Cinco poemas de Guillermo López Meza (Venezuela, 1990) ~

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El día que Dios despierte…

El día que Dios despierte
y se haga sentir en esta tierra abandonada por su gracia
hace tiempo excluida de toda compasión humana
ninguna certeza lo recibirá con palmas y vítores
pero alzaremos la vista
por primera vez, luego de tantos años
amasando crueldad y criando mezquinas intenciones
enseguida asombrados por haber olvidado
que un cielo pendía sobre nuestras cabezas.

El día que Dios despierte
no verá mendigos apostados en las puertas
ni basureros colmados de tristes sobras
porque ya solo quedará un averno inmencionable
un hábito de sombras lánguidas
marchando sin fin hacia las puertas de un infierno
que no tuvo lugar para ellos. 

El día que Dios despierte
tomará por sorpresa a los puercos caníbales
descansando en sus divanes
rodeados de morcilla y tocineta
sintiendo como se transforma en brasas
el barro que sella sus bocas.

El día que Dios despierte
   ¡Dios lo quiera pronto!
ese día, quizás…
   ¿florecer de nuevo a pesar de los cuervos?
   ¿esparcir cenizas en osamentas de perro?
   ¿honrar en camposanto a los caídos por espera?
morir en paz, al menos
al margen de sus bendiciones.

***

Les Miz

La vulgaridad impone su dictadura
en aquellos sitios donde se ha destruido el gobierno
de los sentimientos privados.

De luto perenne
el país-mortaja teje y desteje
su noche sin resplandores.

No he conocido la muerte
pero sospecho que todas las esquinas de Caracas
se le parecen.

Un escombro sobrevive al Diluvio.
En este páramo desperdiciado
mi mejor venganza es seguir existiendo.

De ser posible, si mis ambiciones fueran menos rubias
       me moriría demasiado.

***

Vejez

El cazador mira con ojos inoportunos.
No ha olvidado como paralizar a una presa distraída
o como atraer a una criatura salvaje
sin romperse un hueso.

Pero en algún punto entre un disparo y su trofeo
algo se ha extraviado en la oscuridad del bosque.
El cazador también mira con ojos hastiados
intentando encontrar ese antiguo rastro
de una pasión porfiada.

No era matar lo que compensaba su aburrimiento
era el miedo de saberse inexperto
y la sorpresa al descubrirse deseando
el peligro que se avecinaba.
Pero el cazador ya no quiere morirse
con cada detonación.
Busca una sombra
bajo la cual estirar las piernas.

Es esto lo que no previenen los cuentos de hadas:
las ambiciones duran muy poco
y no hacemos sino repetirnos
reemplazando el hambre con la técnica.

***

Calipso

Presiento la melancolía
antes de que se avecine el duelo.
Te asomas al pozo seco
queriendo hallarte en las coordenadas de mi naufragio.
Y cuando no extraes el gemido
ese que tanto necesitas como trofeo
incapaz de vencer mi resistencia
rápido muda la ternura
reclamando mi inexperiencia.

He saboreado frutos que no quisiste probar
he interpelado dioses que no supiste nombrar
he perdido paraísos en los que nunca creerás.
En cambio, es cierto, guardo hondos silencios
refugiándome en prolongados balbuceos.

Hay escollos que me ganan
vados que evito
fragmentos de tu cuerpo que no beso
culpas que no abrazo.
Permanezco ajeno a los asuntos
de sátiros y ninfas.

Pero recuerda, mi viaje es otro
y no a tu lado.
No comprendes que para ser sabio
no hace falta ser experto
Tu isla no es mi isla, Calipso.

***

Duelen los dioses

Dios se asoma
abriéndose paso como una vieja herida
y su violenta irrupción nos anula
si no pactamos.

Oramos para tender puentes
entre los balbuceantes anhelos del hombre
y el silencio de sus altares.

¡Solo el creyente sabe cuánto duele su fe!

***

Guillermo López Meza (Caracas, Venezuela, 16 de marzo de 1990). Egresado de la Universidad Central de Venezuela en el 2014, como Licenciado en Artes Mención Cine. Productor, guionista y crítico de cine.

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