
Caobos
en senderos que no caminarán ya nuestros pies
se pudren acostadas las hojas
que no pisamos nunca
en el Ávila remoto
el aire inunda pulmones que no son nuestros
porque adivinamos el escape
a su ritmo cada uno
convencidos por el terciopelo
de emociones inacabadas
en las esquinas
de esa capital expuesta
el cemento del teatro
de los miércoles la lluvia
las botellas que nunca nos embriagarán
cada beso que se convirtió en saliva seca
de una acera en el recuerdo de un parque
Ícaro, el doblez, el piano
la mejilla hecha añicos
tu ojo torcido, tus dientes y tu barbilla
son hoy presagios y su delgadez
me asomo
a través de lo poco que conquistamos
de lo tuyo en mí
de tu zarcillo, tus antebrazos y el olor a cigarro
contemplo abnegado
lo que quisimos
y yergo la espalda
para no ver más hacia adentro
***
Retales
laberinto acristalado
restos de lo que un día fue ángel
la leña casi pasado casi pavesa
arremolinada en el suelo
inmóvil
cuando entra la brisa
despojos de esas mañanas y sus auroras
sin esquinas sin bordes
que allanen nuestra convivencia
sólo restos de borrones
deslindados
desunidos
sin importancia aparente unos sobre otros como casas de naipes
que el futuro viene pronto a abatir
rocas con las que se tropezarán otros amantes con la misma mala suerte
***
Dejo mi ancla
Dejo mi ancla
en tu zaguán
tú que tienes memoria
que has creado una metrópoli
en medio de la tormenta
ya no tengo pies
dejo mis huellas
en tu umbral
con el lamento que va soltando mi boca
a medida que se desdibuja
y al volver los ojos te veo
recuerdas tu asfalto natal
lejos
cruzas
te vas
y yo que no tengo uno
me enfermo de no poder estar ahí
ya no me queda voz para cantarte
y traerte
así que dejo todo
así que dejo
así que de
***
Antártida
mis poros calderas humeantes
cada extremidad una lanza en llamas
desafiando
indefenso me dejas
cual astilla de plomo fundida
de tu cuerpo cada centímetro y cada parte
con el fulgor que emanas
me dejas
roto por dentro
un centenar de heridas
mi tempestad aniquilada por tus cerillos
impaciente rondo
mi deseo forjado en tu cráneo frío
y un rosario de hiel se clava en mi frente
pero tú incendiario
todo ardiendo todo el cuerpo
tú ángel de fuego
hasta abrirte en dos
un témpano
hielo de Ross que me quema las manos
me reduce
y me abrasa
***
La nuca sintió el sigilo de tus pisadas
la nuca sintió el sigilo de tus pisadas
tus manos tejieron la tela
que me guió al centro
la lengua contó los kilómetros
de las carreteras en tus huesos
mis huesos
los míos
deshechos
al encuentro con los tuyos
la saliva gota a gota recorrió
el brío de tus bosques
la cabeza un nido de serpientes
cuando abierta tu boca
relamía la miel de una muerte impuesta
de una soledad y su censura
*
Retales, Dejo mi ancla y Antártida aparecen publicados en la revista cultural MAGA #78 (Panamá, 2016)
Caobos y La nuca sintió el sigilo de tus pisadas son inéditos.
***
Eduardo Bello (Los Teques, Venezuela, 1992). Lector miope. Profesor de idiomas egresado del Instituto Pedagógico de Caracas. En 2014 publica la plaquette de cuentos Miopía Caraqueña (El pez soluble). Sus poemas y cuentos aparecen en Panorama de las Américas (Copa Airlines), MAGA (#78) y De un tiempo a esta parte: Asamblea de nuevos cuentistas en Panamá (Foro/Taller Sagitario Ediciones, 2016). Actualmente es profesor de español en la Escuela Internacional de Panamá.