El norte destemplado, por Andrea Zúñiga (México, 1997)

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Hannah Waldron
El norte destemplado

Puedes esconderte detrás de las montañas pero te perderás el espectáculo que se ha planeado. En esta ciudad construida sobre un rincón del infierno se encuentra una puerta para lo absurdo convertido en rutina.

Haz espacio para el caballo que entra al palacio de gobierno. Su jinete viene desde el campo distante planeando los próximos seis años de poder. Nos intentará gobernar desde lo alto, fingiendo estar sentado en el suelo con nosotros ya que ha decidido vender su silla y tirarla a la calle.

Los policías déspotas te mirarán desde el espejo retrovisor. Observan tus vidrios polarizados, decidiendo si serás de los muchos que pagaran su cena el día de hoy. Tal vez pasaran otras camionetas escondiendo a hombres bajo capas de blindaje. No se sabe si van a misa los domingos o si traen a un hombre amarrado en la cajuela. Es mejor no preguntar.

El sonido del tren te mantendrá despierto a medianoche. Nadie sabe que lleva ni a dónde va, solo sabemos que está ahí en los momentos más inoportunos del tráfico o para recordarnos nuestra permanencia en este lugar. Espera a que se acaben los vagones que parecen infinitos.

Te encontrarás con personas distintas, muchos han hecho del norte su hogar definitivo. Los seguidores son aquellos que usualmente se esconden de la pobreza que vive afuera de sus ventanas. Voltean la vista hacia pueblos remotos en los que fingirán interés por el tiempo que duren sus vacaciones.

En esta ciudad la gran mayoría de las personas tratan de plantar cruces frente a las atrocidades diarias no con el fin de encontrar una solución sino de llenarse de una falsa justificación de prepotencia y egoísmo. Puede que los encuentres marchando también, defendiendo a su propia sociedad, pisoteando el intento de igualdad con aquellos a los que les voltean la cara.

Podrás caminar por las calles empedradas del Barrio Antiguo. Conoce la cultura del lugar que se ha esforzado por cambiar pero recae en las mismas barbaridades de siempre porque no se da cuenta que no ha rellenado los baches. Camina por la ciudad con determinación pero voltea atrás de vez en cuando, aquí no se puede vivir mirando siempre hacia adelante.

Hoy el pueblo se ha enojado, salen de las grietas de sus tierras hacia los lugares más concurridos. Los mares de gente paralizan la ciudad, no hay a donde moverse. La calle también se ha inundado, ha llovido por veinte minutos. Mientras el cielo se abre de nuevo y la gente se congrega a mirar, las montañas escondidas bajo la contaminación nos miran con desprecio.

Pobre el pueblo que escupe al cielo y se le regresa.


***

Andrea Zúñiga (Monterrey, 1997) Estudiante de Letras Hispánicas. No hay trayectoria digna de mencionar aún. Le gusta contar historias sin sentido desde hace mucho tiempo. Todavía no se conoce lo suficiente. Escribe todos los días en la cuenta de Instagram @tintaypunto donde también comparte su interés por la fotografía y viajar.

 

 

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