Cuatro poemas de Cristina Gálvez (Caracas, 1987) ~

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***

La vida secreta de las palabras

destejer las palabras

el sarcófago en sus bocas
abrirlo a ver qué se han tragado sus labios de caracola
bajar por la espiral
hasta el secreto 

saber por qué mi nombre siempre fue tan amarillo

rojo no, como la aurora
saber si son el nervio de las cosas
o el ropaje
aprenderlas para no flotar en la tarde oceánica
para no ahogarme en el cielo de cuervos
no entenderlas cuando más debo alcanzarlas
dejarlas tiradas como cuerpos

***

La única despierta

Ayer viniste a mi sueño
padre, con tu calma
de sacerdotisa
leve como todo lo lejano
largo, callado, sonriente
el fantasma de aquél cuadro de Varo
con una flauta dulce que no suena
o ese que se pierde en corredores
de una casa bosque
y aunque grite
no voltea

si eres ave quisiera no moverme
si eres lagarto, no echarte del rincón
si eres espectro mantener la puerta abierta
si eres ánima encender todo en colores
para animar tu júbilo tranquilo
tu marcha de agua clara, subterránea
tus ojos de la alberca del recuerdo

aunque sea ven a mi sueño
aunque sea a callar, ven a mi sueño
para ser la única despierta

Del libro Psicopompa (Monte Ávila Editores, 2015)

***

Ciudad de acuarela

Últimamente la lluvia
cae sobre mis plantas:

                                           refresca la albahaca, los ajíes, la pasionaria, los geranios
es la misma que desciende
por la tierra del camposanto
y el armazón de tus huesos es una jardinera

Tengo esa sensación de que no existes
de ti queda algo remoto
la indiferencia de los fósiles
que se niegan a la memoria

Me aburro de estas carnes
de estos corazones con el tic-tac de estrellas frágiles
que la garúa diluye
y me da por admirar la mudez regia de las piedras

Precisaría contemplar el fuego
para entender que los pensamientos se destruyen
que el arder del tiempo cesa
                                                      cuando vira la rueda de los elementos
                                                      animales tiernos que van sin mirar abajo
                                                      con su ojo polifemo conjuran las almas que se esfuman

Últimamente llueve
y la ciudad se pone de acuarela
llevándose por los desagües la levedad cotidiana
el Gran Espíritu es un olvido que se cierne por los cielos
las formas son diapositivasmi esqueleto se acomoda frente a una taza de café
y yo ya no te pregunto nada.

***

Despiértame cuando termine diciembre

Recuerdo

ese diciembre gélido de tus labios púrpura
sábanas interminables
horizonte de sábanas
blancas sábanas inmaculadas
donde hundí la cara

despejadas, en mi tráquea
lisas, párpados lisos y paredes
huesos salientes,
rozados por la caricia de seda

tela ante mí
ser ciega
saber que sería para siempre ciega
desvanecerme entre las sábanas
de una cama, un campo tendido
sin querer despertar
ese diciembre sibérico.

Del libro Bicorne (Casa de Bello, 2016)

***

Entrevista a Cristina Gálvez:
“La poesía nos acerca a la muerte”

***

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