María Sánchez: «El campo es una forma de resistencia», por Oriette D’Angelo ~

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María Sánchez viene de una tradición de hombres y mujeres que trabajan la tierra y exploran esta vocación con verbos afilados. Sánchez habla de la corporalidad desde lo terrenal, desde un animal que se apoya dulcemente en el estómago, hasta las manos que se quiebran y el barro que se esparce. Cuaderno de campo (La Bella Varsovia, 2017) es un libro sobre manchas, sobre manos que trabajan la tierra y al mismo tiempo escriben, un libro sobre la importancia de los ancestros que le dan forma a la herencia y escrito para preservar la memoria del oficio y de la casa. En este poemario, la poética del campo se entrelaza con la infancia, la familia, el alimento y la condición de mujer. Cuaderno de campo es, así, un libro para preservar la vida.

María Sánchez nació en Córdoba en 1989. Es veterinaria de campo y colaboradora de la cátedra de Ganadería Ecológica de la Universidad de Córdoba. Escribe artículos sobre feminismo, literatura y ganadería para medios digitales y de papel. Ha sido incluida en la antología Apuestas (La Bella Varsovia, 2014). Varios de sus poemas han sido traducidos al inglés, francés y portugués. Cuaderno de campo, libro que aquí nos convoca, es su primer libro publicado.

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Tu primer libro, Cuaderno de campo, es un libro profundamente autobiográfico y confesional. ¿Cómo surgió la escritura de este poemario?

—María Sánchez: Siempre tuve claro que quería que mi primer libro fuera una manera de presentarme, de declarar mis intenciones. Aunque tiene mucha carga biográfica, lo cierto es que la historia que cuenta el libro no tiene por qué ser totalmente la real de mi familia. He jugado mucho con historias que me han contado, situaciones que he vivido y cosas que he aprendido en mi trabajo y en mi día a día. Las he mezclado y he intentado hacerlas mías. Ha sido un proceso lento, porque como su título indica, la escritura ha ido surgiendo conforme aparecían los detalles, las historias, los días vividos, los animales… Es un cuaderno de anotaciones de familia, trabajo, vida, herencias, animales, carretera…

¿Crees que la poesía puede no ser autobiográfica?

—MM: Por supuesto. El poema puede ser lo que le dé la gana. Un juego, una sensación, un experimento, una ecuación… y claro, también la mismísima vida, pero no tiene por qué serlo.

Este es un libro donde se habla de las manchas: «Hasta que no aparecía la primera mancha, no podíamos cantar» (p. 17), «Prometerme una y otra vez/ que nunca escribiré en vano/ un libro con las mismas/ manchas» (p. 19); «Madre con qué limpio estas manchas de nacimiento» (p. 72). Manchas como herencia y como entrega. ¿Qué representa para ti «lo que mancha»?

—MM: Esa mancha que se extiende y evoluciona en el libro, soy yo. La primera mancha, que así se titula la primera parte, es la primera mujer que decide seguir la tradición de su familia, que decide ser veterinaria, como su abuelo y como su padre. De pequeña, siempre quise ser chico. Aunque mi familia nunca me trató como tal, yo solo veía hombres en este mundo y quería ser como ellos, formar parte de esa ceremonia, convertirme en uno más. Pero esa mancha crece y entiende, después de los años, que no necesita ser como ellos, que ella, como mujer, tiene un camino y lucha diferente, y muchísimo por hacer y contar.

También hablas del campo como sinónimo de hogar. Entiendo, por referencias del poemario, que te criaste en el campo y que eres «la tercera generación de hombres que vienen de la tierra y de la sangre» (p. 67). ¿Cómo fue criarse en el campo? ¿Crees que criarse allí te expuso a cierto tipo de sensibilidad?

—MM: Para mí lo es. Y aspiro a ello, a terminar viviendo en el campo. No solo sensibilidad, sino compasión, miedo, soledad y crueldad. El campo no es un oasis, ni la imagen idílica y bucólica que mucha gente de la ciudad piensa. El campo es sacrificio, muchísimo trabajo y mucha, mucha soledad. También es valentía. No cualquiera puede hacerlo. El campo es una forma, para mí, de resistencia. Mi infancia, como cuento en el libro, es un cuchillo en la garganta. Siempre estará ahí. Ha configurado mi vida, mi forma de ser, mi día a día, incluso mi manera de relacionarme con los demás.

