Un poema de Neysaraí Paz Pérez (Venezuela, 1997)

Neysaraí Paz Pérez (Ocumare del Tuy, Venezuela, 1997). Estudió Letras en la UCV, donde se le fue otorgado el primer lugar del Concurso de Cuentos por el relato No te culpes, (2017). Es escritora y dicta clases en Libre Albedrío Agencia.

~

 

Polillas quedan

 

Está ahí, la ves, ¿verdad?

La niña frente a ti.

¿Por qué no la escuchas?

¡Detente! ¡Ya basta!

Grita.

Dientes faltantes.

Un colmillo nace, empuja el viejo.

Saliva,

lágrimas

en la tan, tan pequeña barbilla.

Arrugas.

Ojos aterrados.

 

¿Es tu cara? ¿O tus brazos?

¿Siquiera puedes levantarlos?

 

—No. Me pesan, pesan tanto como cada parte de mí. Lo lamento, decepción es lo que soy. Un peso muerto en la alfombra. Un cuerpo que olvidó funcionar.

 

La mente

la mente

la mente

la mente

divaga.

 

La araña

dibuja otra línea.

Bajo la luz refleja la trampa.

Una polilla agita las alas.

Ella por lo menos lo intenta.

¡Hazlo por ella!

 

—Es la realidad ahora. Es lo que ella ve. Se asusta de esto. ¿Es lamentable?

 

La alfombra

tiene polvo.

 

—Mi cabello también. Oh.

 

Calló

sus gritos…

¿Se rindió?

No, no.

Sus manitas te peinan ahora, ¿ves?

 

—Sí. Hay pelusa en cada hebra. Es linda. Lo intenta, todavía, todavía lo intenta.

 

Con alas falsas

y la fantasía real.

Sus sueños

sacan sonrisas.

Anda, imítala.

 

—Olvidé cómo se hacía. ¿Me enseñará si lo pido? No, ¿cómo yo…? Ya es patético que me maquille. Me pone bonita, como si hubiera algo por hacer.

 

Las heridas están frescas.

La piel continúa sensible.

 

—Rózame, es una lija. Como descoser un saco.

 

¿Y si se lo permitieras?

Hazlo.

Divide la carne

con uñas pequeñas.

Ah, cuántas polillas

vuelan ahora.

Mira cuántas has almacenado.

¡Libéralas!

¡Tus brazos se mueven!

 

—Sí, mis piernas también.

 

Entonces mira su cara, agradece lo que hizo.

 

—No, estoy fea. No quiero asustarla más.

 

 

¿La crees débil?

Su fuerza está en esas

lágrimas.

Corren

como la

cascada

 más hermosa.

 

—¿Qué hago con estas aperturas? Un saco roto.

 

Estás bien.

Hay escarcha ahora.

Resplandeces.

 

Suspiro.

Luego otro.

Respira tres, dos, uno.

Libera.

Siéntate.

La espalda recordó su función.

Poco a poco

el cuerpo,

este cuerpo

empieza y termina en dedos.

Ella los llena de color.

Es pintura.

 

—Alguna vez fue importante, pienso.

 

Teñir de rosa la hoja.

Una huella chistosa.

Cinco caras felices

marcador negro.

 

—¿Eso era todo? ¿Ya no la asusto?

 

¡A jugar!

 

De nuevo

ese colmillo.

Debe dolerle, pero aún ríe.

Imítala.

 

Ah, se contenta.

Es verdad, ¡vuelven a crecer!

—Sí, se hacen más grandes. Mamá no mintió.

 

Hay brillo en el cabello.

Rosa en los labios.

Labial en las mejillas.

Pequeños besos de consuelo.

 

Ella ya no llora.

Mira lo que tus manos lograron.

Es la mariposa que quería.

Alas adornan sus mejillas.

 

—Sí. Era lo único que debía darle.

Algo tan simple.

~

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