
Blue
Trescientos setenta
hay algo indómito y hermoso
en lo que se oxida
una extraña belleza oculta
en lo que hace crack
o en el cuerpo que enferma
me duelen los ojos:
no puedes escribir sobre el amor
o sobre la paz
si en tus órganos se confitan manzanas
mi cabeza es la corteza de un árbol
descamada
mis dedos se llenan de alfileres
que bajo las uñas sangran
¿has visto deformarse
tus dientes?
¿has sentido como se secan
y dejan de llorar tus ovarios?
¿has asistido horrorizada
a la turgencia de tu vientre?
¿has querido extirpar
la carne lisiada
y estéril?
¿has conseguido hacer alguna vez
de esto algo bello?
tengo sed y una mano
invisible y mordaz
comprime mis caderas
y
no sé si le temo más
a la nefrosis que grita mi cuerpo
o a la falta de belleza que conlleva
este proceso.
Acuerdo de no beligerancia
que duele más la ausencia que el exceso.
Firmaré la tregua
aceptaré sin levantar la cabeza
toda indemnización que me impongas.
Mis aguas dirigiré de nuevo
hacia tu cauce
para ser de nuevo
aguas de un mismo río.
No perdones mi arrogancia
no perdones el descaro
de mi desobediencia
pues no me arrepiento de haber alzado el puño
ni de haber entonado fuertes canciones de protesta.
Disfruta ahora del desplante
del dulzor amargo del rechazo.
Disfruta ahora que puedes
de verme derrotada y sin maquillaje.
Pero no olvides lo siguiente:
pueblo que una vez se rebela
no duda en hacerlo una segunda.
A las que no estáis
dos bolsas llenas de canicas. Son muchas y son negras.
Yo agito siempre las dos bolsas
y las canicas rebotan en mi vientre y me duelen
porque son mías.
Las canicas son como las hijas que nunca tendré
como las hijas a las que nunca leeré
como las hijas a las que nunca amaré.
Salto y no me importa romper mis tobillos.
Golpeo mi tripa y me da igual mi páncreas.
Fumo y no reparo en mis dientes perdidos.
Bebo y no me preocupa mi hígado.
Lamo montañas de azúcar y no pienso en mi sangre
porque mis canicas jamás serán mis hijas.