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Mencionas que el campo es sacrificio y quisiera que me contaras un poco sobre tu trabajo diario. ¿Cómo es trabajar como veterinaria de campo?

—MM: Pues mi trabajo consiste, por resumirte un poco, en mejorar el día a día de mis ganaderos y ganaderas, y de sus animales. Es un trabajo muy duro, por los kilómetros y los madrugones, sin horarios, pero es mi vida. Como decía Gabriela Llansol sobre su jardín, lugar donde pasaba horas y horas cuidando sus plantas: es mi narrativa invisible, por así decirlo. Es ese pequeño universo donde quiero vivir y en el que espero poder dedicarme algún día.

En el libro se reflexiona también sobre el proceso de escribir: «prefiero la cura y no el silencio// pero cada vez que escribo/ estoy contradiciéndome». ¿Por qué reflexionar sobre el proceso de escritura a través de la poesía?

—MM: Porque yo he sentido durante muchos años, no por mí, sino por todo lo que me rodeaba, que mi trabajo y mi intención de escribir eran pura contradicción. Y quería contarlo, remarcarlo, hacer partícipe a los demás de cómo ha sido para mí –y a veces sigue siendo– este proceso de escritura.

María, ¿qué te motiva a escribir?

—MM: Mi día a día: las historias que me cuentan mis ganaderos, los paseos con mi padre por el campo, mi tío Juan trabajando con sus animales, un pájaro que se cruza por la carretera, las lecturas, la misma vida.

A lo largo del libro están las manos que escriben y las manos que trabajan el campo. Hay, entonces, una sinergia entre ambos oficios. ¿Alguna vez te dijeron que te dedicaras solo a alguno de ellos? ¿A «solo» ser veterinaria o a «solo» ser escritora?

—MM: Muchísimas, por no decir demasiadas. Además, constantemente y de los dos lados. Mi padre quería que me dedicara a estudiar, que tenía que centrarme y sacar la carrera. Luego, tuve profesores y compañeros que se reían cuando me veían con libros entre clases y me decían: “¡Con todo lo que tienes que estudiar, ¿te pones a leer?”

Mi familia con el paso del tiempo y quizás con los resultados, ve que es imposible separar las dos cosas. Me anima a que escriba, cosa impensable hace unos años. También hay gente del mundo de la literatura que me ha insinuado que cuándo voy a dejar de trabajar para escribir. Creo que esta gente ni entiende de dónde vengo, ni lo que soy, ni obviamente se han leído el libro. Sin la «María veterinaria» no existiera la «María escritora». Creo que, al revés, sucede igual.

¿Qué tan importantes son los elementos rurales, el campo y el ganado en un mundo cada vez más tecnológico y urbano?

—MM: Para mí es algo imprescindible. Lo que nos da de comer todos los días. Sé que es una frase muy tópica, pero necesitas a un agricultor y a un ganadero todos los días de tu vida. Su labor es fundamental. Para mí es cultura. Mi familia es del pueblo de la Sierra Norte de Sevilla, que es Parque Natural por la labor milenaria y los conocimientos de los pastores y sus animales. Ellos son los que han hecho que esta comarca sea reconocida como un territorio de valor. Hablo, por supuesto, de ganadería extensiva, soberanía alimentaria y como no, de consumo responsable. Esa acción sobre el paisaje, esa simbiosis perfecta entre medio, persona y animal, a mí me parece maravillosa y yo nunca dejaré de defenderla como cultura. Ojalá no se pierda nunca.

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En Cuaderno de campo también está presente la piedad: «Pero mi defecto siempre es el mismo/ mecer al animal entre la carne/ y el sueño» (p. 72). ¿Es necesaria la compasión en la vida del campo?

—MM: Totalmente. Yo no he visto a nadie sufrir ni llorar como a algunos ganaderos con los que he trabajado o conozco cuando han tenido algún problema con la administración o alguna enfermedad que ha hecho mella en su granja. Si no tienen compasión, no serán nunca buenos ganaderos.

