

En el fuego del tiempo

tu voz

es un campo que arde.

Solía ser felicidad infinita dictando templanzas de gloria.

Un idioma tan preciso para saber lo que había que sentir.

Trazábamos el tiempo con nuestros pies sobre la arena.

Las manecillas se movían a nuestro ritmo.

A veces

éramos cama haciendo el amor.

Un ruido lejano de madera crujiendo.

Sábanas que de pronto caían y tu voz

ahora arde.

En el cuerpo

las llagas aparecen

solo por la noche que me guarda

Solo por no haber atendido al corazón

antes de tiempo,

Me miro cansada y fría

tratando de tomar un poco de tu voz para silenciarla.

Hay veces

en las que el ave se suicida cayendo de un edificio,

Nada lo para.

El tener alas no te salva de la muerte.

 

Del libro “De tu ausencia y mis pérdidas”

 

 

Cada dolor tiene su sitio

pero a mí, a veces,

se me entristece el estómago,

se me deprimen las piernas.

Me lloran las fracturas expuestas.

A veces

necesito antiácidos para la memoria porque sí,

los recuerdos son úlceras,

llagas que sangran

y mi pus se debilita.

Se cansa la bilis de ser bilis.

A veces

me salen padrastros en el filo del ojo

y es inevitable

no querer arrancarlos

quitarlos con lo visto

lo pertenecido

lo asido con los ojos.

Dicen

que cada lugar tiene su sitio

pero mis lugares

nunca son los mismos.

 

Del libro “De tu ausencia y mis pérdidas”

 

 

Hay peces que son alérgicos al agua.

Se hacen luz o se pierden en la arena.

Se hacen polvo.

Se esconden en la noche

en árboles que son

nichos de agua.

Duermen bajo la lluvia.

En el agua que cae de las hojas hacia las nubes.

Hay peces naranjas con tonos morados.

Peces que tienen en la boca la claridad de la sombra.

Peces que prefirieron irse,

olvidarse del agua,

hacerse luz.

Luz intensa.

Se perdieron en la luz.

 

Del libro “De tu ausencia y mis pérdidas”

 

 

El cielo no se cansa de extender la piel.

Ojalá no te canses de fluir.

Dejo mi pluma delante de tus ojos para velar el sueño.

Dejo mis alas

ya no arrugan el viento:

olvido.

Lo que sale de mis manos después de ti: sobra.

Fuera de él, no estoy.

¿Y qué le diré a los girasoles cuando me pregunten por ti?

¿Cuántos aleos daré en el aire al emprender el vuelo?

¿Cómo lo diré?

Abrasas al fuego con tu doliente agua.

Purificas la llama terrenal.

Quizá sea eso:

pereces junto a mí.

 

Hay una ciudad con tu nombre.

Siempre vuelvo a ella.

Mi ciudad

Siempre serás tú.

~

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