Una memoria desprendida | por Oriette D’Angelo
«La infancia es una gracia que me fue desprendida», escribió Yolanda Pantin en Casa o lobo (1981), un libro que ha formado a toda una generación de poetas y que ahora también fue el manto que nos cubrió durante el taller de poesía sobre memoria e infancia. Durante cinco sesiones, los autores presentes en esta antología hurgaron en lo más profundo de su memoria para dar paso a textos afilados y breves que contienen todo un universo vital. Desde ese filo, sus voces tallaron y esculpieron versos, cuestionaron su propio deseo, aullaron desde su posición como hijas, madres, mujeres, úteros que alguna vez se alimentaron de otros cauces. El vínculo con la casa, la memoria, la familia y las amigas también está presente en estos textos, donde el aire puede ser un padre que no deja respirar.
Escribir sobre la infancia es, pues, desprenderse. Desprenderse de uno mismo para buscarse entre todas las ausencias, entre el silencio que también se escoge ser. Es tocar paredes con manos mojadas y esperar, con paciencia, un tacto ajeno. Esa búsqueda, entonces, es lo que está en los poemas de Paola Assad Barbarino, Ophir Alviárez, Teresa Carreño, Janneth Hernández Fermina Ponce, Marianna Salvioli, Gabriela La Rosa, Irati Lund y Damelis Villarreal como un cuerpo que afirma su existencia.