[#1] Siete poemas de Miyó Vestrini (Francia, 1938 – Venezuela, 1991) ~

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Fotografía de Vasco Szinetar

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Miyó Vestrini (Francia, 1938–Venezuela, 1991). Su nombre verdadero fue Marie-Jose Fauvelles. Poeta y periodista cultural. Perteneció al grupo literario Apocalipsis que tuvo vida en Maracaibo. Durante los años sesenta dirigió la sección de arte de El Nacional y luego dirigió la revista Criticarte. Obtuvo en dos oportunidades el Premio Nacional de Periodismo (1967 y 1979). Publicó los poemarios: Las historias de Giovanna (1971), El invierno próximo (1975), Pocas virtudes (1986) Valiente ciudadano, (póstumo,1994). Todos los poemas, 1994). En el año 2015 se publicó el libro Es una buena máquina a cargo de Ediciones Letra Muerta que contiene varios poemas inéditos hasta esa fecha. A finales de ese mismo año, Ediciones Letra Muerta publicó el libro Al filo, obra que reúne su trabajo periodístico. 

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Los pétalos marchitos de la tía,
el impermeable del abuelo en la perchera,
fantasmas acorralándose en los espejos,
memoria de barajitas,
todavía dices estar triste por eso,
sueño descomunal de una infancia
que va y viene
como pájaro de mal agüero.
Pasó el momento de llorar recordando
              el suave olor invernal del Hudson,
y los galopes,
a toda carrera,
hacia el final de la vía Cavour,
Roma,
primavera,
estallante nostalgia,
acecho desde el sur,
torbellino subterráneo de ciertas playas del norte.
Algo tan duro como las puertas que los parientes
                            batían sobre nosotros
viene contigo,
soberbio,
exasperante adolescente
contigo,
tendido allí,
bajo el tenue soplo de un aire vivo.
Privilegio tuyo esta guerra,
esta sangre,
cosas que huelen a muerte,
pero que estallan en la noche,
con inmenso ruido de manos alzadas.
Adolescente profano, odioso, irritante,
sonreído adolescente,
heredero absoluto de un futuro iracundo,
para nosotros,
pasado roñoso,
para nosotros,
suerte y licor,
magia de colina,
pájaro en vuelo
decían,
burla,
farsa.

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Giovanna ha soltado los cabellos grasosos del hombre, confundidos ahora con el terciopelo del diván. Cierra la bata, se recoge la larga melena hacia atrás, sin dejar de mirarlo, sin dejar de ver la tapicería rota en algunos sitios. Teme complicar la rutina adquirida de una vez por todas, cuando después de ver en una vitrina del centro aquella mujer rubia y esplendorosa que invitaba a conocer Grecia y los mares del sur, decidió que las luces del Mediterráneo y los jardines colgantes de Babilonia serían un día su única y gran aventura. El hombre está despierto, Giovanna lo sabe. A la espera de algún acontecimiento, se sienta frente a él, con el aire del norte a sus espaldas, indiferente ya a todo juego.

[De Las historias de Giovanna (1971)]

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XII

A Luis Camilo

Me levanto
no me levanto
me detestan
me ligo
atropello a un motociclista con alevosía y premeditación
me entrego al complejo de edipo
deambulo
estudio con sumo cuidado las diferencias entre dirritmia-
psicosis-esquizofrenia-neurosis-depresión-síndrome-pánico-
y me arrecho
quedo sola en la casa cuando todos duermen
compro una revista que cuesta seis dólares
le roban la cartera a mi mejor amiga
me agarran
amo a mi amigo
lo empujo
lo asesino
recuerdo el paraguas de Amsterdam
y la lluvia
Y el gesto airado
me dedico a la bebida para evitar el infarto
mastico la comida cincuenta veces
y me aburro
y me aburro
adelgazo
engordo
adelgazo
me transo
no me transo
me quedo quieta y lloro
alguien me toma en sus brazos
y me dice quieta quieta estoy aquí
dejo de llorar
escucho el viento que sopla cerca del mar solamente cerca del mar
acepto que existan cucarachas voladoras
descubro que todas mis amigas tratadas por psicoanalistas se han vuelto totalmente tristes totalmente bobas
me leen el oráculo chino y me predicen larga vida
Vida de mierda digo
subo al carro
bajo del carro
comprendo de un solo viaje cuánto petróleo hay en un barril
me dicen apaga la luz
la apago
me preguntan ¿ya?
me hago la loca
me acojo a la pacificación
me joden
duermo apoyada en la barra
oigo la voz del español de siempre que se caga en diez
alguien llora otra vez a mi lado
me pegan
me pegan duro
hay luna llena
corro por la carretera que bordea la montaña,
saco la cuenta,
no me sale,
me duele el pecho,
se hace de día,
el rojo gana
rien ne va plus.

