Un poema de Fabián Espejel (México, 1995)

Fabián Espejel (Ciudad de México, 1995). Poeta y traductor. Estudió Literatura Hispánica en la UNAM y fue becario de Poesía de la Fundación para las Letras Mexicanas y del programa Jóvenes Creadores del FONCA. Ha colaborado en numerosas revistas y suplementos de Latinoamérica, así como en antologías poéticas y de ensayo en México. Es miembro aspirante de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios. Twitter: @FabianEspejel1

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afterlife

 

oh my god, what an awful word
arcade fire

 

i.

 

no encuentro los pedazos que habitaban mis ojos

[…]

bastaba abrirlos para ordenar las piezas malvas y amarillas
y armar una mañana en la esquina superior derecha
en donde fuera la palabra cielo

abrir los ojos es unir las piezas
que se quedaron regadas la noche anterior
la cama al piso
los pies al frío del piso
el espejo a este rostro desvelado

[…]

dame una boca con la cual hablar
con la que pueda defenderme del silencio

[…]

se borró la ventana
sus respuestas
este río de mugre en su cristal no es la luz sino un efecto del sistema solar
una pieza de lástima que se cuartea en las manos

 

ii.

dame una boca con la cual hablar
con la que pueda defenderme del silencio

[…]

pisar
un trozo de tierra
un pozo de vidrios
pero todo sigue
estalla mi frente
se estrella como pasos de araña sobre el suelo
las calles se cortan
los edificios se extienden
como una mirada atorada
en un alambre de púas
debo frenar
abrir los ojos
el ojal de una aguja en llamas
enhebrarme en el fuego y reencontrar a plena luz
los cortes
todas las piezas que me faltan

[…]

oh sicomoro del cielo
que me sea dado el aire que hay en ti
si tú creces yo crezco
si tú vives yo vivo
si respiras

[…]

y como en cualquier tablero
incluso aquellas piezas que podrían ser basamento de pirámides o sueños
terminan por romperse o despintarse
entonces una cruel asimetría lo invade todo
y no sólo aparece despintado el cielo
el hambre deja de encajar con la palabra desayuno
el color del piso es tan diferente del de los pies

todos los paisajes se apresuran en los ojos como tonalidades inexplicables
y chocan y se mezclan
y son una plasta de temperaturas grises
un solo músculo atravesado por el espinazo del frío

[…]

que en tus ojos no crezca un despoblado

y tú me miraste como una lluvia
fracasando en sus intentos de tocar mi rostro

como si tropezaras
con el polvo

[…]

y quien conozca estas palabras
podrá emerger
hacia la luz

pero no puedo oír tu voz llamándome
sólo veo una ranura azul
tragándose la voz de una ventana

 

iii.

dame una boca con la cual hablar
con la que pueda defenderme del silencio

[…]

de nada sirve andar entre las llamas
ni herir con el filo del fuego nuestros pasos
o ver cómo crecen las llagas lentas
como los remordimientos
aunque debajo de la piel nos puncen
y lo distinto dañe más y más las quemaduras
como cualquier vaivén de lesa realidad
como cualquier canción
o grito

[…]

decir ventana no es abrir respuestas
decir día no es blandir su luz
el frío se pega en los vidrios
invade los pasillos

no desaparece

[…]

que en tus ojos no crezca un despoblado

vuelvo a ordenar las piezas para no perderme
ni dejar que la lluvia me destiña
pero me corto intentando descifrar mis manos

[…]

no es sino como un sueño
que se esfuma 

[…]

una tarde tranquila
una palabra de ánimo
adónde volver
algo que dure hasta mañana

y quien conozca estas palabras
podrá mirar la chispa de un cerillo
que no puede mantenerse despierta

 

iv.

sé que el borrón en donde estaba la ventana
mis dedos imprecisos
no siempre han sido esto

añicos donde el día no se atreve a reflejarse

 

v.

dame una boca para recoger
los besos que en tu voz se derrumbaron
se me rompen encima
como un montón de vidrios
desprendiéndose a pedazos
y toda esta luz rasgando el piso
es una historia repitiéndose

mañana y su mañana y su mañana
se arrastran paso a paso y día a día
hasta la última frase de la historia
y nuestro ayer al necio le ha mostrado
la ruta a la polvosa muerte   apágate
ya apágate luz breve   es la vida
sólo una sombra errante un pobre actor
que malgastando su hora en el tablado
deja de escucharse   es una historia
que los tontos cuentan llena de ruidos
y furia
            sin ningún significado

 

vi.

si no se abriera de tu nombre al mío
qué daría por cerrar los ojos y aceptar
la línea fracturada de otra tarde

[…]

bastaba abrirlos para ordenar las piezas amarillas
y armar una ventana
en donde fuera este rostro desvelado

[…]

dame una boca con la cual hablar
con la que pueda defenderme
del silencio
del vértigo
de armar este rompecabezas
y entender que siempre fuimos
piezas en desorden

 

y entonces habrá sido suficiente

 

Los versos en cursivas provienen del papiro de Ani (Libro egipcio de los muertos), traducidos al inglés por Raymond O. Faulkner y al español por el autor.

Los versos tachados son de Macbeth (act. V, esc. 5, 19-28) y fueron traducidos por el autor.

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