Patria o muerte (2015), de Alberto Barrera Tyszka; por Maikel Ramírez

Patria-o-Muerte

El espíritu de la novela, según la tesis que desarrolla Milan Kundera en su magistral ensayo El arte de la novela, consiste en descolocar al lector de las posiciones que ha fijado con relación a la materia real. Dicho en pocas palabras, la novela, más que cualquier otro género literario, despunta por una complejidad esencial que declina el monolitismo. Patria o muerte, novela del escritor venezolano Alberto Barrera Tyszka que se granjeó el Premio Tusquets 2015, sigue la estela de las obras que se convirtieron en retratos de las contradicciones de un lugar y una época.

            La historia nos sitúa después del 8 de diciembre de 2012, día en el que Hugo Chávez, presidente de Venezuela para la fecha, anunció al país que se sometería a una nueva operación a causa del cáncer que padecía, y termina en mitad del cortejo fúnebre que conduce los restos de Chávez a la escuela militar para ser velados. En el interregno, se van sucediendo, simultáneamente, las tragedias de varios personajes: la politización del oncólogo Miguel Sanabria en un entorno saturado y rasgado por la política; la violencia que transforma la vida de la pequeña María; el desempleo y la pérdida del apartamento del periodista Fredy Lecuna y su familia, cuya principal víctima es su hijo Rodrigo; el delito como forma de restablecer la justicia por parte de Andreína, cuando, tras regresar al país, invade junto a un trío de mujeres malvivientes el apartamento que le había alquilado a Lecuna; el fracaso de Madeleine en lo sentimental y en la investigación sobre Chávez que lleva a cabo.

            En sus conversaciones con Ilan Stavans, agrupadas bajo el título El ojo en la nuca, Juan Villoro señala que quien mejor capta el sentido de una era y un lugar es aquel que se opone a la concepción habitual que impera en ese ambiente. El recurso que, en primera instancia, Barrera Tyszka emplea para alcanzar una mirada oblicua de los hechos históricos es la intrahistoria, la vida mínima de personajes que no registran los macro eventos históricos, que se mantienen al margen de la historia oficial. Ante el ataúd en el que reposan los restos de Chávez, apenas para poner un ejemplo, el doctor Sanabria refuta que el cuerpo vaya allí, puesto que: “No soportaría tanto tiempo, mucho menos con este sol”. Esta conjetura, a no dudar, tensa nuestra relación con los datos oficiales que hemos recibido.

            El teórico y crítico literario francés Antoine Compagnon ha recalcado recientemente el hecho de que, entre tantos naufragios de la teoría literaria,  el concepto original de polifonía formulado por Mijail Bajtin derivara en la idea de una referencia interminable entre textos. Patria o muerte, por el contrario, escenifica el encuentro, las contradicciones, las omisiones, los contrapuntos y las transformaciones de las voces que circulaban en el contexto histórico-social en el que se ambienta la historia. Los personajes hablan o callan, atienden al otro o se enfrascan en una actitud solipsista, ponen sobre la mesa argumentos en los que el lector se reconoce a sí mismo o lo conducen a un callejón sin salida. Y es en este conglomerado de discursos, a fe mía, donde Barrera Tyszka exhibe una remarcable destreza para absorber las fuerzas que pujan en la vida social. Observemos este par de ejemplos. El primer extracto presenta un diálogo entre Sanabria y su esposa Beatriz que orbita alrededor de la enfermedad de Chávez; el segundo, se trata de una de las personas entrevistadas por Madeleine y versa sobre el influjo de Chávez en su vida:

 Y luego habló sobre una supuesta versión clínica que sostenía que todo el secreto oficial se debía a que el tumor cancerígeno se encontraba en el culo del mandatario. ¿En verdad ahí salen tumores? ¿Y eso por qué?, preguntó con un tono sardónico que terminó exasperando a su marido. Discutieron, alzaron la voz, se gritaron y Beatriz acabó acusándolo de blandengue. No tolero tu ambigüedad, sentenció antes de cerrar bruscamente la puerta y encerrarse en el baño.

Por eso te digo que Chávez me cambió la vida. Porque él es como uno y se plantó bien duro frente a toda esa gente. A mí me cambió la vida, pero de acá, de la cabeza. Me cambió la forma de pensar, de mirar, de mirarme a mí misma. ¿Qué me ha dado? Tú dices ¿en concreto? Cómo te digo. Es que nosotros no teníamos nada, no éramos nadie; o mejor dicho: nosotros sentíamos que no éramos nadie, que no teníamos valor, que no importábamos. Y eso fue lo que cambió Chávez. Eso fue lo que nos dio.

            No obstante, antes de la vibrante multiplicidad de discursos y sus ideologías subterráneas, la novela de Barrera Tyszka propicia la lectura atenta al apropiarse de los moldes de la novela policial y proponernos esclarecer qué secreto tan grave se esconde en la caja que Vladimir, sobrino de Sanabria, acaba de traer de Cuba, donde acompañaba al presidente Chávez, y le pide a su tío que oculte.  A partir de acá, Patria o muerte se hilvana desde el contraste entre un pasado en el que Chávez funciona, para expresarlo en términos psicoanalíticos, como un significante amo que determina el significado (“su lengua controlándolo todo, invadiendo mapas, sometiendo enemigos”) y politiza cualquier territorio, como lo ejemplifica la gradual participación de Sanabria en la política nacional, y, por otra parte, un presente en el que  impera el silencio ante el estado de salud de un presidente que acaba de ser reelecto y ni siquiera alcanza a presentarse a su juramentación.

            La novela nos sume en un clima enrarecido (“tres días después, en la madrugada del 18 de febrero, Chávez regresó a Caracas a continuar su tratamiento. Nadie lo vio bajar del avión. Nadie lo vio entrar al Hospital Militar. Nadie lo vio”) por la ausencia de declaraciones diáfanas y documentadas sobre la salud de Chávez, por un silencio que mantiene en vilo al país o, cuando menos, lo confunde irremediablemente por medio de ambigüedades y acusaciones de complots de la media y la derecha internacional. El silencio es el núcleo alrededor del cual se organiza Patria o muerte. Nuestra lectura, por así decirlo, es paranoide. En todo caso, hacemos bien si entendemos la paranoia tal como la reivindica Ricardo Piglia en su Teoría del complot: “… antes de volverse clínica, es una salida a la crisis del sentido”. Y, como ya lo han dicho los filósofos del lenguaje, acostumbramos a cooperar con nuestros interlocutores. De manera que cualquier silencio, allí donde se amerite la comunicación, nos impone buscar significados.

            En su empeño por explicar la sociedad burguesa, Marx pasaba horas leyendo a Balzac. Hay mucho de cierto en esta intuición, puesto que en la novela convergen las múltiples visiones que conforman una sociedad. Y Alberto Barrera Tyszka, ya hemos visto,  atina a textualizar esta complejidad con precisión de cirujano.

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Maikel Ramírez (Venezuela). Profesor en la Universidad Simón Bolívar (USB). Narro y escribo artículos sobre la literatura, la lengua, el cine, la música y otras cosas de la cultura. Textos míos han sido publicados en Letralia, Ficción Breve, Sorbo de Letras y en el suplemento cultural del diario aragüeño El Periodiquito.

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