[De El invierno próximo (1975)]

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Poca cosa en verdad

No es muy largo lo que debo decirte:
                                                    tiemblo cuando hablo de ello.

                                                    Poca cosa,
                                                                                        en verdad.

[De Pocas virtudes (1986)]

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Vidrios rotos

Aún tengo el rumor en mis oídos
de los pies desnudos
sobre vidrios rotos.
Y de una adolescente que golpea la suela de sus zapatos
contra la espalda del amigo moribundo.
La opinión general
era que debíamos entristecernos.
Pero sólo la gracia de la irreverencia
nos había tocado,
por arte de magia.
Seguíamos con la cabeza en el mismo lugar
en la perspectiva de un viejo grabado de Da Vinci.
Ellos eran buenos,
nosotros,
mejores.
Sobre el muro,
un letrero para la recompensa:
si ves a un negro durmiendo, no lo despiertes;
está soñando que es blanco.
La muchacha aplicada,
escribió debajo:
si ves a un blanco durmiendo, no lo despiertes;
está soñando que un negro lo viola.

Mi hijo,
mi pan,
mi amor.
Palabras simples de los que regresan a casa
y se echan a dormir,
para no tener que hablar.
Fugazmente,
miran por el balcón y se dejan gotear por la lluvia.
Pero la lluvia no pone fin
a ese eterno y aburrido cielo azul,
donde dicen,
alguien tiene el cabello sedoso
y unas alas de plumas de garza.
Quien lo carga encima,
cada mañana,
sabe de las comicidades del buen ladrón
que justifica el patrimonio celeste.
Sabe de cucas deterioradas y huevos sidosos,
castigados,
porque este no es tiempo de fervor.
Sabe de un hueco en las alturas,
de océanos pestilentes,
de tierras quemadas en ciclos colosos.
Fue la venganza de la venganza
aquel rumor de astillas en la noche.
Yo provoqué los sucesos cuando dije:
si puedes entender el dolor de un obrero,
¿por qué no entiendes el mío?

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El silencio

El muchacho del supermercado
me dio del tú.
Mira, te traje una botella más grande porque está en oferta.
¿Por qué tengo que ser yo la que corte calabacines
todas las noches
a esta hora?
Se lo conté a una amiga
y alzó los hombros:
cosas del destino.
Unas cortan calabacines,
otras hacen el amor.
El asunto es que el silencio te tome en cuenta.
Llegué hasta el kiosco.
Una negra de culo inmenso me advirtió:
si no compra la revista, 
no la puede leer.
Abrí el libro de Hölderlin
y odié a su carpintero
carcelero.

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Zanahoria rallada

El primer suicidio es único
Siempre te preguntan si fue un accidente
o un firme propósito de morir.
Te pasan un tubo por la nariz,
con fuerza,
para que duela
y aprendas a no perturbar al prójimo.
Cuando comienzas a explicar que
la-muerte-en-realidad-te parecía-la-única-salida
o que lo haces
para-joder-a-tu-marido-y-a-tu-familia,
ya te han dado la espalda
y están mirando el tubo transparente
por el que desfila tu última cena.
Apuestan si son fideos o arroz chino.
El médico de guardia se muestra intransigente:
es zanahoria rallada.
Asco, dice la enfermera bembona.
Me despacharon furiosos,
porque ninguno ganó la apuesta.
El suero bajó aprisa
y en diez minutos,
ya estaba de vuelta a casa.
No hubo espacio donde llorar,
ni tiempo para sentir frío y temor.
La gente no se ocupa de la muerte por exceso de amor.
Cosas de niños,
dicen,
como si los niños se suicidaran a diario.
Busqué a Hammett en la página precisa:
nunca diré una palabra sobre tu vida
en ningún libro,
si puedo evitarlo.

[De Valiente ciudadano]

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miyo

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