Cuatro poemas de Román Villalobos (México, 1991)

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Mary Nomecos
El psiquiatra no tiene consultorio propio 

Te ves menos normal que lo normal.
La recepcionista tenía un temor a las oraciones distantes.
Vi a su hijo recorrer caras mías
tiradas en la sala.
Morder la planta venenosa,
un seno oculto en un pajar detrás del cenicero.

 ¿Y si tuvieras que decir un porcentaje?
Setenta y cinco por ciento. Y luego
el psiquiatra dijo que en la costa… [aquí algo sobre el calor].
Mi lengua había probado un seno
de leche bonita,
y veía niños que no eran mis hijos
con los ojos cerrados.

Cuando me marché no dije adiós a nadie.
En la TV una mujer miraba a la recepcionista
como ella en su reflejo
de puente, de río de piedras.
La pereza de pensar,
la hiedra en la puerta que me toca.

*** 

Primer paso de baile

Un largo cabello castaño se enreda en el cuello
Bajo la regadera.
Una hebra va de la barbilla y toca la clavícula.

No habrá calma en quien te dice calma mientras tiembla de las manos.

Por eso de noche un largo cabello castaño se enreda en el cuello,
De noche una hebra va de la barbilla y toca mi clavícula.
Yo sé cómo creció esta flor,
Yo sé en qué árbol tuve que meter los dedos
Bajo la regadera.

*** 

Flores de Jordi

1

once de junio, día en que no puedo entender las conversaciones de mi hermano
sin que ellas terminen
andan por toda la sala aunque él no haga uso de los sustantivos
y juegue con la tarjeta de crédito entre los dedos
en la televisión
un recuento de los logros de la delegación húngara en los juegos olímpicos 

2

son las once de la noche
hablo del alprazolam con nancy, alprazolam de 0.25 mg recetado por el psiquiatra
y tocamos el tema de las diferencias generacionales
—todas las bromas que hago sobre las drogas, las veces que ella se ríe—
hablo con lucero, ve la película the game (1997) de nueva cuenta 

3

el lunes o martes saldré una vez más con lucero
siguiendo un trazo narrativo por todos los parques a los que tenemos acceso
conocemos:

  • los dos parques en ambos extremos de la rivera
  • el parque frente a un templo con fachada neogótica

conocemos:

  • dos parques en sendos lados del río aunque en uno de ellos no nos detuvimos
  • un parque con una estatuilla japonesa, hace años el parque no estaba abierto para el público

era vigilado por un policía o era una propiedad privada y no podíamos pasar
y lucero tenía diez años o menos y yo no la conocía

4

hay un parque en el que ella no quiere poner un pie de nuevo
dice que no le gusta aunque yo pienso que la vista es maravillosa
lo visité en junio de 2012
llovía y dos sujetos me pidieron mi boleto del transporte público con gestos amenazadores
veré a lucero el lunes o el martes
le propondré que vayamos a cenar, andaremos por la calle hasta la noche, le propondré que
cenemos
y en esta ciudad nos veré buscando un lugar amable a los ojos
y un lugar con cierto orden de nobleza, algo dijo lucero sobre los colores suaves en las paredes
algo dijo lucero acerca de elegir un lugar por su apariencia hogareña
algo dijo lucero sobre otros dos puntos 

5

esta es una ciudad en la que busco un lugar para cenar por su apariencia
llevado de la mano de una mujer oriunda de la zona 

6

por la vida escuché la expresión «flores de jordi» pero la saqué de contexto conforme pasaron los días
y desde el balcón de la oficina vi el valle y su espera del agua
me había cruzado de brazos
lejos de mí
nadie en la otra oficina
¿iba a llegar tarde y mojado a mi siguiente cita?
¿iba a llegar tarde, mojado y de espaldas a la desorientación a mi siguiente cita?

7

ella me dice: «¿las flores de jordi?»
para detener a lucero por la calle y preguntar si habla de un jardín de jordi
si está hablando de los bosques de jordi 

pero es tarde
con el ritmo tan suave cruza por una esquina, cruza por la otra
y dice, como si no hubiera otra cosa, «las flores de jordi»

***

Estampas vistas por afuera

 1

Dos horas observando al mismo personaje enfrente de la hoja. Una historia breve de una sola página. Hombre de pie espera a otro hombre. Pero es una mujer quien aparece. El fondo es blanco y tiene bruma; cierta abundancia de puentes peatonales por los que cruzan personas vestidas de rojo, a rayas (naranjas y blancas, rayas negras). Esto pasa a todos seguramente: la tentación de volver al personaje hacia uno mismo y verse ahí, ojos que van de una pupila a otra. Como un relevo en la consecución de los eventos.

2

La diminuta idea de ver a un hombre morir. La escena completa es dos hombres podando un árbol en una calle que se mueve siempre hacia los lados. Aquí vemos la lucha en contra de la escalera y la posterior caída del hombre en una reja con puntas afiladas. El traspasar de una punta por las sienes y una mirada vacía, a punto de quedarse estática.

3

Una mujer (muy joven) que camina por Ocean City, Maryland. Un breve viraje al interior de sí misma a la vez que no puede encontrar, en la calle, algo para mostrarme y que me mantenga entretenido. Pero no tiene por qué hacerlo. Le empuja ese cambio de panorama, le empuja hacia ejemplos muy distintos de la ansiedad. Por momentos quisiera que fuera, en la medida de lo probable, una versión no agresiva de la vida para consigo misma. 

4

Escucho la impresión de un tecleo lejano que todavía habla de dos o tres días pasados. El teclado existe hoy (esto debe de quedar muy claro) pero está completamente orientado hacia la nada. Ahora estoy muy ocupado porque alguien recuerda historias de sí y lee fragmentos de una vida escrita a lo largo de cuatro o cinco años. Le escucho leer poemas escritos de corrido, encabalgados pero de manera en que los ángulos se contradicen. En este punto no sé todavía nada sobre las discusiones que tendremos acerca de las cosas. Yo estaré de viaje y del otro lado se aferrarán a una idea de mí en la que estoy dispuesto siempre a contestar las preguntas más estúpidas.

5

¿Tienes esta certeza de saber a alguien escribiéndote? A mí me incomoda. Todo esto mientras viajas de regreso a Maryland y yo pienso en la carretera larga y sin escalas de la que me has hablado. Estarías presa en un proceso de pasarme a la página, y llevas tu cuaderno sobre las piernas cuando un dolor te hace voltear rápidamente una secuencia de hojas.

6

No escaparás de una lectura pesada. Una persona siempre tuvo la voluntad de leerme (por entonces trataba de volverla una persona alegórica y ya sabemos que siempre sale mal), y su comentario era todas las veces un me has hecho escribir otra cosa diferente, me has hecho hablar de aeropuertos en donde yo soy una reportera y se bajan dos o tres presidentes de aviones privados, ¡en un lugar comercial! Suave, en una hora tengo que dejar de escribir.

7

Lo hago.

 

***

Román Villalobos (Lagos de Moreno, México, 1991) Licenciado en Humanidades con orientación en Letras por la UdeG. Autor del libro de poesía Pequeña ciudad eléctrica (Ed. Montea, 2016), co-autor del poemario Pieza de paso (CULagos ed., 2015). Publicado en La Rabia del Axolotl, Enter Magazine, Tenían veinte años y estaban locos, New Spleen, La Cigarra, entre otros. Actualmente colabora como columnista en el proyecto virtual Hýbris y trabaja como productor en Radio UdeG en Lagos.

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