Pasajero
El abrazo de los pasajeros
en este espacio limitado;
el abrazo accidental que nadie pide,
que llega como ofrenda.
Cuerpos extraños se acercan,
brazos que sujetan el acero,
hombres con sus viandas cruzadas en el pecho.
Hay un poco de inocencia
en estos perfiles:
algunos cierran los ojos
en un sueño momentáneo,
se dejan detallar, auscultar.
Sin que lo noten, prestan una mueca íntima,
un gesto breve.
Admiro a las personas que duermen
en el autobús, ofrendan el sueño y no lo saben.
El pasajero anciano y el pasajero joven
se encuentran en el mismo asiento,
comparten la misma ruta y no lo saben.
Se dejan llevar a otra avenida, para extraviarse,
mudar de una vez el trayecto establecido.
La mujer que anticipa su parada
se desplaza entre tantos,
rozan su cuerpo y nada dice.
El riesgo me ha hecho que mire a la cara,
ver qué hay en los ojos, si hay maldad dormida.
Gente buena me mira, en el bus, y escarbo
su costado amable, muy adentro.
La mirada serena cuesta mucho.
Repito una oración incompleta,
que me sirva de ángel, que salve el trayecto.
El semáforo es una buena excusa
para pensar en los trámites del día.
Es suficiente la transición
sin pausas del rojo al verde,
es mi casa la brevedad del amarillo,
los tres segundos
que unen ambos colores.
=
Orden
Tu voluntad cambia
el orden natural
de los objetos,
situándolos en un borde
cercano a mi corazón.
Todo se cumple
según tu dictado:
el jabón comienza a ser parte
del cuerpo mientras lo frotas,
el agua que se va por el drenaje
se lleva nuestra roce anterior.
Qué diligente,
qué rápido se muestra el apetito
cuando olvidamos que el día
no necesita de nosotros
para cederle su lugar a la noche.
La camisa en el lugar equivocado,
el cepillo y la espuma,
tu respiración nocturna,
todo es suficiente.
=
Fe de vida
El animal estaba dormido o muerto en el suelo:
acerqué la varilla y hurgué en la suavidad interna.
Quiero comprobar si aún la vida puede manifestarse
con espasmos y secreciones,
o solo es quietud, inmovilidad y silencio.
Está en el piso, mitad cemento mitad arbusto,
y los insectos rodean su calma, pinchan la carne.
=
Néstor Mendoza (Maracay, Venezuela, 1985). Es licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo. En el 2011, obtuvo el IV Premio Nacional Universitario de Literatura con el libro Andamios, publicado posteriormente por la Editorial Equinoccio (2012). Cursó estudios en Literatura Latinoamericana (Upel-Maracay). Forma parte del comité de redacción de la revista Poesía (UC) y de la comisión de cultura de la Feria Internacional del Libro de la UC (FILUC). Sus poemas han aparecido en las publicaciones electrónicas Sol Negro (Perú), Los Poetas del 5 (Chile) y Las Malas Juntas (Venezuela); en el suplemento cultural “Literales”, del diario Tal Cual; y en las revistas Poesía (UC) y Alhucema (Granada, España).