José Covo (Cartagena, Colombia, 1987). Escritor y artista. Ha publicado las novelas Cómo abrí el mundo (Planeta, 2021), La oquedad de los Brocca (Caín Press, 2016) y Osamentas relampagueantes (Caín Press, 2015). A través de su escritura aborda la fragilidad de los conceptos y las fantasías con los que se negocian, entre los miembros de la especie, el problema del estar-aquí. Fue pintor antes de escribir cualquier cosa, soñador lúcido antes de empirista, y cree que el agua le entra al coco desde un adentro más interior.
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Los poetas suicidas
¿Qué se mueve en el alma del poeta? ¿Qué fuego abstracto quema su concepto del corazón? Es un fuego más duro y más longevo que cualquier vida… ¡Es el fuego de la palabra! ¡La palabra fuego! Que no tiene que arder para quemar… Que no tiene que quemar para dejar cenizas… Un fuego imaginado que prende la vida concreta… Un fuego imposible que extingue las posibilidades… ¡Esa es el alma del poeta! ¡Esa es su fuerza! Una fuerza que no es suya… ¡Es la fuerza del mundo que se hace aire en su pulmón! Es la fuerza de la fuerza que lo debilita… Porque el mundo es mundo sin el poeta… Pero el poeta solo es poeta con el mundo.
Se suicidan… ¡Que no lo hicieran! Eso pedimos con nuestras lágrimas y nuestro dolor… ¡No! No se suiciden… No nos suicidemos… El poeta nos escucha… Pero la palabra poeta es sorda, como todas las palabras… Y es la palabra la que se suicida… Es la idea del fuego la que lo quema todo… El poeta no se suicida… Se suicida la poesía en él… El mundo se hace pequeño y se mete en su intestino… ¡Es el mundo el que se suicida! El mundo que olvida que es mundo… que no tiene que morir… que no puede… ¡Pero la palabra mundo puede! ¡La palabra palabra mata al hombre! Porque una idea no tiene que existir para llegar a la vida… ¡Las ideas son imposibles! ¡Son nada! Nada… un ruido… Un ruido con propósito… Un ruido que se olvida de su hogar, el desorden… Así, anémico, desmemoriado, el ruido se mata en el cuerpo del poeta… El cuerpo del poeta, que se quema con el ruido invisible de las palabras… Y se vuelve ruido él también… Pero sin regresar a nada… Sin regresar al ruido… Porque el ruido no practica la hospitalidad… ¡Saca! ¡Despide! Y no acepta a nadie de vuelta… El poeta muere huérfano del ruido.
Y yo… tendría que matarme… Para que mis metáforas se olviden del ruido de mi psicología… Para que sean metáforas abstractas, y quemen al mundo con su abstracción… Que hagan abstracto al mundo… ¡Que lo maten! ¡Que maten al mundo mis metáforas! Que yo no exista… Que nunca hubiera existido… Eso quieren mis ideas… Ser libres de la carne que las pensó… ¡Imposibles! Pero en la vida… Una vida imposible… Verdadera como solo pueden ser las cosas imposibles… Abstractas… Vivas… ¡Vivas con la idea del vivir! ¡Vivas con la palabra vida! ¡Vivas! ¡Vivas! Sin morir nunca… Sin haber nacido… Dan ganas, dan ganas de matarse para que las ideas vivan sin mí… Para que mis metáforas vuelvan a la imposibilidad… Para que no quede nada de mí, más que mi nombre… ¡Que mi nombre me mate! ¡Que me maten mis metáforas! Si no, nada de esto tiene sentido… Eso me parece… Pero no quiero. No lo quiero hacer, como no debería hacerlo nadie… ¡Sin ideas! ¡Vivamos sin ideas! ¡Sin poesía! Y ya… ya eso no es vida… es vivir sin el concepto de lo vivo… ¡Ruido! ¡Ruido ruidosamente ruidoso! ¡Ruido infinito! Un ruido que no es casa, ni es nada… ni siquiera es ruido… Un movimiento indescriptible que ni siquiera llega a la imposibilidad… Ya la imposibilidad es algo… Y eso no es ni siquiera nada… Ni nada, ni menos que nada, ni menos que la nada… Por eso se suicidan… Por eso se suicidan nuestros poetas… Por salvar al mundo… Por dejarle al mundo sus metáforas del mundo… Es por eso… Porque las metáforas tienen más sangre que los animales… Porque las ideas son más que las almas… más que los cuerpos con sus almas… Pero no, yo no creo que me suicide… No creo… Entonces nada de lo que escribo tendrá ese sentido que es el verdadero… Tendrá que ser así, porque he cometido la torpeza de ser feliz… Y ya… Seré feliz, pero no abstracto… La felicidad muere con el cuerpo, pero la abstracción queda… Que por lo menos logre suicidarme de palabra si no de acción… Que no deje nada por decir… Que me saque toda la sangre… Todo el concepto de mi sangre… Que la deje negra sobre el papel… No puedo más. Pero, los que sí puedan, que lo hagan.