 ¿Y en la escritura, se debe tener compasión?

—MM: Si te soy sincera, no lo sé. Cuando escribo suelo sentirme como una cirujana uniendo bordes de heridas, totalmente lúcida, tranquila. Incluso, a veces creo que me comporto de una manera fría y aséptica frente al futuro texto. Para mí, la escritura es como un laboratorio, como un científico que prueba y prueba hasta que consigue lo que estaba buscando.

En Cuaderno de campo también está presente la poética del padre. «Padre no me enseñó a huir/ solo a quedarme quieta y a no hacer ruido» (p. 72). ¿Es la escritura una forma de honrar a aquellos que nos han formado y criado?

—MM: Sí, pero vuelvo a lo de antes. La escritura puede serlo todo y nada. No creo que se deba encorsetar, darle una misma voz y ponerle límites. Cuaderno de campo sí ha sido una manera de contar mi historia y de rendir homenaje a los hombres y mujeres de mi familia.

Emily Dickinson es una de las referencias literarias de Cuaderno de campo. ¿Cuándo la leíste por primera vez? ¿Qué otros escritores son fundamentales para ti?

—MM: No recuerdo cuando, pero sé que fue pronto. Tengo un tío que es profesor de literatura en Inglaterra y fue él quien me regaló sus libros. También Carson, Plath y Hughes. Mis escritores fundamentales son: Herzog, Hilst, Llansol, Lobo Antunes, Grandin, Al Berto, Shakespeare, Thoreau, Melville, Canetti… También llevo una temporada que leo mucho sobre literatura sufí y culturas indígenas.

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La primera edición del libro se agotó en menos de 15 días. Ahora mismo leo que el libro va por una cuarta edición. ¿Esperabas una reacción tan entusiasta por parte de los lectores?

—MM: La verdad es que no. Estoy muy contenta porque van cuatro ediciones en dos meses y es una locura. La acogida que está recibiendo el libro es maravillosa. Y el cariño. No tengo palabras.

Sé, por tus publicaciones en redes sociales, que eres feminista. ¿Cuándo te empezaste a identificar con las ideas feministas? ¿Qué influencia tiene el feminismo tanto en tu escritura como en tu trabajo de veterinaria?

—MM: Soy feminista desde que me di cuenta que me movía y que trabajaba en un mundo de hombres. Creo que tiene un peso fuerte en ambas vertientes. Nosotras necesitamos contar nuestra historia, que nuestra voz se oiga, que no se nos ignore, ni se nos aparte a un lado por ser mujer.

¿Y es necesario el feminismo?

—MM: Por supuesto. Sin el feminismo no vamos a ningún lado. No quiero un mundo no feminista para mis hijos, ni para las generaciones que vienen. Quiero que las niñas del futuro nunca piensen que no pueden hacer algo por ser mujer, ni que se sientan inferiores por ello, ni que las manden callar, ni que cobren menos que un hombre. Quiero que puedan tener el mismo acceso que ellos en el trabajo. Que no tengan que recuperar la historia y la voz de tantas mujeres que fueron apartadas a la sombra e ignoradas por ser mujer. Y, por supuesto, deseo con todas mis fuerzas que no mueran más mujeres por el simple hecho de serlo. Por eso es maravilloso ver a tantas mujeres haciendo tanto por el feminismo, pero es una lucha de todos, una lucha totalmente necesaria y que tenemos con todas las mujeres, sean de donde sea, sin importar la edad, ni la raza, ni la clase social.

Afirmaste en una entrevista de 2015 que a la poesía en Internet la veías «como una fiesta». ¿Sigue siendo así? ¿Crees que en las redes sociales se gesta poesía o que éstas solo sirven como meros elementos comunicacionales?

—MM: Sí, lo sigo viendo así. Cada día leo a autores nuevos gracias a Internet. Y también los descubro, por ejemplo, Oriette, gracias a esta misma página. Muchos poemas empezaron con un post de Facebook, un comentario en Twitter o en Instagram, hasta con un simple e-mail. Si creo que la poesía puede nacer de cualquier cosa, ¿por qué no va a poder surgir también de la red?

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Cuatro poemas de «Cuaderno de campo» 
de María Sánchez (Córdoba, 1989) ~

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