
Velatorio
Me veo en el reflejo del cristal
que me separa
de él.
Me veo dentro
y me miro las manos
para asegurarme de que sigo aquí,
en esta sala esquelética,
pintada de aire sin oxígeno.
Parece tranquilo,
parece dormido,
nada más.
Diría que va maquillado,
las ojeras azules
han desaparecido,
las lágrimas secas,
también.
A ratos,
esto parece un bar,
donde los viejos miran
con morbo,
con miedo,
al saber qué esa cabina de Blanca Nieves
está cerca cerca cerca,
a tres átomos de distancia.
Cuchichean
y se esconden,
cuchichean
y te preguntan
si el café es gratis,
si las flores son
de plástico.
***
Mi útero bicorne
Mi útero tiene más forma de corazón
que el corazón que bombea sangre dentro,
sangre caliente
sangre silenciosa.
Mi útero tiene forma de corazón
pero los bebés los prefieren con forma de pera,
la forma natural que tu Dios
le regala al resto de mujeres.
Mi útero tiene forma de corazón
y en la ausencia de ese centro me esperará el dolor, siempre
un dolor austero
un dolor vacío.
Mi útero ahora es un poco menos mío.
He vuelto a perder el control de mi cuerpo.
Mi útero morirá conmigo y me extinguiré sin remedio
como una llama débil en medio de la lluvia.
***
No hay mañana
Veo con claridad
a todas las mujeres que quieren romperse
pero se conforman con el traqueteo
del vagón.
Ellas, como yo,
derrotadas por un amor acrobático,
llorarán cuando estén solas
en un baño
impersonal
y dirán, con una sonrisa idiota en las encías,
“estoy bien” cuando las hienas pregunten.
Es más cansado que doloroso
luchar contra el pellizco elástico
que se ríe desde dentro
como el gato colocado de Alicia.
***
La noche orgullosa
Regada con la sangre de mis talones
la hierba renace a mi paso
las flores me acarician
me elevan sobre el asfalto tardío…
Esta noche orgullosa me protege:
es oscuridad en un manto
que revienta feliz sobre mí
mientras tarareo distraída.
Solos Richard Hawley y yo
en mi cabeza
(cigarros de humo púrpura)
la vibración sube desde las rodillas
al infinito húmedo y secreto.
***
Un mar rosa de serotonina
Anoche soñé
que flotaba en un mar rosa
de serotonina
y descansaba
por fin,
liberada
de lastres
de anclas
cosidas a los tobillos.
El agua me acunaba sin esfuerzo,
como el útero,
del que me echaron con violencia
un 11 de noviembre.
Y con esa misma violencia,
el despertador me devolvió a este mundo,
donde las marcas en los tobillos
son perennes.
***
Elena Barrio (Barcelona, 1990). Autora del poemario Hormigas en el aire (Valparaíso, 2015) y de los fanzines Ortiga de mar y Nietas de la hoguera (Glitter Zines, 2016). Es escritora y actualmente trabaja en el mundo de la edición.